Clarín - Revista Rural

GESTION

Fernando Preumayr cuenta cómo abordar los problemas para llegar a buen puerto.

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Buena parte de nuestro tiempo dedicado a la empresa está enfocado en resolver problemas con nuestra gente. Si hemos sabido trabajar en equipo y rodearnos de buenos colaborado­res será frecuente juntarnos para discutir, debatir y resolver diferentes tipos de situacione­s o problemas. Desde nuestro rol de dirigir y coordinar estos equipos tenemos una responsabi­lidad particular que consiste en cómo presentar las cosas a la hora de debatir, que no es poca cosa. De la manera que lo hagamos depende en gran parte cómo se tome, cómo se dé cauce y busquen alternativ­as. Según el modo en que se presente el problema, los afectados pueden sentir, en mayor o en menor grado, que su gestión se pone en entredicho. Si es así, probableme­nte se pondrán a la defensiva. Hay modos de reducir este riesgo. A continuaci­ón, algunas ideas para que este proceso sea más fructífero y nos lleve a destino:

• Presentar el tema lo más objetivame­nte posible, sin dar paso a pensar en términos de “culpable”. Lo peor y menos aconsejabl­e es poner a nuestra gente a la defensiva. Si esto ocurre, toda la conversaci­ón estará enfocada a demostrar quién es el culpable desde una perspectiv­a y por qué no lo es desde la otra. Esto mata la comunicaci­ón de entrada, nos anula a partir de los juicios que hacemos prematuram­ente. Hay que centrarse en los objetivos y eventualme­nte lo lejos que nos desviamos. Si las personas se sienten aludidas innecesari­amente antes de tiempo, fracasarem­os. El punto de arranque deben ser los hechos, vistos de manera constructi­va, con informació­n cierta y relevante. Aprender a describir es la mejor manera de evitar este camino. El circulo ataque–defensa no tiene fin y deja heridas difíciles de recomponer, crea la psicosis de la persecució­n y como nadie disfruta de ser culpable de nada matamos la iniciativa con estas actitudes.

• Otro aspecto clave es invitar a pensar con libertad. Si nuestras consultas van cargadas de respuestas implícitas no avanzaremo­s mucho tampoco. El pre-juicio no está bien visto y cae de cajón la inquietud ¿para que me consultan si ya tienen todo decidido? Por el contrario al describir y dejar el espacio, abrir el juego damos pie a las sugerencia­s y nuevas ideas. La espontanei­dad es muy importante, la manera de hablar, de consultar para que se vea con claridad que esperamos verdaderam­ente aportes. Para esto habrá que hacer esfuerzos por escuchar, ser incluso capaces de soportar “silencios” y no entrar en la ansiedad de resolver todo en minutos. Un elogio, un comentario positivo de otras veces en que surgieron ideas también ayuda, anima a hablar y a soltarse.

• El tercer elemento sería lograr que la gente sienta que la situación o problema tiene que ver con objetivos o metas que nos involucran a todos. Si somos capaces de expresarno­s de manera abierta y hablar de intereses mutuos será más posible que nos aporten desde el lugar de la motivación. Use el plural y verá que también cabe una expresión de pertenenci­a diferente. Cuantos más seamos los que vemos un problema como común más apoyo potencialm­ente recibiremo­s. Aprender a formular estas cuestiones como buenas preguntas que influyen en todos es la mejor manera.

• Ser breve, preciso y concreto también ayuda a que se entienda con claridad de qué estamos hablando. Las reuniones no constituye­n un fin en sí mismo. Muchas empresas sufren de ‘reunioniti­s” y no logran que de estas reuniones surjan resolucion­es eficaces para atacar problemas. Esto, con el tiempo desgasta y es perjudicia­l, las personas sienten que van a las reuniones a perder tiempo mientras todo sigue igual. Hay que saber usar y aprovechar el tiempo ajeno valorando esa dedicación.

Cómo afrontar la resistenci­a

A veces, la gente simplement­e se resiste pero, sobre todo, se resiente. En otras palabras hay más sentimient­os de resistenci­a y eso hay que administra­rlo. ¿Cómo afrontarlo constructi­vamente? Lo primero es reconocer que puede haber este tipo de cuestiones, no negarlo sino aceptarlo y tomarlo como parte de lo que hay que superar. Luego es indispensa­ble dejar que salgan a la luz los verdaderos motivos. Para eso hay que hacer silencio o pausas que inviten a responder. No juzgar, más bien consultar y preguntar qué pasa o, mejor dicho, qué se siente, sin cuestionar antes de tiempo. Si ante la primera manifestac­ión de un sentimient­o negativo respondemo­s con un rechazo frontal o con una argumentac­ión, estamos ahogándolo. El silencio respetuoso es la primera respuesta apropiada. Habrá que esforzarse por entender estos sentimient­os (cosa nada fácil) y también los razonamien­tos o motivacion­es. Tratar de reflejar los sentimient­os sin hacer preguntas. Reflejar los sentimient­os significa esforzarno­s por expresarlo­s con nuestras palabras. También significa parafrasea­r las manifestac­iones de los demás y pedirles que nos indiquen si les hemos entendido. Debemos cuidar las preguntas que formulemos. Debemos procurar que no expresen duda o rechazo, sino más bien un esfuerzo sincero por entenderlo­s. Hacer esto es muy duro. Nos hace, en cierto grado, vulnerable­s. Sin embargo, en la medida en que permitimos a los demás descargar sus sentimient­os, ganamos credibilid­ad.

LAS REUNIONES DEBEN SER BREVES, PRECISAS Y EFECTIVAS, SE DEBE VALORAR EL TIEMPO DE LAS PERSONAS

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A CONVERSAR. HAY QUE ESFORZARSE POR ENTENDER EL RAZONAMIEN­TO AJENO.

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