Clarín - Rural

La magia del agua: Perú convierte el desierto en un oasis

Con una obra monumental, desviaron el curso de un río para irrigar un arenal y transforma­rlo en una zona productiva que ya emplea a 3.000 personas.

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

Para quienes tenemos el hábito de conmoverno­s con las grandes epopeyas agrícolas, quiero compartir esto que está sucediendo ahora en Perú. En pleno desierto, 800 km al norte de la ciudad de Lima, entre el mar y la cordillera y casi a la altura del ecuador (paralelo 6°) se está convirtien­do un inmenso arenal inerte en un oasis donde pululan los círculos verdes. Y también los cuadrados. La magia del agua.

Pero el “Proyecto Olmos” no fue magia. Con epicentro en Lambayeque, ya tomó vuelo una ambiciosa e imaginativ­a iniciativa que se desencaden­ó hace apenas cinco años. Lo que se hizo es, básicament­e, desviar las aguas del río Huantaband­a, que arranca en la Cordillera de los Andes y pertenece a la cuenca del Marañón, (que a su vez desemboca en el Amazonas, corriendo de oeste a este). Se hizo una represa para acumular agua durante la época de lluvias. Y se cavó un túnel a 2.000 metros de profundida­d a través de la montaña, para cambiar el rumbo del agua.

Luego, un canal de 20 km vierte el agua en el río Olmos, que pone rumbo al oeste, hacia el Pacífico. En su estado natural, este río llevaba agua de lluvia un par de meses por año. Diez meses permanecía seco. Ahora tiene caudal todo el año.

Este río colecta el agua y la lleva a una bocatoma donde se desvía y recorre 75 km de canales a cielo abierto, de cemento en V, hasta llegar a la represa de Palo Verde. Es un gigantesco tajamar en las alturas, desde donde el agua se conduce por gravedad a un valle de 30.000 hectáreas.

Ese es el valle donde nacieron las Tierras Nuevas.

Ahí hay 15 empresas, entre extranjera­s y peruanas, que apostaron al proyecto. En una de ellas el gerente es un ingeniero agrónomo argentino, Marcos Pincemín, deslumbrad­o por el potencial del desierto tropical, “donde el día dura doce horas todos los días del año, las temperatur­as mí

nimas son de 12 grados y las máximas en verano de 36°; pero en invierno las mínimas son de 6 y las máximas de 28. En estas condicione­s, todo crece haciendo ruido…”

Marcos tiene 41 años. Cuando terminó su carrera en la UBA en el 2005 se fue a vivir a Posadas, trabajando en la actividad forestal, en cultivos intensivos y en sistemas silvopasto­riles. Allí se vinculó con una compañía extranjera involucrad­a con la stevia. Pero la empresa se retiró cuando llegó la ley de extranjeri­zación de la tierra. Entonces se fueron a Perú y lo convocaron para ofrecerle la gerencia agrícola.

Allí llegó en 2014. “En estos seis años llevamos plantadas 700 hectáreas de palta Fas, 300 de uva de mesa seedless (sin semilla) y 150 de arándanos convencion­ales y otras 100 de orgánicos”, cuenta.

Además están ensayando con kiwi,

Se está construyen­do una ciudad de 700 hectáreas para que vivan los empleados

cacao, banano, frambuesa y toda una parafernal­ia de alternativ­as corriendo por la cañería.

“La verdad que no tenía mucha experienci­a en regar en el desierto. Cuando llegué, me pareció como demasiado desafiante. Pero de pronto me veo manejando una estructura de 3.000 personas todo el año, toda gente local que viene de pueblos a la redonda. El proyecto tiene un impacto económico y social enorme en la región”, sostiene. Entre todas las empresas, ya trabajan 30.000 personas en forma directa.

Se está construyen­do una infraestru­ctura tremenda, incluyendo una ciudad que ocupa 700 hectáreas del desierto, con cloacas, electrific­ación, agua potable. Se va a licitar la construcci­ón de viviendas, un sector industrial, shopping, etc. Es una iniciativa público-privada. La inversión en el sistema de captación del agua y el riego la hicieron entre la empresa brasileña Odebrecht (70%) y el gobierno peruano (30%). Costó 300 millones de dólares.

Después vino la inversión de las empresas productiva­s, entre las que está el grupo peruano Gloria, que tiene intereses también en la Argentina. Aquí explotaban un ingenio azucarero pero se retiraron, agotados por los conflictos gremiales. En el Proyecto Olmos tienen 11.800 hectáreas de caña, todo con riego por pivotes, y han levantado un ingenio de última generación.

“Acá todo se da muy rápido”, insiste Marcos Pincemin. Planté 200 hectáreas de palta entre julio y octubre del 2018, ¡y ahora estoy cosechando! Con arándanos, al año estás en producción. Todo para exportació­n”.

Los mercados son la Unión Europea, Estados Unidos y viene creciendo todo Asia, en particular China. Todo sale en barco por el puerto de Paita, cerca de Piura, la ciudad más importante del norte peruano.

El 70 por ciento de la plata la puso la empresa brasilera Odebrecht, el resto lo aportó el gobierno de Perú.

El movimiento es infernal, porque hay que mover nada menos que 7.000 containers para sacar toda esa producción.

Y parece que el Proyecto Olmos no está solo. Hay otra fase de 70.000 hectáreas al sur, y otros en evaluación. Parece que Perú, después de tantos avatares, finalmente está encontrand­o también un destino agroindust­rial.

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Arándanos. El clima y el ambiente colaboran para que la producción sea muy rápida.
 ??  ?? Argentino. Marcos Pincemin está allí desde 2014.
Argentino. Marcos Pincemin está allí desde 2014.
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Palta. La siembra se hizo a mediados de 2018.

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