EN MALEZAS FALTA UN INSUMO BASICO: LA INFORMACION
Durante un encuentro dedicado al tema, varios técnicos coincidieron en que hace falta producir mucho más conocimiento para resolver este grave problema.
La investigación básica es necesaria para garantizar la sustentabilidad de los sistemas de producción y agregar valor a los granos”, afirmó Roberto Benech Arnold, investigador de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) y del CONICET, y llamó la atención sobre la despareja relación que existe en la Argentina entre el volumen de su producción agrícola y el conocimiento que se genera al respecto, en comparación con los países industrializados.
Benech participó de una mesa redonda organizada durante el Congreso de Malezas, que se celebró recientemente en la ciudad de Buenos Aires, junto a Eduardo Leguizamón, de la Universidad Nacional de Rosario, y Jorgelina Montoya, del INTA.
Benech explicó que EE.UU. produce el 40% de la soja del mundo, y su producción científica está ba-
EL PROBLEMA DE LAS MALEZAS VA MAS ALLA DEL HERBICIDA, SE VINCULA CON LA GENETICA DE LAS PLANTAS
lanceada, puesto que también genera el 40% de la literatura científica mundial sobre este cultivo. Mientras tanto, la Argentina produce el 16% de la soja del mundo y sólo el 2,4% del conocimiento científico. En tanto, Brasil produce el 24% de la soja del planeta y sólo el 19% de la literatura científica.
Según esta lógica, la Argentina sólo está balanceada en el cultivo del girasol, debido a que produce 16% de los granos mundiales, y 16% de la literatura científica.
Benech se refirió en este mismo sentido en relación a la ciencia de las malezas: “En este caso, la hegemonía también la tiene EE.UU., con una alta cantidad de artículos científicos, en relación a Brasil y la Argentina. El continente americano produce el 50% de los granos del mundo (teniendo en cuenta los principales cultivos extensivos). EE.UU. genera el 60% de ese total y el 60% de la literatura de ciencia de malezas. Brasil también estaría balanceado. Pero la Argentina produce 11% de los granos y solo 4% de la literatura científica sobre ciencia de malezas”. Pese a esta situación, el investigador destacó un dato alentador: “En la Argentina publicamos poco, pero en revistas de alta calidad científica, que están indexadas”.
“Los países que producen más artículos científicos e invierten más dinero en esta materia también son más consistentes en el tiempo en la inversión científica”, afirmó, y subrayó: “Existe un desbalance en el peso que tiene la agricultura en las economías emergentes y el conocimiento generado. Esto amenaza la sustentabilidad de los sistemas productivos”.
Por su parte, Jorgelina Montoya, del INTA Anguil, advirtió sobre los cambios en el uso del suelo producidos en las últimas décadas en nuestro país, con el crecimiento del monocultivo de verano y una reducción del doble cultivo y de los cultivos de invierno. “Es un principio básico y hay sobradas experiencias de que la rotación de cultivos va a morigerar el problema de malezas. Pero ante la simplificación de los agroecosistemas, se ha querido subsanar el problema mediante la intensificación, con un aumento en el uso de herbicidas. No sólo creció el uso de glifosato, sino también de otros principios activos. Hoy tenemos más frecuencia de aplicaciones y productos de más larga persistencia”, aseguró.
Montoya afirmó que “la simplificación del sistema acarrea problemas de resistencia”, y señaló que si bien existen técnicas disponibles para afrontar el problema, muchas de ellas no llegan al productor. En este sentido, consideró que existen responsabilidades compartidas desde el gobierno, las universidades, asesores, extensionistas, comunicadores y empresas, hasta los mismos agricultores.
Según Eduardo Leguizamón, investigador de la Universidad Nacional de Rosario, el problema de las malezas va mucho más allá de los herbicidas, y se relaciona con la genética misma de las plantas. Por esa razón, cuando se encuentra una especie de malezas con descendencia persistente, en relación a la resistencia a herbicidas, las acciones se deben proyectar más allá de cada campaña: “Debemos pensar en inversión (no sólo en costos) y también en metodologías que permitan capturar esa inversión”, explicó. “Hablamos de manejo integrado de malezas hace 40 años y nos falta un montón”, lamentó.