UN NUEVO HORIZONTE
La campaña que se está sembrando se cosechará con otro Gobierno. Clarín Rural Revista habló con productores de diferentes zonas para conocer sus expectativas y saber cómo encaran un ciclo clave.
Este año sembramos todo el trigo que corresponde por rotación con la esperanza de que algo cambie. Si bien el cambio de gobierno se va a producir sobre la cosecha, si hay que esperar unos meses para tener un mercado más transparente y libre, lo vamos a hacer”, dice Gabriel Bearzotti, quien desde Carlos Pellegrini, en el centro de Santa Fe, trabaja unas 12.000 hectáreas y defiende a fondo las rotaciones. En algunos campos optan por trigo/soja de segunda-maíz-soja, y en las mejores zonas hacen trigo/soja-maíz-arveja/ maíz de segunda.
“Contrariamente a lo que acostumbramos hacer, hicimos todo sobre la raya, definiendo superficie, lote y hasta variedades días antes de empezar la siembra. Esto no es lo más práctico porque no te permite hacer las cosas como se deberían, pero estábamos esperando alguna definición política, como el tipo de cambio o la liberación de ROEs, que mejoraran la perspectiva para el trigo”, explica el produc- tor, y agrega: “Lo bueno en nuestra zona es que tenemos reserva de agua”.
El testimonio de Bearzotti ilustra el estado de ánimo y las perspectivas de la gran mayoría de los productores agropecuarios, que esperan el inminente cambio de Gobierno con ilusión y llenos de dudas, pero también con la obligación de seguir sembrando.
Guillermo Irastorza, de Bahía Blanca, Buenos Aires, está obligado a hacer cultivos invernales, ya que en su zona prácticamente no existen las lluvias estivales. “Como nos obligan a hacer otras cosas, incorporé la cebada y arveja”, señala. El productor bahiense dice que la apertura de las exportaciones en los cereales es la medida que debe cambiarse en lo inmediato. “Los molinos pagan lo que quieren y nadie recibe nada. No va a ser fácil recuperarse de todo el daño que se ha hecho” destaca Irastorza, y añade: “Hoy es más conveniente comprar el trigo que sembrarlo. Si yo tuviera capacidad de acopio compraría trigo para guardarlo, porque venga quien venga abrirá las exportaciones, no requiere mucho análisis”.
LA TENDENCIA AL MONOCULTIVO DE SOJA ATENTA CONTRA EL FUTURO DE LA FERTILIDAD DE LOS CAMPOS
En la misma línea está Eduardo da Silveira, de Rufino, en el sur de Santa Fe. “Este año siembro algo de trigo por cierto grado de esperanza en que el gobierno que llegue se verá obligado a cambiar determinadas políticas como la apertura del mercado de cereales. Por más que gane el candidato del oficialismo va a cambiar las políticas porque la situación lo demanda”, dice. Además, ve que entre tan poca oferta que habrá de trigo podrá encontrar alguna oportunidad. “Un trigo tan devaluado por no tener mercado es insostenible. Con un valor de 900 a 1000 pesos los únicos que se benefician son los molinos, que están cazando en un zoológico” expresa.
Da Silveira enfrenta una realidad que va en contra de sus principios: hace dos años que realiza monocultivo de soja en su campo. Explica que es la única producción rentable en la Argentina de hoy y que igualmente está perdiendo mucho margen. Señala que respecto al año pasado cada camión de soja perdió entre 12.000 a 15.000 pesos. “Esta situación es inviable desde el punto de vista económico y va en con- tra de todo fundamento sustentable”, señala da Silveira. Dice además que la situación se complica cuando empiezan a aparecer malezas resistentes como el yuyo colorado, chloris, raigrás o sorgo de alepo, y se terminan gastando entre 50 y 100 dólares más de los que se usaban antes para combatirlas.
Andrés González, de la localidad de Quemú Quemú, provincia de La Pampa, lleva a cabo un alto grado de diversificación de actividades dentro de su establecimiento. Con casi 2.000 hectáreas cultiva pocos granos para la venta y mucha superficie la destina a alimentar a su rodeo ganadero: soja, girasol oleico, cebada, maíz, verdeos de avena y pasturas de alfalfa. En la mitad de la superficie realiza agricultura asociado con otros productores, lo que le permite disminuir riesgos al compartir gastos. El pampeano ve imperante un cambio en la política agropecuaria del país, dado que los cultivos necesarios para dar sustentabilidad al sistema -maíz y trigo fundamentalmente- son difíciles de vender. “La tendencia al monocultivo de soja atenta contra el futuro de la fertilidad de los campos”, apunta.
En su opinión, al igual que para sus colegas, la primera medida política que urge es la eliminación de cualquier tipo de trabas en la comercialización de granos, tanto en el mercado interno como externo. “Los ROEs y precios máximos no tienen ningún sentido -afirma-. Los próximos responsables del Po- der Ejecutivo Nacional deberán ver al campo y al sector agroindustrial como los actores dispuestos a solucionar las principales dificultades de la Nación, como la pobreza, y nunca ver un problema en nosotros”, exclama González.
Además de estar endeudados en muchos casos con la sustentabilidad, gran parte de los productores se encuentran hoy en una ajustada situación financiera. Por eso, por ejemplo, la empresa de Bearzotti adoptó la política de no tomar créditos nuevos. “Hemos ido cancelando los que se vencían para capi- tal de trabajo y fuimos cumpliendo los contratos pactados. Frenamos bastante renovación y compra de equipos. Este año nos hemos quedado quietos y apalancamos con el capital de trabajo para encarar la nueva campaña. No convalidamos las tasas hoy vigentes que en cierta medida te puedan cubrir de la inflación, pero si el dólar sigue en estos valores no nos sirve mucho. Son tasas que se terminan llevando parte de la renta también”, explica el santafesino.
Luego menciona un punto crucial en el ajuste que están realizan- do todas las empresas: los arrendamientos. “Hay ofertas de campos que se liberan pero no las tomamos porque no queremos crecer si no tenemos el capital necesario para enfrentar la campaña. Estamos tratando de bajar los arrendamientos. Todas las renovaciones las hicimos con un 10-15% de baja respecto del monto que veníamos pagando en quintales”, asegura Bearzotti.
Marcelo Testa, productor y contratista en la zona de Pergamino, en plena zona núcleo, trabaja un centenar de hectáreas propias y el resto alquiladas junto a su hermano, y también está pensando en rever los contratos de alquiler. “Estimamos que el precio futuro de la soja va a andar en los 230 dólares. De ahí partimos para armar un costo con lo que usamos promedio de insumos en los últimos tres o cuatro años para producir soja -explica-. Hay que poner los gastos por delante antes de pagar cualquier alquiler. Si los dueños de los campos interpretan el mensaje vamos a continuar, si no nos vamos a retirar”.
Luego, Testa detalla su esquema de costos. Siembra y cinco aplicaciones, costo de semilla, fertilización, curasemilla y fungicida, seguro de granizo, administración, monitoreos, servicio de cosecha, fletes cortos y largos, y comercialización suman, según sus cálculos, un costo de 5.875 pesos por hectárea para la soja 2015/2016, lo que dividido por los 1950 pesos por tonelada que vale la soja actualmente, da unos 30 quintales por hectárea de costo sin contar el alquiler. “Ahora bien, hay que saber que el promedio de rendimiento en la zona núcleo es de 36 quintales. Entonces, para pensar en un alquiler hay que restar esos 36 de rendimiento con los 30 de costos. Y esto, sin contar ganancia para nosotros como productores, que debería ser no menos de dos quintales para poder mantener la estructura”, explica el productor.
Testa agrega que el costo actual es 30% más caro que otras campañas. “Los insumos subieron en dólares y el dólar subió. El flete subió 25% en las tarifas, los gastos de comercialización subieron 25%, los servicios subieron 21% comparado como el año pasado”, remarca el productor.
A diferencia de da Silveira, Testa no cree que vaya a haber cambios considerables en la política agropecuaria a corto plazo. “Yo creo que con el costo de estructura que tiene el país, cambios drásticos no va a haber. Si lo pensamos en el largo plazo puede ir cambiando un poco el negocio, pero no va a ser gran cosa”, opina.
Otro que pone énfasis en la renegociación de los alquileres es Ivan Lubatti, quien trabaja unas 1.500 hectáreas propias y, en total, en asociación con otros productores, alcanza las 4.000 en el centro de Córdoba, Río Cuarto y Villa María. “Se viene una campaña complicada. Se va a tratar de negociar porque venimos de una cosecha muy buena, pero si no nos escuchan del otro lado, los dueños de los campos, va a ser difícil. En algunos casos se irá a porcentaje, en otros se va a diferir el pago, y casi seguro habrá que bajar los precios”, afirma el cordobés.
Luego remarca que es una campaña en la que los productores van a tener que tomar riesgos, y hace un cálculo similar al de Testa pero con los valores de su zona. “La única forma de no tomar riesgos es saliendo del sistema, porque adentro, no podés no correr riesgos. El costo directo de un cultivo de soja hasta hace unas campañas estaba en 9-10 quintales por hectárea antes de que apareciera el plus de costo de las malezas resistentes y se precipitara la inflación en pesos con el dólar clavado; hoy el costo directo está entre 17 a 20 quintales por hectárea y el rinde promedio en la zona es de 30, queda poco para repartir entre el que arrendador y el arrendatario”.
Rafael Latour dirige junto a sus hermanos una empresa familiar en Trenque Lauquen, provincia de Buenos Aires. Hacen producción, acopio y comercialización de granos y carne, pero a pesar de la diversificación, piensan que es un momento para reducir los riesgos. “Actualmente nos encontramos en una etapa de mucha incertidumbre y que requiere mucha prudencia a la hora de tomar decisiones. Estamos muy preocupados y atentos. Esta zona, particularmente no ha sido de las más beneficiadas en lo que respecta a los rindes de los cultivos y si le sumamos a esto lo que sucede con los precios de los cerea- les, está difícil”, afirma. Luego agrega que este año, tal como viene sucediendo en las últimas campañas, los cultivos de fina fueron reservados para los campos propios, no los alquilados.
Juan Dall ‘Orso, asesor y productor con base en Santa Fe, dice que si hoy pone los números para la campaña con precios futuros, costos y rendimientos promedio, la
LA MULTIPLICACION DE LAS MALEZAS RESISTENTES GENERO UN MARCADO AUMENTO DE LOS COSTOS Todos coinciden en que hoy queda poco para repartir entre arrendadores y arrendatarios,
y muchos proponen ir a porcentaje.
renta es negativa. “En este panorama lo único que podemos tocar es el alquiler. Si bajáramos un 20% el alquiler respecto del año pasado tendríamos renta cero. Por eso estamos pensando en bajar de 30% a 40% el precio del alquiler”, asegura, y añade que la otra posibilidad es hacer siembra a porcentaje. “Proponemos 15% en gramíneas y 25% para soja. Eso hace que los propietarios pidan que hagamos más soja, porque los números para trigo y maíz son espantosos”.
Respecto a su estrategia para los próximos meses, Dall ‘Orso es claro. “En febrero y marzo de 2015 estábamos desanimados pero pensábamos que habría un cambio de gobierno. Hoy todos se van a quedar muy quietos porque no se esperan grandes cambios para el primer año. Si se dan serán bienvenidos, pero este año voy a hacer la plancha hasta ver qué va a pasar en concreto”, dice. Y añade: “Quizás haya que bajar la proporción de gramíneas y aumentar la de soja para que la empresa sea más rentable aunque sea menos sustentable”.
Testa, por su parte, hace un repaso por las últimas campañas para comprender el presente. “Hasta hace tres años vivimos de una renta que no era en granos, sino financiera -que lo daba el aumento de precios de la soja desde el inicio al final de la campaña-, pero la última campaña se revirtió eso. Empezamos con un precio más alto, pero bajó. Esta campaña que terminó nos salvaron los rindes, porque logramos 40 quintales de promedio, fue el año tope de rendimiento. Pero cuando lo mirás a través de la lupa económica se ven todas las mermas”, remarca Testa.
Bearzotti asegura que se siente frente a la campaña más difícil desde que está en el negocio agrícola, hace 27 años. “Va a ser un año para salvar la plata, porque los precios internacionales no son buenos, tenemos un dólar acá atrasado, con una inflación que va comiendo mes a mes y la rentabilidad y el riesgo de meter plata abajo del suelo para esperar un resultado lo veo dificilísimo. Vamos a tratar de de- fendernos con rendimiento”, dice el santafesino.
Irastorza dice que los próximos dirigentes deben planificar la agricultura argentina de cara a los próximos veinte años. “Uno es muy optimista al cambio, pero yo tengo cuarenta personas a cargo, ¿qué les digo si el cambio no se produce? La situación es límite”, advierte.
Desde Trenque Lauquen, Latour dice que “el productor argentino se caracteriza por tener una alta capacidad de adaptación al cambio, de salir adelante y buscar la prosperidad con alma y vida”. “Me imagino a muchos, productores y referentes del sector agroindustrial, en la línea de partida esperando que suene el timbre de largada. No esperamos grandes medidas de corto plazo pero con un poco de buena intención y acompañamiento de un gobierno flexible y sincero creo que la respuesta es inmediata”, afirma el bonaerense.
Y González, optimista, dice que a pesar de las trabas seguirá sembrando, pensando en que va a llover, que va a rendir y que la producción va a valer. “Los funcionarios de turno se darán cuenta de que de esta forma no se llega a ningún lado, de que se ha perdido una década de carne y cereales. El que venga entenderá que no se puede estar peor”, concluye.
LOS PROXIMOS DIRIGENTES DEBEN PLANIFICAR LA AGRICULTURA DE CARA A LOS PROXIMOS 20 AÑOS