SOSTENIBILIDAD
Cornelio Donovan sembró centeno entre la soja y el maíz, mejoró la fertilidad y controló a las malezas.
Bebe Donovan cuenta cómo mejoró el suelo con los cultivos de cobertura.
Cornelio Donovan, ingeniero agrónomo y productor agropecuario de General Pinto, Buenos Aires, tiene a su cargo la gestión técnica del establecimiento “Don Guillermo”, una empresa familiar con 1.500 hectáreas en el oeste bonaerense, a la que se suma otra unidad de producción en La Pampa. Estos campos, que pertenecen a su familia desde hace varias generaciones, comenzaron a atravesar una nueva etapa cuando Cornelio tomó las riendas agronómicas y comenzó a aplicar tecnologías tendientes a la conservación y mejora de los suelos.
“Hasta mediados de la década del `90 se traía desde el campo de La Pampa toda la hacienda con destino a invernada, pero se fue pasando gradualmente a la agricultura. Empezamos con trigo, girasol y maíz y después se fue introduciendo la soja”, explicó Donovan durante una jornada del ciclo Agricultura Conciente, organizado por Nidera, que tuvo lugar en su campo.
Cuando el productor comenzó a participar en el manejo, empezó a trabajar con siembra directa y como el campo venía muy ´sojizado´ fue armando la rotación de cultivos. La estructura, explica, es muy sencilla: la administración está esencialmente a cargo de su padre y su tío, con algunos aportes suyos, pero su foco está en el aspecto técnico de la producción agrícola. En lo que hace a herramientas sólo cuentan con sembradora propia. La pulverización y la cosecha son tercerizadas.
Pero la capacitación tiene un lugar esencial. “Pertenecemos a un CREA y también participamos en un grupo de técnicos de Lincoln con los que compartimos ideas y experiencias y tratamos de estar siempre a la vanguardia de la tecnología agrícola”, narró Donovan.
En los campos de la familia se lleva a cabo la rotación tradicional de la región: trigo-soja de segunda–maíz–soja. “Pero, entre el maíz y la soja intercalamos un abono verde sobre la mitad de la superficie de maíz, es decir, un cultivo de cobertura que se utiliza para incorporar nutrientes y materia orgánica al suelo”, explicó.
El técnico dijo que los objetivos del abono verde son mantener el suelo vivo con el agregado de materia orgánica, además es una oportunidad para aplicar fertilizantes y evitar los problemas de toxicidad en la soja. “Por último, es parte de nuestra estrategia para el manejo de malezas, ya que lo sembramos entre marzo y abril controlando la rama negra y otras malezas, y luego el mismo abono verde ayuda a mantener limpio el lote”, afirmó.
Donovan mostró como ejemplo un lote sobre el que se cosechó maíz el 22 de marzo. “El 25 ya estábamos sembrando centeno como abono verde, al que le pusimos 120 kilos de fertilizante fosforado y azufrado. Después de la cosecha aplicamos glifosato, 2,4 D y metsulfurón, y con esto llegamos limpios de malezas a septiembre. Entonces con glifosato matamos el abono verde y nos quedó disponible el lote para sembrar soja”, detalló.
“Nuestra estrategia es pensar la fertilización para el conjunto de la rotación –explicó Donovan-, por lo tanto el abono verde nos sirve para agregar más cantidad de fertilizante al suelo”.
El joven productor destacó que actualmente el principal problema es la rama negra, por lo tanto hacen doble barbecho rotando modos de acción. En trigo, con una sulfoni- lurea, y en maíz, con atrazina en otoño. “De esta forma llegamos bien a la siembra de maíz temprano y si vamos a maíz tardío hacemos un segundo barbecho químico en octubre para llegar con el lote limpio a la siembra. En los lotes que van a soja aplicamos atrazina en otoño y hacemos un segundo tratamiento antes de la siembra que nos garantiza arrancar con el lote libre de malezas”, dijo.
En Don Guillermo, según el productor una de las premisas es el cuidado del ambiente. “Usamos productos granulados, por ejemplo glifosato, pensando en los residuos posteriores y porque es más cómodo. Hacemos el triple lavado de los bidones y utilizamos insecticidas de última generación, que son más amigables con el ambiente, en bajas dosis y al ser residuales nos permiten no entrar tan seguido a los lotes”, aseguró.
El técnico explicó que atendiendo el cuidado del suelo y de las mejoras alcanzadas con la siembra directa realizan un manejo de los cultivos en función de la profundidad de la napa. Esto es debido a que la región se caracteriza por el riesgo de inundación o encharcamiento de los lotes. “En el caso del maíz, si la napa está a menos de un metro, lo pasamos a siembra tardía para evitar el riesgo de que en octubre o noviembre se encharque y perdamos superficie”, explicó Donovan.
“Dependiendo de si el otoño es llovedor o no, varían mucho las condiciones que encontramos en la época de cosecha –agregó-. Por lo tanto, como le damos mucha importancia a la conservación del suelo, en los años complicados esperamos para iniciar la cosecha de manera de no romper los lotes”.
Donovan concluyó señalando: “Con la incorporación de tecnología y de rotaciones estamos logrando una mayor estabilidad económica y productiva”. Y luego aseguró: “Queremos mejorar ambientalmente el campo, ya que viene de varias generaciones anteriores a la mía y nuestra política es que estamos de paso, el campo es de nuestros hijos”.
EN PRIMAVERA SECARON EL ABONO VERDE CON GLIFOSATO Y EL LOTE QUEDO LIMPIO PARA SEMBRAR SOJA