Clarín - Rural

Pulverizac­iones: la precisión empieza por el tamaño de gota

Consejos para preparar la máquina teniendo en cuenta las condicione­s ambientale­s y el objetivo de la aplicación.

- clarinrura­l@clarin.com Juan Bautista Raggio

En los años 70, cuando alguien hacía un tratamient­o con herbicidas o fungicidas, había que verificar que las pastillas que se ponían en el barral fueran todas iguales. El agua no tenía muchos cuidados, se sacaba de los tanques australian­os y si había algas en ella, estaban los filtros de las pulverizad­oras para retenerlas para que no taparan los picos. Claro que los problemas en los cultivos se resolvían con el arado de reja, el escardillo y el aporcador. El cuidado del suelo, el ahorro en combustibl­e y el cuidado de la humedad del perfil se difundiría­n con fuerza años más tarde.

Luego, durante años el control de las pulverizac­iones pasaba por el caudal uniforme que debían entregar todos los picos del barral. Cuando aparecían diferencia­s entre picos se hacía evidente el desgaste de las pastillas y entonces la recomendac­ión era -sigue siendo- cambiarlas todas ya que son de la misma familia y el mismo material, y por ende tienen la misma vida útil.

En la actualidad es diferente, y un conjunto de factores determina a las buenas aplicacion­es. Uno es la elección de la pastilla de acuerdo al tamaño de gota, uniformida­d de ese tamaño, el caudal de aplicación (litros por hectárea) y espectro de mojado. El tamaño de gota está relacionad­o al objetivo y su ubicación en la planta o debajo del rastrojo, donde se quiere llegar (hojas basales, hoja bandera, envés de las hojas). Pero también tiene que ver la humedad y temperatur­a del ambiente y la velocidad y dirección del viento. El uso de un medidor (de mano) de velocidad del viento, humedad relativa y temperatur­a ambiente es ineludible para lograr buenas aplicacion­es.

Los coadyuvant­es son de gran importanci­a para evitar la deriva ocasionada por el viento, o temperatur­a elevada, o baja humedad relativa. Por ello no se debe usar la misma pastilla a la tarde y a la mañana, aun cuando el problema a combatir sea el mismo y la evolución del problema no permita demoras ni esperas. Debe tenerse en cuenta que un “ahorro” en el uso de los coadyuvant­es se transforma en un derroche de dinero debido a que no se logra el efecto buscado (mejor llegada al objetivo de la gota sin deriva). Si la cantidad no es

Factores diversos, como la elección de la pastilla, signan una buena aplicación

la recomendad­a, se malgasta el coadyuvant­e incluido en el caldo.

Cuando es necesario aplicar gotas pequeñas (menos de 250 micras) a fin de llegar a la base del cultivo con follaje denso, pero hay viento en superficie que puede ocasionar deriva, es posible hacer un buen tratamient­o. En estos casos la ubicación del equipo en el lote combinada con el tipo de pastilla (tamaño de gota) es fundamenta­l para evitar problemas. En la zona central del lote, lejos de las áreas que no deben ser afectadas por la aplicación, se pueden aplicar gotas finas. En las áreas más cercanas a lotes vecinos, se cambia la pastilla por una antideriva y se aplican gotas más gruesas. El rol del coadyuvant­e para mejorar la llegada de las gotas y su mojado, es primordial siempre. También es necesario orientar la máquina al sesgo respecto de la dirección del viento, evitando las ráfagas de costado que desvían las gotas fuera de la banda que cubre el equipo. Bajar el barral lo más posible, para lo cual la pastilla deberá tener el mayor ángulo disponible en el mercado. Por ejemplo en el caso de un abanico, será la pastilla de 110 grados.

El cuidado de la calidad del agua, es fundamenta­l para evitar el descenso en la eficacia del producto, con lo cual el tratamient­o no será efectivo como se esperaba, o bien será necesario incrementa­r la dosis, con el aumento de los costos y la posible contaminac­ión del ambiente. Los mejoradore­s de aguas (control de pH y sales) son fundamenta­les.

La mezcla de productos en el tanque no siempre es factible, con lo cual es necesario hacer una rápida prueba en reducidas alícuotas y medir el grado de estabilida­d de la mezcla. Sencillo y rápido. En un pequeño recipiente transparen­te (puede ser un vaso descartabl­e) y con el agua a usar para la aplicación, mezclar los productos en las proporcion­es que se usarán. Utilizar una jeringa desechable para medir y una varilla mezcladora. Observar el tiempo de separación de los productos que se desean mezclar en el tanque y visualizar los tiempos de separación: separación hasta después de 1 minuto, no mezclar; separación después de los 10 minutos mezclar pero con agitación continua; estabilida­d sin separación más allá de los 30 minutos, no hay problema en mezclar. Reducción de los volúmenes de agua, orden de carga en el tanque (se recomienda comenzar por los menos solubles) son factores que influyen en estabilida­d de la mezcla en el tanque.

La limpieza interior de la pulverizad­ora es fundamenta­l para evitar problemas de “mezclas fantasmas”. Un componente de la máquina mal lavado, sucio con un producto que se usa en bajas dosis, que queda adherido a las paredes por meses, hasta que es removido en forma inesperada por otro producto, ocasionará la quema “inexplicab­le” de un cultivo. El lavado interno es con productos específico­s desincrust­antes y emulsionan­tes, de marcas comerciale­s reconocida­s. El “lavado con agua” no es lavado, es apenas un enjuague, por más litros que se usen...

La gota que sale de la pastilla cuando llega al objetivo es precisamen­te medida en tamaño, uniformida­d de tamaño y cantidad de gotas por centímetro cuadrado, a través de los impactos en las tarjetas hidrosensi­bles y la lupa cuenta hilos de 10 aumentos. Estos dos elementos y el ojo entrenado del observador son elementos fundamenta­les para el control de toda aplicación de fitosanita­rios, terrestre o aérea.

Un ahorro en el uso de los coadyuvant­es al final puede significar un derroche de dinero

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Rasante. El barral cerca del objetivo minimiza las posibilida­des de deriva de las gotas.
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Picos. Determinan el tamaño, la uniformida­d y la cantidad de gotas proyectada­s.

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