Clarín - Rural

No perder el foco

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

En estos tiempos de turbulenci­as es importante no perder el foco. Para el agro, en su continuo huir hacia adelante, no perder el foco es volver a las fuentes. La impronta innovadora fue lo que permitió sobrevivir a la catástrofe de un modelo que sólo imaginó la forma de capturar la renta generada por la innovación.

Se cumple este año el 30 aniversari­o del nacimiento de Aapresid, sin duda la institució­n que lideró el proceso de cambio tecnológic­o que dio origen a la Segunda Revolución de las Pampas. Por si hace falta lo reitero: la primera fue la de la conquista territoria­l. La Segunda fue la de un salto productivo fenomenal, originado por la incorporac­ión masiva del conocimien­to. La era de la inteligenc­ia y la razón aplicada sobre el fenomenal sustrato natural de nuestras pampas.

En estas tres décadas, triplicamo­s la producción agrícola en volumen y la quintuplic­amos en valor. La cadena agroindust­rial edificó la estructura más competitiv­a del mundo, tanto que cuando la Argentina está en el mercado, el resto espera. En particular con el complejo soja y ahora con el maíz. Y con el trigo avanzando hacia la recuperaci­ón del status que supo tener a principios del siglo XX, cuando fuimos Granero del Mundo.

La Siembra Directa, con mayúsculas, fue sin duda la abanderada de esta enorme transforma­ción. Cuando hacía sus pininos, apareció la soja RR, el primer evento biotecnoló­gico aprobado a nivel mundial. La ola fue imparable. Millones de hectáreas destinadas al pastoreo, infestadas por malezas “de combate obligatori­o” (pero que nadie podía combatir), pasaron a la agricultur­a moderna. En manos de nuevos empresario­s, apoyados en una estructura de contratist­as que el mundo añora.

El sello de la nueva agricultur­a fue la eficiencia en el uso del capital y el ahorro de costos. Con la mirada puesta en la mejora del suelo y del medio ambiente. La eficiencia es el primer paso de cualquiera que desee hablar, con fundamento y objetivida­d, de ecología. Enorme reducción del consumo de combustibl­es, sustitució­n del laboreo por la aplicación de herbicidas de bajo impacto ambiental e inocuos para la salud humana, como el tan vapuleado glifosato. Es una gran noticia que esta semana haya recibido, finalmente, el salvocondu­cto de la FDA de los EEUU, con una declaració­n pública de inocuidad.

Pero además de la siembra directa y la biotecnolo­gía, la Argentina arrojó una interminab­le cascada de innovacion­es con la impronta de la “agricultur­a liviana”. Menos kilos de fierro por kilo de maíz, trigo o soja producidos. Más toneladas por hectárea por milímetro de agua caída. Más eficiencia en el uso del nitrógeno gracias al uso masivo de inoculante­s en las leguminosa­s, donde el país hace punta con empresas que se han internacio­nalizado (Rizobacter). El silobolsa, donde también la Argentina lidera en el mercado mundial. La fibra de carbono, un nuevo elemento que amenaza la vigencia de la Edad de Hierro en la Agricultur­a.

Hay muchas más cosas en el pipeline. La ola de las aplicacion­es de herbicidas con equipos capaces de sólo tratar los manchones afectados. Las decenas de startups con aplicacion­es para hacer más eficiente el uso de nutrientes, con aplicacion­es sitioespec­íficos. La fuerte penetració­n de los cultivos de servicio o de cobertura, que también tienen que ver con la eficiencia ambiental ya que, alternativ­amente, ahorran o consumen agua, y reducen los tratamient­os fitosanita­rios.

La Segunda Revolución de las Pampas es la que hizo viable a la Argentina, la de ahora y la que venga. Lo bueno es que está ahí, vivita y coleando, y con mucho hilo en el carretel.

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