Tras el coronavirus, China revaloriza a los alimentos
El gigante asiático ha decidido aumentar las importaciones de carne y soja mientras supera la crisis sanitaria.
El precio de los alimentos aumenta en China debido al efecto combinado de la “fiebre porcina”, que la golpea desde hace un año y medio, y del coronavirus desatado a partir de diciembre del año pasado, que le provocó más de 80.000 infectados y 4.400 muertos.
Finalmente, el 13 de marzo, cuando el presidente Xi Jinping se hizo presente en Wuhan, sólo hubo 8 casos nuevos en la provincia de Hubei, en tanto que en las 26 provincias restantes de la República Popular aparecieron sólo 7 nuevos casos, de los cuales 6 provenían del exterior, sobre todo de Europa.
Ahora, el coronavirus ha sido controlado, y más de 62.000 enfermos se han recuperado y se ya encuentran en sus hogares y lugares de trabajo. A esto se suma la normalización creciente de las actividades productivas, incluso en la provincia de Hubei y la ciudad de Wuhan, epicentro de la crisis.
El precio de los alimentos fue el que más se elevó, con un alza asombrosa de 116% en la carne de cerdo, que es el núcleo de la dieta del pueblo chino (la ingesta de carnes es 57 kilos por año por cabeza y más de dos tercios proviene de la carne porcina).
La comparación con el aumento de precios de otros productos del consumo chino es altamente esclarecedora: los precios de la vestimenta aumentaron 0,6%; las verduras, 17%; y la atención médica 2,3%.
La expectativa ahora es que la dupla “fiebre porcina” más coronavirus lleve el nivel de precios al consumidor a 4% por año, o más, al menos hasta finalizar 2020. El Covid-19 ha afectado la economía china –la segunda del mundo, con U$S 14.1 billonessólo por el lado de la demanda, no de la oferta, que está intacta y en pleno proceso de transformación (la “economía digital” cubre ya más de 40% del PBI). Por eso el gobierno chino ha decidido aumentar con carácter urgente las importaciones de carne, soja y harina de soja el resto del
los motores se queman, que la aplicación es despareja, que no sirve para esto o para aquello. Seguimos usando las boquillas de siempre, pulverizando bajo el sencillo expediente de hacer pasar el líquido a presión por un orificio delgado.
Bueno, el año pasado “Tecnopulverización”, una empresa de Laboulaye especializada en electrónica, volvió a la carga con el sistema. Y tuvo un éxito impensado: logró premios a la innovación (el jurado joven obviamente no conoció el Agua/Cero) y despertó un enorme interés, ya que se insertaba en el nuevo paradigma del control ambiental.
En Expoagro apareció de la mano de D&E, nada menos. En buena hora. Esta es la empresa pionera en agricultura digital, desde aquellos Dickey John para las sembradoras hasta el actual Weed Seeker, el aplicador selectivo que (junto con Weed It) está penetrando fuerte en el sector.
El segundo revival es el del silopaq. Se trata del sistema de “henolaje” (“haylage”), de conservación del forraje húmedo por vía de la fermentación láctica. También es viejo: arrancó hace 30 años de la mano de Vassalli,
que desarrolló e introdujo la primera empaquetadora de rollos, que utiliza polietileno stretch para envolverlos y sellarlos, evitando el contacto con el oxígeno del aire.
El sistema tenía (y tiene) enormes ventajas. Primero, se hace con una máquina de enorme difusión como la rotoenfardadora. Segundo, al no dejar el pasto cortado mucho tiempo a la intemperie, esperando que se seque, se evitan pérdidas que a veces son totales. Y al trabajarse el pasto húmedo, se cosecha más y mejor calidad, particularmente en el caso de la alfalfa.
Pero llegaron las picadoras automotrices y el mercado se volcó rápidamente hacia ellas. Sin embargo, en el mundo siguió su camino. En Europa, en Canadá, no tanto en Estados Unidos (donde “bigger is better”), y muchísimo en Uruguay. Ahora reaparece en la Argentina, de la mano de Yomel, una empresa con muchos años en la tecnología del forraje. Alguna vez dije que la primer máquina forrajera de la Argentina era la Moscato, la famosa cardera creada en 9 de Julio hace más de medio siglo, y que desde entonces fabrica Jorge Médica en Yomel.
La innovación está en la rotoenfardadora, que ahora troza el pasto y resuelve tres cuestiones: logra un rollo más compacto, con lo que se ahorra malla de atado y film de envoltura; mejora la calidad del rollo por menor presencia de oxígeno; y facilita la distribución y mezclado en el mixer. De la mano de estas ventajas, se cuenta con una herramienta más que interesante para bajar costos y mejorar la calidad del forraje.
Más allá de estos “revivals” tan interesantes, conviene resaltar otros hechos relevantes. Primero, todo está cada vez más atravesado por el concepto de sustentabilidad. En ese sentido, la Argentina viene haciendo punto con su sistema de siembra directa, el silobolsa, las pulverizadoras automotrices livianas, etc. En este último caso, se consolida la presencia de botalones de mayor ancho de labor, basados en materiales livianos. Se los vió no solo en el stand de John Deere y de Pla, que utilizan fibra de carbono. Por ejemplo, el debut de la Patriot de Case, que ofreció uno de 36 metros.
Bajo el mismo paradigma de la sustentabilidad, FPT (la división de motores y transmisiones de Fiat) remarcó su postulado por el gas y el biogás. Scania, por su parte, presentó también sus líneas de motores a biocombustibles, tanto biogás como biodiesel. Sus motores se exhibieron también en otra que volvió renovada, como Vassalli. La gran marca argentina de cosechadoras –ahora en manos de un grupo económico financiero que se hizo cargo de la operaciónirrumpió en Expoagro con un modelo axial (la V770) y motor Scania de 430 HP. Al visitarlos, recordé una frase que me dijo don Roque Vassalli, en un momento muy critico hace cuarenta años: “Nosotros sabemos levantar el trigo”.
La vida continúa, más allá del coronavirus. Y en esa continuidad, la creatividad y la manía de huir hacia adelante (a veces recogiendo cosas que habíamos olvidado…) permitirán seguir construyendo competitividad. Eso somos.