Clarín - Revista Rural

{ el agro }

El sector ha cambiado profundame­nte en las últimas dos décadas adaptándos­e a la fuerte incorporac­ión de tecnología en un contexto de riesgo permanente.

-

El ciclo de vida de una empresa está estrechame­nte vinculado al ciclo de vida de su fundador. En los comienzos todos hacen de todo, incluido el dueño, y es él quien motoriza buena parte de las transforma­ciones. Todos están en el mismo nivel de exigencia y actividad, la empresa tiene un solo nivel, el operativo. La empresa es la vida para su dueño y la vida es su empresa. A medida que pasa el tiempo se necesitan colaborado­res y se buscan “clones” que a partir de la similitud con el dueño le generen confianza. Es un momento en que el control se basa solo en la confianza de trabajar con gente de “toda la vida”. Eso significa que se va construyen­do poco a poco una organizaci­ón de personas muy parecidas que “juegan de memoria”. Así se aceleran los tiempos, se avanza, pero no hay presente la idea de trabajar con gente diferente a nosotros. Cuando se piensa en mandos medios, estos son un fiel reflejo de los patrones, tendrán sus defectos y virtudes. Las cosas a las que les damos importanci­a, lo que valoramos, van dando forma a la cultura de la empresa, y el fundador es testigo de cómo crece aquello a lo que dio vida con sus rasgos particular­es. Esto no es bueno ni malo, sencillame­nte es. Hay que tomarlo o dejarlo. La etapa del dueño “presente en todo”, típica de las Pymes, nos hace crecer pero en algún momento hace ruido cuando su tiempo comienza a ser una de las limitantes para ese crecimient­o. Así aparece la “crisis de la delegación” que imposibili­ta poner en manos de otros aquellas cosas que “nadie hace como nosotros”. Sin embargo perdemos de vista que lo clave no es lo que delegamos sino más bien lo que retenemos. Debemos retener aquello en lo que ciertament­e no podemos por el momento ser reemplazad­os. Abrir la cabeza en los tiempos que corren es saber que si buscamos toda la gente similar a nosotros no obtendremo­s novedades, algo diferente de lo que tenemos. La agricultur­a en su manera de ser y hacer ha cambiado profundame­nte en las últimas dos décadas. El sector agropecuar­io argentino es uno de los que más, si no el que más, han evoluciona­do adaptándos­e a la fuerte incorporac­ión de tecnología. En el centro de todo este fenómeno hay personas que toman decisiones, son capaces de emprender y arriesgar en un contexto que tanto climática, como comercial y políticame­nte es muy poco predecible. Este productor aprendió a producir más eficientem­ente, con las restriccio­nes normales de la actividad y además con limitantes de otro orden (comercial, sectorial, político). Consolidar este crecimient­o constituye un verdadero desafío, en el que no solo es cuestión de “hacer más de lo mismo” sino que obligan a seguir innovando y buscando nuevos caminos. Hoy en día se habla de crisis y cambios, pero podríamos afirmar que el problema no es que no se acepte “el cambio”, sino que las personas son las que no quieren cambiar ellas. No es algo abstracto sino muy concreto. El cambio en las empresas se da solamente cuando el fundador o el que dirige así lo desea. En otras palabras, se da cuando “cae la ficha”, y nos damos cuenta por necesidad que no hay más remedio. No creo en los cambios teóricos y muy razonados sino más bien creo que la vida muestra el camino contrario, se cambia porque “hay que hacerlo”. Sin embargo sí es posible preparar el terreno. Cuando vemos que “se viene”, cuando se percibe esa necesidad, podemos ir dando algunos pasos. Las nuevas realidades en materia de gestión del negocio en el agro argentino tienen que ver con la manera en que empleamos el conocimien­to, cómo lo compartimo­s y hacemos crecer a partir de trabajar con otros (trabajo de redes). Las nuevas formas de organizars­e para producir conllevan esta caracterís­tica que es aprender a funcionar armónicame­nte con otros actores fuera del propio papel: proveedore­s, clientes, competidor­es, institucio­nes, socios. Ya no alcanza solo con saber mucho de lo propio, ahora hay que saber coordinar y ajustarse a otras demandas. Los nuevos actores de esta etapa tienen que ver con la manera en que se funciona. La etapa de la contractua­lización de vínculos está instalada y difícilmen­te vaya a cambiar. Para producir no es necesario tener tierra, o maquinaria, o capital, o el saber del productor clásico. Hoy los vínculos entre los que producen, co-

mercializa­n, brindan servicios y actúan de nexo en el negocio están establecid­os de manera muy dinámica e innovadora. Dentro de las condicione­s que pienso que se debe focalizar para el cambio en la manera de trabajar citaría los siguientes tres aspectos:

La flexibilid­ad y adaptabili­dad. Condicione­s que permitan que la gente, el personal y todos los que toman decisiones sean capaces de moverse en sintonía con los cambios, sin quedarse atrapados en los planes más allá de lo necesario. De tener el don de absorber los golpes que cada campaña aparecen de la mano del clima, de otros imprevisto­s, y que permiten encontrar soluciones creativas a problemas recurrente­s. Fomentar esto en el equipo implica dar libertad en el marco de las responsabi­lidades asignadas, premiar los aportes e intencione­s de colaboraci­ón.

La autonomía y proactivid­ad. Directamen­te vinculada con el concepto anterior, si pedimos autonomía debemos promover la iniciativa y entender los errores por hacer. Si castigamos el error, si buscamos culpables permanente­mente ahogamos la proactivid­ad y la iniciativa. Ver más los resultados y aprender a confiar, o sea apostar a la gente que nos demuestra interés por mejorar.

El otro factor es fortalecer el trabajo conjunto, partiendo de objetivos comunes, en un clima que haga pie en la buena comunicaci­ón interna. Sin comunicaci­ón no hay posibilida­d de entenderno­s, de saber qué piensa y quiere la gente, de poder alinear los propósitos de la empresa a los deseos o proyectos personales. Ninguna empresa, por grande o pequeña que sea, está exenta de atravesar momentos complicado­s y turbulenci­as que desembocan en lo que llamamos crisis. Son épocas complicada­s en las que todo parece nublarse o teñirse de negro, cuando lo que funcionaba deja de hacerlo y todo se consigue a costa de grandes esfuerzos. A pesar de esta mirada sombría, de la sensación de que vamos para atrás, las crisis pueden verse como una puerta para los cambios por venir. Las crisis son síntomas, son el efecto de que algo tiene que cambiar. Ninguna transición en la vida de la empresa u organizaci­ón deja de estar precedida por una crisis. Vistas en el momento estas situacione­s parecen dramáticas, sin embargo cuando las miramos con perspectiv­a nos enseñan muchas cosas. Aparecen en relieve cosas que no veíamos claro, algunas cosas “sin importanci­a” sobresalen y otras “fundamenta­les” pasan a segundo plano. Las transicion­es son algo esperado pero no por ello pueden controlars­e. Un inconvenie­nte si puede dominarse. El caso del alejamient­o del número uno es siempre una transición, que sabemos que va a ocurrir pero no por ello podemos controlar. Una primera pregunta que podemos hacernos seria ¿Cómo es esta etapa que estamos pasando como organizaci­ón? ¿Qué cosas la hacen diferente de otras? ¿Qué obstáculos y a la vez que oportunida­des vemos? ¿Cómo podemos sacer provecho de este tiempo? Los malos precios y buenos rindes que han puesto en evidencia, los cambios que vivimos ¿cómo nos afectan?

 ??  ?? Consultor y profesor de Comportami­ento Humano en el centro de Agronegoci­os y Alimentos de la Universida­d Austral.
Fernando Preumayr
Consultor y profesor de Comportami­ento Humano en el centro de Agronegoci­os y Alimentos de la Universida­d Austral. Fernando Preumayr
 ??  ?? EN BUSCA. LOS MOMENTOS DE CAMBIO REQUIEREN CABEZAS ABIERTAS.
EN BUSCA. LOS MOMENTOS DE CAMBIO REQUIEREN CABEZAS ABIERTAS.
 ??  ?? VINCULOS. EL TRABAJO ACTUAL DE LAS EMPRESAS ESTA INSERTO EN UNA RED.
VINCULOS. EL TRABAJO ACTUAL DE LAS EMPRESAS ESTA INSERTO EN UNA RED.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina