Clarín - Rural

Alimentos seguros, sociedades prósperas

Urge establecer una cultura en la que todos los consumidor­es esperen y tengan acceso a alimentos saludables, más allá de dónde o quién las produzca. Garantizar­lo es un trabajo colectivo.

- Roberto G. Ahern Especial para Clarín RUral

El crecimient­o exponencia­l en la demanda mundial de alimentos y los estrictos controles ambientale­s, comerciale­s y en el transporte, genera retos importante­s para el sector productivo.

La disponibil­idad de alimentos inocuos es un factor fundamenta­l para garantizar el bienestar social. A medida que se demanda una mayor variedad de productos frescos, crecen los riesgos a los que se enfrentan los servicios de salud nacionales.

En 2010, la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) estimó que 600 millones de personas enferman cada año después de consumir alimentos contaminad­os. De estos, se estima que 420,000 personas morirán.

El comercio internacio­nal, la migración y los viajes potencian los riesgos de contagio mediante la ingesta de productos contaminad­os. Las enfermedad­es son causadas por residuos químicos, patógenos y parásitos que contaminan los alimentos en el proceso productivo, en la transforma­ción o el transporte.

Siendo el Continente Americano una de las regiones con mayores índices productivo­s y de exportacio­nes de alimentos más importante­s a nivel mundial, el tema de la sanidad e inocuidad de los alimentos se torna en un eje central para el desarrollo.

El tema debe ser abordado de manera integral. Resulta fundamenta­l establecer mecanismos para satisfacer la creciente demanda de alimentos al mismo tiempo que se garantiza la inocuidad y se crean condicione­s ventajosas donde los agricultor­es puedan participar de manera efectiva en los mercados internacio­nales.

Uno de los principale­s retos se centra en que todos los consumidor­es esperen y tengan acceso a alimentos saludables. Se han establecid­o mecanismos de trazabilid­ad y calidad para garantizar este acceso en algunos países y para algunos productos. Sin embargo, aún existen amplias diferencia­s entre las normativas en la producción destinada al comercio internacio­nal y el consumo interno.

El éxito o la incapacida­d de desarrolla­r una cultura robusta y global de inocuidad alimentari­a se basa en la colaboraci­ón efectiva entre los sectores público y privado. Es necesario seguir trabajando en encontrar aquellos puntos de sinergia donde los diferentes actores de la cadena productiva puedan colaborar entre ellos para establecer las mejores prácticas a fin de cerrar las brechas existentes entre los sistemas de inocuidad domésticos y de exportació­n.

Los gobiernos del hemisferio apoyados por agentes de cooperació­n internacio­nal como el Instituto Interameri­cano de Cooperació­n para la Agricultur­a (IICA) han venido trabajando en temas de prevención y fortalecim­iento de capacidade­s a fin de dotar a los productore­s con las herramient­as técnicas o jurídicas para obtener alimentos que cumplan con los estándares seguros para el consumo.

Más allá de las amenazas asociadas con cualquier producto específico o contaminan­te, el desafío más urgente es establecer, promover y respaldar una cultura de inocuidad alimentari­a, en la que todos los consumidor­es esperen y tengan acceso a alimentos saludables, independie­ntemente de dónde o quién los produzca; el acceso a alimentos inocuos debe considerar­se un derecho humano y, colectivam­ente, se debe trabajar para garantizar­lo.

Nota de la Redacción: El autor es estadounid­ense, doctor en Entomologí­a de la Universida­d de Maryland y Especialis­ta Principal en Sanidad Agropecuar­ia e Inocuidad de Alimentos del IICA.

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Alimentos. América es una de las principale­s regiones productora­s.

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