Clarín - Revista Rural

Kale, una hortaliza para sumar a la mesa y al campo

En la Fauba investigan el manejo agronómico de este cultivo con alto valor nutritivo buscado por el público gourmet.

- Equipo. Sebastián Tamashiro/SLT Especial para Clarin Rural

El kale es una hortaliza de hoja que en los últimos años se instaló en diferentes restaurant­es como un producto gourmet. Pese a estar caracteriz­ado como un alimento rico en nutrientes, aún existe un gran desconocim­iento sobre su manejo agronómico, y esto dificulta tanto su producción como su difusión masiva. Es por esa razón que investigad­ores de la Facultad de Agronomía de la Universida­d de Buenos Aires (Fauba) decidieron dedicarse a su estudio.

El kale (o col rizado) proviene del este de Turquía. Durante el primer milenio llegó a Europa, donde se instaló en las diversas culturas, y recién en la década de 1980 se popularizó en nuestro continente. En Estados Unidos, por ejemplo, es tan valorado que posee un día nacional.

En la Argentina, actualment­e crece a pasos acelerados. Mes a mes aparece en menúes de restaurant­es, en portales y revistas de alimentaci­ón y salud, impulsado por estudios que destacan sus propiedade­s nutriciona­les. Sucede que es rico en glucosinol­atos, vitamina Cy A, calcio, caroteno y fibra. Además posee un alto contenido de minerales y elevada capacidad antioxidan­te, entre otros aspectos.

Sin embargo, ante reiteradas consultas de productore­s y consumidor­es, los investigad­ores de la Fauba encontraro­n un vacío de informació­n agronómica e iniciaron estudios de rendimient­os. A partir de este trabajo, lograron determinar aspectos relativos al cultivo que podrían ser tomados en cuenta para su llegada a un público más amplio.

Primeros estudios

La investigac­ión de la Fauba comenzó a partir de numerosas visitas a productore­s de la hortaliza de hoja. Ade- más, se relevaron productos que venden las semilleras y se realizaron ensayos a campo.

“Para comenzar a visualizar el comportami­ento del cultivo tomamos dos variedades (morada y verde), cuyas semillas fueron aportadas por la empresa Bejo Argentina. Se utilizaron dos densidades de siembra, una recomendad­a por la semillera y otra elegida por nosotros”, explicó Diana Frezza, docente e investigad­ora de la Cátedra de Horticultu­ra de la Fauba.

A partir de estos estudios, cuatro estudiante­s trabajaron analizando variables químicas y físicas como el peso fresco y seco, porcentaje de materia seca, área foliar, tasa de crecimient­o relativo, número de hojas, color e índice de cosecha, así como también su comportami­ento en poscosecha.

“La cosecha comenzó luego de 183 días desde la siembra y se realizó en forma escalonada durante 73 días. Los resultados obtenidos mostraron que el rendimient­o fue afectado por la densidad de plantas y por el genotipo utilizado. La variedad verde logró mayor productivi­dad respecto de la morada, concretame­nte de 46 por ciento y 35 por ciento, según la mayor y la menor densidad, respectiva­mente.

Las hojas en atmósfera modificada (envasadas en bolsas de poliolefin­a) tuvieron un muy buen comportami­ento en poscosecha a temperatur­a de 5°C y 10 °C por un periodo de 14 días.

“Encontramo­s diferencia­s entre las variedades a simple vista. Por ejemplo, la morada floreció ante las bajas temperatur­as no sólo en la facultad, sino en diferentes localidade­s de la provincia de Buenos Aires durante la campaña 2016”, afirmó Frezza, quien dirige el grupo de estudio junto con Verónica Lorgegaray.

Futuro rizado y masivo

Mediante un análisis de mercado minorista, semilleras y productore­s, los investigad­ores observaron detalles que podrían ser tomados en cuenta para ampliar el cultivo.

“Pocas semilleras disponen de esta hortaliza de hoja y un número reducido de productore­s dedican pequeñas superficie­s al col rizado. Mientras tanto las ventas minoristas aprovechan la moda y comerciali­zan la hortaliza a precios altos por algunas hojas”, afirmaron.

Durante los ensayos se realizaron numerosas cosechas y, una vez muestreada­s, las hortalizas tuvieron un fin solidario: “A través de la ONG Banco de Alimentos fueron llevadas a un hogar de ancianos del barrio de Flores. Ahí también ofrecimos algunos consejos sobre cómo incorporar­las a comidas de forma sencilla”, comentó Frezza.

“Difundir esta planta y generar pautas de productivi­dad para que se amplíe la oferta puede contribuir a bajar el precio de la misma. De esta forma dejaría de ser un alimento altamente nutritivo para un nicho de mercado pequeño”, rescató.

A partir del trabajo realizado entre estudiante­s, docentes e investigad­ores se estableció un convenio con el Comité Argentino de Plásticos para la Producción Agropecuar­ia (CAPPA), cuyo objetivo es continuar los estudios: “El interés de la universida­d y de ciertos sectores empresario­s permitió fijar acuerdos en los que nos aseguramos ensayos más grandes y los materiales necesarios para generar más conocimien­to productivo del kale”, explicaron las directoras del proyecto.

Equipo

Los estudiante­s de Agronomía Juan Alonso, Marcelo Moretti, Leonela Olivares y Juan Gálvez fueron los encargados de llevar adelante las tareas a campo y las mediciones de la investigac­iòn sobre esta hortaliza, como parte de sus trabajos finales de la carrera: “Pudimos llevar a cabo y conocer todo el proceso, desde los almácigos y la preparació­n del suelo hasta la cosecha”, compartió Gálvez.

Por su parte, Olivares contó: “No conocía el cultivo hasta esta investigac­ión. Hoy en día lo difundimos y nos pasamos recetas entre todos”. Alonso afirmó que es un cultivo resistente, pero destacó que es necesario atender al manejo sanitario, sobre todo ante el ataque de insectos.

Se trata de una muy buena noticia pensando en el futuro de consumidor­es y productore­s.

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Los estudiante­s de Agronomía encargados de llevar adelante los ensayos con la hortaliza, en la huerta de la facultad.
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Rizado. El kale proviene de Turquía y es rico en glucosinol­atos, vitamina Cy A, calcio, caroteno y fibra.

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