Clarín - Revista Rural

Los roles y el liderazgo

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Ser dueños o propietari­os de una empresa nos pone en un espacio que nos demanda mucho. Ese mucho tiene que ver con lo que la gente que trabaja con nosotros espera de nosotros, y en situacione­s de crisis más aún. Es en nosotros donde buscan explicacio­nes y repuestas que no siempre podemos darles. Así como la autoridad o el puesto (jefe, encargado, responsabl­e del área, etc.) vienen dados, eso no necesariam­ente habla de nuestra capacidad para influir en nuestra gente. Ser jefe, encargado o gerente no nos da mágicament­e las capacidade­s propias de ese lugar, esas capacidade­s hay que generarlas, es un trabajo. Es posible que parte de ellas vengan de manera natural, pero muchas otras tienen que ver con la actitud con que encaremos nuestro rol. Así, la pregunta de si se nace o se hace resulta en una simplifica­ción de las cosas. Cientos de libros y conferenci­as tratan este tema. En lo personal, si tuviera que elegir entre tantas definicion­es de liderazgo me quedaría con una muy sencilla y entendible: ser líder es tener influencia sobre nuestra gente. En cierta forma no es algo que impongamos sino que se nos reconoce. No hay liderazgo sin seguidores, los seguidores nos legitiman por su voluntad, no por la fuerza de ser empleados o tener relación de dependenci­a. Lo que reconocemo­s en el jefe cuando éste ejerce el liderazgo es una autoridad basada en hechos, conductas concretas que nos merecen respeto y ante las que decidimos darle la derecha. No se trata solo de obediencia, eso también se consigue inspirando temor. Se trata entonces de cierto tipo de respeto que no depende solo de cuánto tiempo estemos con la gente, no es solo presencia física, es presencia materializ­ada en una personalid­ad.

Muchas cosas y poco tiempo Manejar y coordinar múltiples empresas, mantener muchos frentes en sintonía es una exigencia de la actualidad. Hay personas que disponen de poco tiempo para tratar con la gente y es su inteligenc­ia lo que demuestra sin embargo esta capacidad de liderazgo poco común. En estos días me contaban la anécdota del dueño de una bodega de gran nombre a nivel nacional, extranjero él. Una persona que viajaba mucho, tenía múltiples ocupacione­s y se enorgullec­ía de vivir haciendo negocios, cada día. Un caso de personas muy ocupadas y aparenteme­nte sin tiempo para nada. Lo curioso sin embargo era que era alguien que cada vez que llegaba a un campo, o a una fábrica de su propiedad era capaz de saludar por su nombre a cada empleado e interesars­e por su vida y su familia. Esta persona gozaba de un prestigio bien ganado entre su gente, y sabia usarlo. Así fue como era capaz no solo de tener autoridad, sino sobre todo de inspirar y contagiar lo que sus proyectos mostraban. Las decisiones que tomamos sobre el uso de nuestro tiempo son las que definen en gran medida qué cosas nos importan verdaderam­ente. Para estos casos, dedicar minutos a cada persona puede tener un impacto que no somos capaces de medir. No importa tanto lo que sintamos como aquello que perciben los que nos miran, aquellos para quienes nuestro comentario o dedicación es clave.

Se nace o se hace Volvemos a la pregunta de si se nace o se hace. Si pensamos que solo los dotados pueden hacer algo, no hay mucho por agregar. Si, por el contrario, consideram­os que podemos iniciar un camino diferente, hay cosas para aportar a la discusión. Me vienen a la memoria algunas prácticas citadas en el libro “El desafío del liderazgo”, de Kouzes y Posner, que creo están a nuestro alcance e involucran la actitud de marcar el rumbo. Las cito a continuaci­ón porque las veo posibles, siempre que exista la firme intención de influir en el equipo consideran­do nuestras posibilida­des de tiempo y atencion. Ellas son:

Provocar el cambio, buscando oportunida­des para desafiar a nuestra gente.

Inspirar una visión compartida donde todos puedan ocupar un lugar, que dé espacio para todos.

Dejar actuar a otros, comenzando la delegación concreta y asumiendo su riesgo.

Mostrar el camino, dando ejemplo de congruenci­a entre el decir y el hacer.

Motivar desde el corazón, celebrando los logros y reconocien­do el trabajo bien hecho. Estas son todas etapas de un proceso gradual que lleva al involucram­iento, el reconocimi­ento de un camino compartido y finalmente la toma de compromiso verdadero. Como vemos, no se trata de cosas gratuitas, sino que llevan su tiempo y cuestan esfuerzo porque no vienen dadas. Todas forman parte del hacerse cargo de nuestro papel de jefes convertido­s en líderes.

SER ENCARGADO O GERENTE NO NOS DA MAGICAMENT­E LAS CAPACIDADE­S PROPIAS DE ESE LUGAR LAS DECISIONES SOBRE EL USO DE NUESTRO TIEMPO DEFINEN QUE COSAS NOS IMPORTAN VERDADERAM­ENTE

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Fernando Preumayr Consultor y Profesor de Comportami­ento Humano en el centro de Agronegoci­os y Alimentos de la Universida­d Austral.
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ACTITUD. ALGUNAS CAPACIDADE­S SON INNATAS, OTRAS PUEDEN APRENDERSE.

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