LA SOJA Y EL FIN DE CICLO
Las enfermedades de fin de ciclo se pueden preveer según las lluvias caídas entre las fases R3 y R5.
Los tratamientos para evitar hongos y enfermedades en el cultivo interactúan con las lluvias de esta época.
Las enfermedades foliares de fin de ciclo (EFC) más prevalentes e importantes en la soja son mancha marrón (Septoria glicines) y tizón púrpura (Cercospora kikuchii). La primera se ubica preferencialmente en el estrato inferior y la segunda en el estrato medio-superior, y ocasionan daños de entre el 10 y el 30% en las plantas. Existe una relación entre la precipitación y la severidad de estas enfermedades en los estadios R6- R7 de la soja, lo cual permite predecir la intensidad de ataque en base a las precipitaciones caídas o pronosticadas entre R3 y R5.
La cuantificación visual de las enfermedades de fin de ciclo (incidencia en hojas o severidad) no es un buen estimador para preveer o estimar reducciones en el rendimiento y productividad de soja. Por lo tanto, se podrían subestimar foliolos “aparentemente” sanos que están infectados en forma latente (la incubación-latencia es el “estado del hospedante” que a pesar de estar infectado no muestra síntomas ni fructificaciones del patógeno). Asimismo no existe información científica publicada que relacione incidencia o severidad (visualmente cuantificada), con momento de aplicación, ambiente e impacto del uso de fungicidas sobre el rendimiento.
La aplicación de fungicidas en base a la cuantificación visual de síntomas tiene un valor limitado, errático e inestable, debido principalmente a que la infección temprana y el desarrollo asintomático de las enfermedades resulta en el desarrollo de síntomas mayormente hacia el final del ciclo, cuando el rendimiento ya ha sido definido y el daño producido.
Esto explica en parte la baja correlación entre síntomas y variabilidad en los rendimientos en los estadios en donde se debería aplicar fungicidas (R3, R4, R5). Dicha asociación para las EFC en general no es significativa, a diferencia de lo que ocurre con otros patógenos que poseen incubación y latencia cortas, como por ejemplo la roya asiática de la soja o la mancha ojo de rana, como así también con enfermedades en otros cultivos como trigo y cebada. Las respuestas de rendimiento agronómico por las aplicaciones de fungicida difieren significativamente entre campañas agrícolas, siendo las precipitaciones entre R3 a R5 las que mejor explican la variabilidad del impacto del uso de fungicidas en el rendimiento (más del 80 % de la variabilidad en las respuestas de rendimiento a la aplicación de fungicida es explicada por la cantidad de lluvia acumulada entre R3 y R5).
El beneficio potencial de la acción de los fungicidas en el rendimiento de soja depende de la cantidad de lluvia registrada en el intervalo R3-R5, pero el momento preciso de la aplicación dependerá del ambiente y las lluvias durante dicho período crítico. Dependiendo de las condiciones ambientales, la aplicación de fungicida podría realizarse en R3, R4 o R5.
Hay dos opciones: medir la cantidad de lluvias desde R3 en adelante y cuando las lluvias acumuladas alcancen ( para este año) 50- 60 mm, proceder con la aplicación del fungicida, o proceder en base a un pronóstico climático muy preciso (tiempo y volumen). En este caso, cuando el pronóstico predice la ocurrencia de 50-60 mm de lluvia entre R3 y R5, proceder a la aplicación antes del comienzo de las precipitaciones En este ultimo caso hay mas riesgo, pues depende del pronostico.
A pesar de que los efectos fisiológicos de los fungicidas a base de estrobilurinas están bien documentados, especialmente en cereales, en el cultivo de la soja estas moléculas presentan baja probabilidad de aumentar los rendimientos por otros mecanismos diferentes que no sean el del control de las enfermedades. Por ello, no se recomienda aplicar fungicidas tomando como criterio principal este efecto fisiológico sin considerar las lluvias entre R3 a R5, y el cultivo antecesor.
En años lluviosos la mezcla de estrobilurina y triazol produce una mayor respuesta de rendimiento en comparación con otras moléculas ( triazoles, bencimidazoles). Probablemente, la actividad protec- tora de las estrobilurinas mejorará el control de las EFC, particularmente en años lluviosos cuando estos patógenos son más activos otorgando además mayor período de protección. No aplique desde R5.5 en adelante mezclas que contengan estrobilurinas (tallo verde, problemas de cosecha). En ese caso utilice triazoles o mezclas de triazol mas bencimidazol.
En años de bajas precipitaciones entre R3 y R5 la aplicación de fungicidas puede resultar en un margen neto negativo. En cambio en años en donde durante el periodo entre R3-R5 lluevan 100 milímetros o más, debido a la necesidad de aumentar el periodo de protección e incrementar la prevención, es recomendable aumentar la dosis comercial de la mezcla de estrobilurina y triazol hasta un 20 %. La respuesta en el rendimiento es mayor para las aplicaciones en R3 en comparación con las de R5, cuanto más lluvioso sea el año. Si caen 5060 mm las respuestas son semejantes para ambos momentos, pero a medida que las lluvias se incrementan, las aplicaciones realizadas en R3 son significativamente superiores a las de R5.
Con periodos lluviosos entre R3R5, monocultivo y presencia de inóculo o síntomas de EFC en el campo (sin necesidad de cuantificar los mismos), la respuesta al uso está garantizada. Es conveniente comenzar a pulverizar los lotes con mayor riesgo (mas años de monocultivo, presencia de enfermedades en el lote, cultivares susceptibles). Pulverice tan pronto indique el sistema ya que el retraso de la aplicación en años lluviosos puede disminuir la respuesta al uso de fungicidas.