Clarín - Mujer

La moda incomoda

Innovadora incansable, impone sus creaciones en Japón y París. En Villa Crespo instaló su atelier y está en contacto directo con sus clientas. Su historia familiar, sus fuentes de inspiració­n y un nuevo giro en su vida.

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¿Cómo llevás los 50 ? El número me molestó, no los siento pero me molestó. Pero no me cambió en nada, quizás me debería poner más seria. Me siento joven. ¿Cuidás el cuerpo? Soy medio vaga, ahora hago dos veces por semana Pilates. Corrí durante cinco años seguidos. Ahora bajé 20 kilos. Me miré al espejo y dije: “estoy hecha una vaca”. Me pasan estas cosas. Embarazada aumenté 40 kilos y como tengo buena piel, cuando bajo de peso no me quedan marcas. Me comí todo y en enero dije: basta se acabó. Me cuido mucho. No como más harinas y si como una harina, estoy tres días sin harinas. Fruta, verdura, pescado, leche, café con leche bien grande. La última comida es re liviana en mi casa. A mi hija le hago una ensalada con pollo, yo como

solo la ensalada y soy de comer en la cama. De todo lo que lleva tu nombre, ¿de qué sos responsabl­e y dueña? ¿Dónde están tus diseños? Desde 2011, Trosman no es mío. Tampoco tengo JT. De lo único que soy dueña es de Not To Be Understood. Nuestra tribu es Not To Be Understood: no ser entendida, para gente rara. En realidad, “rara” entre comillas. ¿La ropa que hacés es “solo para entendidos”?

Sí, tenemos una línea comercial y mezclamos muchos tipos de texturas, diferentes telas, y hay que tener ganas de ir hasta Villa Crespo, frente a la cancha de Atlanta, no estamos en un shopping. Ahí mi padre guardaba los repuestos para autos que compraba y vendía en su local en Warnes. Ahí fue donde creció Trosman-Churba, donde después estuvo Trosman y ahora Not To Be Understood. Es una gran experienci­a, pensá que en la cuadra hay un local de pinturas, un taller mecánico, todos repuestero­s. Donde era mi oficina, hicimos un bar con la chef Pamela Villar. Si venís, podés tener la experienci­a de comer, comprar y ver el laboratori­o textil, conocer todas las oficinas y mi atelier. Todo está a la vista. Es genial. Todo vidriado. ¿Es como volver a la infancia estar en el lugar de trabajo de tu papá? Toda mi vida transcurri­ó ahí, salvo los años en que me fui a vivir a USA. Siento que me re adapto como cuando era chiquita e iba al taller de mi viejo que vendía repuestos. Cuando mi viejo nos dio ese lugar, me dijo: “te tenés que llevar bien con los vecinos”. Y se armó una gran familia. ¿Y vos estás en el local? ¿Se te puede ver? Todo el día, desde las 8.30 hasta las 18. Sos una de las pocas diseñadora­s que exporta sus diseños... Vamos dos veces al año a París, tenemos un showroom donde vendemos al mundo a través de 30 puntos de venta. Estamos muy contentos. Y exportamos de Argentina al mundo. Es un trabajo de hormiga: ir, quedarse en el showroom, hacer nuevos contactos. Trabajo en la primera A. Compito con Commes des Garcons, gente que está muy arriba, que a mí me hace pensar la colección de otra manera: no la pienso solamente para acá, la pienso para afuera también. Entonces combino la mujer argentina con lo que le puede gustar a la japonesa. ¿Pero dónde ponés la atención para inspirarte? ¿En las coleccione­s? ¿En las vidrieras? ¿En la gente que camina por la calle? En Japón me encanta ver a la gente que camina, cuando voy a París recorro locales. Me inspiro en un museo, en la gente, viendo libros. Para esta colección me basé en Vasarely, un artista que me encanta. Lo que gusta afuera es arty, krafter, mano, artesanal. ¿Objetos únicos? Sí, exacto. ¿Y la moda?

Cómo la vi: con mucha energía y optimismo. La vi joven.

La moda incomoda (risas). La moda para mí son objetos que duran. Me encanta que mis piezas se usen todos los años y que no digan que algo mío “pasó de moda”. Trabajo las telas desde lo artesanal, se nota mi mano puesta. En 2012 hice una colección de textiles para Chanel, trabajé con ellos muy de cerca: buscan talleres artesanale­s de diseño y los ayudan a que se desarrolle­n. Cada tela que hacía me llevaba cinco horas, cada diseño textil y eso es lo que a mí me gusta. ¿En qué cambió tu vida desde que te separaste hace 4 meses? En mi casa hay solo bombachas y nos entendemos mejor entre mujeres (risas). Es más fácil la vida entre mujeres. ¿En la vida diaria de trabajo hay más tiempo sin marido? Nunca tengo tiempo y no era muy dedicada al marido, creo que por eso me separé. Siempre me dediqué mucho al trabajo. Siempre tuve que estar sola, soy más individual­ista. ¿Te volverías a casar o a convivir? Convivir no puedo convivir con nadie. Entendí que me gusta la casa así, no me gusta que me rompan los quinotos, me gusta la independen­cia. ¿Y cuándo no esté más tu hija Rosa? Bueno ahí es cuando me voy a querer colgar (risas), no estoy siendo muy estratega. No estoy pensando en un futuro, vivo el día a día. Después de separarse uno tiene ciertas certezas, ¿cuáles son las tuyas? Si volviera con mi ex, creo que la convivenci­a me resultaría difícil. Ahora si quiero estar con alguien hablando por teléfono que sea así y si quiero mirar Telenoche miro Telenoche. La crisis económica no te llegó, a tu marca le va muy bien. ¿Por qué creés? No puedo hablar de crisis económica porque estoy facturando 120% más que el año pasado. No sé si es por el crecimient­o de la marca o Macri hizo que esto pasara. Yo siento que el país va por muy buen camino. Y estoy muy contenta. Nos miramos con mis socios y decimos “están todos quejándose, ¿nos quejamos?” Seguís vistiéndot­e de negro. Sí, me encanta el negro, en verano uso blanco. Y si vas a París en la semana de la moda es muy raro ver color, es todo negro. El negro es negro, no me aburre. ¿Guardás tus coleccione­s anteriores? Estoy todo el tiempo mirándolas, tengo un garage lleno de toda mi historia en casa. Guardo todo, una prenda de cada colección. ¿Y entra en el garaje? No dejo más el auto (risas). El auto va afuera, es un sector enorme lleno de percheros. ¿Y qué pasa cuando volvés a ver diseños anteriores? Saco ideas, moldería, detalles, calces, les cambio la tela y vuelvo a sacarlo, los readapto y vuelven a nacer como un nuevo producto. A mí me gusta mirarme a mí misma mucho. Yo me re-autocritic­o. Si encuentro algo bueno que hice, sigo y le doy con todo. ¿Te gustaría que Juliana Awada usara tu ropa? Sí, me encantaría. Es monísima, es espléndida. ¿Es cara tu ropa? Por el trabajo que tiene no es cara, mis piezas son muy laburadas. Esto que tengo puesto son tres pantalones desarmados. Esta chaqueta sale $5000, pero está muy elaborada. ¿Te pondrías toda la ropa que hacés y vendés? ¿La usarías? El 90% sí. No me pondría una minifalda, por ejemplo, porque no me gustan mis rodillas. Pero, en general, me pondría todo. Cuando diseño, pienso mucho y me copo y lo armo. Y cuando viene el desfile, no me gusta nada y me rayo. Digo que es horrible la colección. Pero cuando termina el desfile y la gente me dice cosas buenas, se me pasa. Soy insegura (risas).

Su objeto elegido: unas pulseras de madera que lleva a todos lados.

Agradecimi­ento: Four Seasons Hotel, Posadas 1086, CABA.

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Tendencias que perduran. “Me encanta que mis piezas se usen todos los años y que no digan que algo mío pasó de moda”, asegura.
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