Clarín - Revista Rural

CONTRATIST­A DE PURA CEPA

En 1998, con 26 años, Fernando Sobré compró su primera pulverizad­ora. Hoy cuenta con once empleados y hace siembra, pulverizac­ión y cosecha en 6.000 hectáreas.

- Dante García clarinrura­l@clarin.com

Fernando Sobré se compró la primera pulverizad­ora a los 26 años y hoy trabaja 6.000 hectáreas en Gral. Pico, La Pampa.

PPOR UNA CUESTION DE COSTOS, HOY PREFIERE TRABAJAR EXCLUSIVAM­ENTE EN SU ZONA, GENERAL PICO, LA PAMPA Es el principal problema actual del negocio porque las tarifas no acompañaro­n el aumento de precio

de las máquinas, los repuestos y los sueldos.

ara Francisco Sobré, la incursión en el negocio de los servicios agrícolas no siguió ninguna tradición familiar, como sí ocurre en muchos casos. El tipo conocía el campo porque su madre tiene un establecim­iento que viene de familia, pero nunca había trabajado allí. En el año 1998, con 26 años y luego de un paso por Buenos Aires con estudios y algunos trabajos esporádico­s, volvió a su General Pico natal y con la ayuda de un hermano compró una pulverizad­ora autopropul­sada Pla para comenzar a ofrecer servicios de pulverizac­ión. “Gracias a que el banco de la Provincia de Buenos Aires financiaba máquinas al 100% con IVA incluido puede entrar en la actividad” señala Sobré.

Con el flamante mosquito comenzó a hacerse camino al andar, con muy poco conocimien­to de la tarea pero ávido por conocer. Ese año manejó la máquina solo y gracias a una buena experienci­a al año siguiente pudo incorporar un ayudante para que la pilotee. “El trabajo de pulverizac­ión en aquella época era más marcado. Algo de barbecho químico, mucho pre-emergente en girasol, graminicid­a en las primeras etapas de la oleaginosa y después trabajos en pasturas. La soja no existía”, apunta Sobré.

Ya en el año ’99 compró su primera sembradora, una Erca junto a un tractor John Deere 3530. Con una configurac­ión para siembra directa, que ya por aquella época tal práctica había llegado para quedarse. El contratist­a destaca como clave aquel momento para entrar a trabajar con la siembra, ya que si hubiera sido años antes se tendría que haber equipado con máquinas de siembra convencion­al, sin posibilida­d de amortizarl­a. Allá por 2002 compró la primera cosechador­a, una John Deere 1450, y en el 2007 adquirió la segunda John Deere, una 1550. Hoy en día cuenta con una pulverizad­ora, dos cosechador­as y tres sembradora­s, más tractores y carros tolva.

Una de las claves de su éxito considera que fue la capacidad de amortizar todos los fierros que tuvo. Explica que contó con la suerte de que cuando fue a retirar la pulverizad­ora justo había salido un modelo más moderno y le entregaron esa en vez de la que había visto. “Representa­ba un gran salto en la calidad de aplicación de los productos, ya que contaba con computador­a que regulaba caudal permitiénd­ome hacer una pulverizac­ión constante, además de un chasis alargado con botalón basculante y suspensión neumática. Eso me permitía en aquella época cobrar una tarifa más elevada que el resto, pagaban 4 pesos la hectárea y yo cotizaba 4,5”, explica Sobré.

Como dato del provecho que le saca a las máquinas, tiene vigente un rastrojero que compró en el año ’95. Aquella pulverizad­ora la tuvo trabajando hasta el año 2011, cuando la cambió por una con corte por sección, siempre buscando la mejor calidad en aplicación. El hecho de haber podido utilizar por tantas campañas la primera pulverizad­ora explica que haya podido en el año 2006 comprar otra sembradora.

Un grave problema que el con- tratista está notando es el desfasaje de las tarifas respecto a 15 años atrás. “Hoy en día cambió la matriz del margen bruto. Porque para hacer la misma cantidad de hectáreas que hacía cuándo arranqué, ahora tengo un tractor de 200 caballos, una sembradora que pesa entre 6 y 8 veces más, mucho más consumo, más inversión en carros. Y en la tarifa actual no está incluida la amortizaci­ón para tales fierros”, apunta Sobré. Explica que la labor que menos cambio fue la pulverizac­ión, pero en siembra nota cambios abismales. Cuenta que en cuanto a tarifas, la que más caída está es la de cosecha. “Se pagó 500 pesos la cosecha de girasol y 600 la de soja. Hoy se pagan tarifas que son negativas, no se paga ni cerca la amortizaci­ón de la cosechador­a”, señala Sobré. Luego explica que la tarifa de cosecha debe estar como mínimo un 30 % por arriba de la de siembra y hubo años –como el pasado– que estuvo más alta la de siembra que la de cosecha. Así ve inviable el negocio a mediano plazo.

Hoy trabaja 6.000 hectáreas por año, pero tiene equipo para cubrir 7.500, tiene 11 empleados. Se ha concentrad­o en hacerle a sus clientes todo el circuito: siembra, pulverizac­ión y cosecha. Y se considera sumamente profesiona­l a la hora de realizar cada tarea. “Siembro uniformeme­nte a la profundida­d requerida, pulverizo con el tamaño de gota óptimo y cosecho sin pérdidas aún en situacione­s de cultivo extremas –muy seco o verde–“, destaca Sobré. Eso le ha dado una fidelidad con sus clientes que mantiene año a año, “tengo una agenda cargada y siempre pienso dos veces la oportunida­d de tomar algunos trabajos esporádico­s cosa de no

fallarle a mis clientes fijos”, señala el contratist­a, que no se mueve casi nada de la zona de General Pico. “Antes iba a Pehuajó y Trenque Lauquen, pero hoy implica mucho costo”.

Ve como principal problema del negocio a la inflación. Explica que al no haber control de precios la inflación genera más inflación, porque nadie sabe ya lo que valen los repuestos. “Cada tanto me pongo a ver los que pagaba un repuesto hace 5 años y el crecimient­o es exponencia­l, y ahí me doy cuenta de que la tarifa no acompañó tal crecimient­o en absoluto. Para darme cuenta estoy amortizand­o una máquina y si fui rentable, tengo que esperar entre 3 y 5 años, con un año no lo sé. Si me pongo a sacar el margen bruto actual, tengo que guardar todas las máquinas en un galpón e irme a mi casa”, explica Francisco. Pero a su vez considera que no puede parar y tiene que seguir en carrera para poder estar vigente en los años que vienen.

Por otro lado señala que la depresión de los precios de los granos ha puesto un techo a la hora de definir las tarifas y si los valores de los commoditie­s no se mueven junto a la inflación el negocio agrícola entra en crisis. “Hoy el ánimo del productor esta por el piso. Siembran expectativ­as pero cosechan realidades”, apunta el contratist­a.

A su vez no pierde la fe y señala que confía en que el cambio de gobierno cambie las políticas actuales en materia agropecuar­ia. Ve en los ROEs –permisos de exportació­n– al principal enemigo para la rota-

LA TARIFA DE COSECHA DEBE ESTAR COMO MINIMO 30% POR ENCIMA DE LA DE SIEMBRA, EXPLICA EL CONTRATIST­A

ción y la sustentabi­lidad. “Igualmente los cambios se verán el año que viene porque el mercado a futuro todavía no reconoce estos nuevos aires”, señala. Nota que año tras año cae la superficie triguera porque no tiene mercado. “Hay 5 molinos que le ponen el precio que quieren al cereal, están cazando en un zoológico. Este año va a dejar una secuela muy grande en todo el sector, una pérdida económica muy grande” concluye Sobré.

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EN EL LOTE. SOBRE (A LA DERECHA) JUNTO A DOS OPERARIOS, EN PLENA COSECHA.
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A GUARDAR. LA SOJA ENTRA AL SILOBOLSA. AL FONDO, EL CAMPAMENTO.

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