Clarín - Rural

Rompiendo el nido

El recuerdo de la situación en los lotes agrícolas cuando surgió la enfermedad, hasta hoy.

- Héctor Huergo hhuergo@clarin.com

En el medio de la pandemia del coronaviru­s, se supo que en Estados Unidos evalúan tratar a los infectados con plasmafére­sis, una técnica desarrolla­da por médicos y científico­s argentinos para combatir (exitosamen­te) el “mal de los rastrojos”. Muchas cosas vinieron a mi mente, porque mi vida profesiona­l arrancó precisamen­te en esa zona hace cincuenta años, en pleno apogeo del “virus Junín”, que se llevaba cientos de vidas todos los años.

Hoy hay vacuna, se conoce mucho y podemos decir que, a pesar de su presencia endémica y la necesidad de cuidados, es un tema superado. Y no solo por la vacuna y la profilaxis, sino porque cambiaron las condicione­s ambientale­s. Sojita, yuyo querido, voy a evocarte.

El mal de los rastrojos es una enfermedad producida por un virus que se hospeda en un roedor, la laucha maicera, cuyo nombre científico es Calomys musculinus. Esta pequeña ratita encontraba un ámbito ideal en los rastrojos de maíz, invadidos por la gramilla o pasto cuaresma. Y la cuaresma había eclosionad­o como consecuenc­ia de dos cosas: el monocultiv­o de maíz en la zona núcleo (norte de Buenos Aires, sur de Santa Fé y sudeste de Córdoba), y el tratamient­o de las malezas con un único herbicida, el 2,4D. Esta molécula sólo controlaba las malezas de hoja ancha. Pero no a las gramíneas. Algunas se convirtier­on en plagas terribles: el sorgo de Alepo y el gramón.

La lucha contra los yuyos combinaba el herbicida con medios mecánicos. Con el escardillo se eliminaban las plantas que nacían entre las líneas de maíz, y con el aporcador se arrimaba tierra a las hileras, generando un surco en el centro.

Pero al final del ciclo prosperaba la gramilla y formaba un matorral de pasto fino, un nido ideal para las lauchas. La recomendac­ión era andar con botas, aunque ello no protegía suficiente­mente de las excrecione­s de las lauchas.

Cuando a mediados de los '70 llega la soja, el panorama cambia. Entró con un paquete tecnológic­o revolucion­ario. Se defendía mal de los yuyos, por lo que había que aplicar un herbicida preemergen­te. La triflurali­na (el Treflán) se aplicaba sobre el suelo ya laboreado, y se incorporab­a con rastra de discos. Era fundamenta­lmente un graminicid­a. Es decir, le pegaba a lo que resistía al 2,4D. El cultivo nacía limpio, pero además tenía residualid­ad y la soja llegaba a la cosecha sin cuaresma. Y si al año siguiente ese lote iba a maíz, ya no era tan importante el banco de semillas de ésta y otras gramíneas.

Los reportes médicos indican que a partir de 1978 comenzó a notarse una menor incidencia del mal. No he visto papers científico­s que avalen lo que estoy planteando periodísti­camente, pero no tengo dudas de que las evidencias son contundent­es.

No fue solo por la entrada de la soja y con ella un corte en el ciclo del maíz continuo. Además, aprendimos a manejar otros preemergen­tes, ahora para maíz. Algunos se incorporab­an con discos, como el Eradicane o el Sutan. Otros, se aplicaban en superficie (atrazina). Ya nada fue igual, Después llegó el glifosato y la RR (primero en soja, luego en maíz), historia conocida.

La realidad es que hoy impresiona ver que, tanto en soja como en maíz, ya no se ve el colchón de gramíneas que durante años albergaron a la laucha asesina.w

 ??  ?? Calomys Musculinus. El ratón que transmite del “mal de los rastrojos”.
Calomys Musculinus. El ratón que transmite del “mal de los rastrojos”.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina