La eficiencia, una materia pendiente
Actualmente se pierde un 20% del potencial de producción por no expresar al máximo el peso de faena.
Durante las últimas dos décadas, la toma de decisiones en ganadería de carne han sido poco programadas. Este año no es la excepción. A los factores internos se agregan los globales por esta pandemia que no da respiro y de alguna manera ejerce su impacto en la indispensable programación a mediano plazo.
Buscar eficiencia en este contexto es el desafío. Ya hemos visto que, en el engorde a corral, más días de permanencia, con buenas performances, significará más eficiencia productiva por dilución de costos fijos. El mercado interno argentino sigue siendo caprichoso, buscando reses de bajo peso y buena terminación, desestimando la capacidad de entrega de kilos con calidad de carne por parte de esos individuos. Como consecuencia, no se respetan los ciclos de crecimiento y se utilizan los ingredientes alimenticios sin que se exprese el máximo potencial de conversión en Kg de carne.
Con recrías adecuadas y un inicio correcto las tres primeras semanas de los animales en el corral, podemos pasar a raciones de alta concentración energética. Garantizar homogeneidad en la dieta a partir de la cuarta semana de ingreso, hasta el final del engorde, con gran consistencia y sin cambios de ingredientes en medio del ciclo, darán como resultado una producción estable sin presencia de desórdenes digestivos, muchas veces subclínicos, como la acidosis, que producen un encarecimiento del costo y hasta pérdida de calidad de carne. Muchos de estos cuadros no son percibidos por el productor y esto agravado cuando no se tiene una buena toma de datos y se forma una historia a través de los años que permita detectar precozmente la ineficiencia.
La investigación internacional, encabezada por los Estados Unidos, pero también en centros de Argentina, nos muestra claramente cuáles son los puntos de pérdidas y qué hacer para que esto no ocurra, pero en el campo y el día a día, repetimos errores, no dando importancia al factor más importante que es el manejo.
Es necesario que cada establecimiento logre su verdadero punto de equilibrio en cuanto al tiempo en los corrales, pero la permanencia en el corral no debería ser inferior a los 120 días.
Nuestra genética nos indica que 420 Kg de mínima en machos y 380 Kg de Peso Vivo en hembras, debería ser lo mínimo a la hora de la faena. Explotando lo máximo que nos ofrecen los planes genéticos, haríamos más eficientes aun los sistemas de alimentación, mejor utilización del recurso nutricional y bajar costos productivos de manera real. Entre una buena y una mala historia sanitaria y nutricional puede haber diferencias de performance de un 30% en eficiencia, y entre una genética adecuada y una no tanto también hay mucha diferencia. Perdemos al menos un 20 % de producción por no dejar expresar al máximo el peso de faena.
En Argentina, ha llegado la hora de ser eficientes sin esperar que alguna variable nos ayude a subsistir, perjudicando a parte de la cadena productiva, como ocurre durante las últimas décadas.
Nota de redacción: el autor es presidente del laboratorio Vetifarma.