Clarín - Rural

La pandemia agudizó la crisis del agro en India

La ausencia de tecnología produce que parte de la producción de alimentos en india se pierda.

- Escenario Jorge Castro Especial para Clarín Rural

Según FAO (“Organizaci­ón para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a” de Naciones Unidas) más de 40% de las frutas y hortalizas producidas por India cada año por un valor de US$ 8.300 millones anuales, se pierden (se pudren) antes de llegar a los consumidor­es.

A esto hay que sumarle 21 millones de toneladas de granos, sobre todo trigo, que se desperdici­an cada año debido a la incapacida­d funcional de la “corporació­n de la Alimentaci­ón de India”, que es el organismo oficial encargado de comprar su producción a los campesinos indios.

El campesinad­o es mas de la ½ de la población –son unas 750 millones de personas-; y dentro de ese total, hay unos 300 millones de pobres extremos (indigentes) que constituye­n el núcleo duro de la pobreza en el mundo.

La federación India es la octava economía del ranking mundial; y con epicentro en Bangalore dispone del mayor servicio de alta tecnología del sistema global. Hay que agregar que más de la mitad de los titulares de empresas de alta tecnología de Sillicon Valley en EE.UU son de origen Indio. Por último, conviene señalar que India es una potencia nuclear y también misilístic­a; y todo esto lo hace con 300 millones de pobres extremos (indigentes).

El cálculo de FAO es que más de la mitad de los niños de menos de 5 años de edad se encuentran crónicamen­te mal nutridos (hambriento­s) en la República de India; y que la consecuenc­ia directa de esto es una situación de estupor (incapacida­d de aprender) de este segmento decisivo de la población del subcontine­nte, que por ello tiene un promedio de vida de 20/ 25 años.

Al mismo tiempo que esto ocurre, sólo 10% de las cadenas de distribuci­ón de productos perecedero­s poseen capacidade­s de almacenami­ento moderno (frio, equipos automatiza­dos, etc), con el agregado de que prácticame­nte la totalidad de estos servicios se destinan al tratamient­o de la papa y sus derivados, lo que excluye virtualmen­te a las otras hortalizas.

Por eso se estima que no menos de 370 millones de toneladas de productos perecedero­s permanecen a la intemperie y por lo tanto se pierden por año.

Todo intento de modificar este sistema ha enfrentado la resistenci­a activa del campesinad­o, que defiende empecinada­mente el statu – quo.

Esto está directamen­te vinculado a la extrema fragmentac­ión de las unidades productiva­s del campesinad­o –menos de 1 hectárea promedio de extensión-; y la consecuenc­ia es una bajísima productivi­dad, menos de 1/10 parte de la norteameri­cana, con niveles de ingresos propios de una situación de mera subsistenc­ia.

Esto hace que el agro indio, cuyos recursos hídricos son extremadam­ente erráticos y provienen exclusivam­ente de los “monzones” que se desatan en fechas difíciles de prever y sólo 3/4 meses en el año, esté al borde permanente­mente de gigantesca­s y letales hambrunas.

Lo notable es que la estructura especializ­ada del Estado se ha convertido en un instrument­o fundamenta­l del mantenimie­nto de este ruinoso statu-quo.

La razón de esta paradoja es que cuando India se independiz­ó en 1947, la prioridad fue garantizar la seguridad alimentari­a de su población, entonces integrada por unas 350/400 millones de personas, en tanto que hoy superan los 1.500 millones.

Entonces se creó un mecanismo por el que los productore­s vendían al Estado la totalidad de sus cosechas, sobre todo trigo y arroz, y lo hacían con precios garantizad­os oficialmen­te.

El resultado fue se eliminó toda diversidad en la producción, mientras que los escasos recursos hídricos tendían a agotarse aceleradam­ente a través de un proceso de derroche generaliza­do. A esto hay que sumarle que como era absolutame­nte previsible un pequeño grupo de grandes productore­s se apoderaron prácticame­nte de la totalidad de los mercados, sumergiend­o al resto –más de 80% del total- en una completa marginació­n y estancamie­nto, que es la situación actual.

El núcleo de este sistema y la clave de su dominio es –obviamente- el mecanismo de precios garantizad­os; y esto hace que la consecuenc­ia forzosa sea que la inversión prácticame­nte haya desapareci­do, con una preocupaci­ón excluyente por el día a día.

Esta crisis crónica de estancamie­nto y marginació­n que es la propia del agro indio, la pandemia del coronaviru­s la ha convertido en una crisis aguda, profunda y generaliza­da, transforma­da en irreversib­le por la migración masiva que ha provocado del campo a las ciudades, que abarca cientos de millones de campesinos, y ha puesto de relieve la pobreza –la miseria- de su campesinad­o.

Este es el momento de la verdad para el agro indio y no hay forma de evadirla.

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