Clarín - Rural

Biden, medio ambiente y agro

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

En una mirada rasante, lo que aflora como el acontecimi­ento de la semana es la continua suba de los precios agrícolas. La soja rumbo a los 600 dólares, el maíz en 250, el trigo en 270, etc. Ya sé: acá esos precios sufren el recorte de las retencione­s y la brecha cambiaria. Pero estamos frente a un acontecimi­ento mayor.

Sin embargo, hubo esta semana un hecho mucho más relevante para el campo y la agroindust­ria argentinos. Y que de alguna manera está vinculado también con el nuevo boom de los commoditie­s agrícolas. Se trata de la Cumbre ambiental convocada por el nuevo presidente de los Estados Unidos Joe Biden. El líder demócrata revirtió de un plumazo la política negacionis­ta de su antecesor Donald

Trump respecto al cambio climático, y anunció su propuesta de reducir las emisiones de CO2 a la mitad para el 2030.

Esta decisión es un definitivo espaldaraz­o a la transición energética, lo que tiene fuerte impacto en la perspectiv­a de los precios agrícolas. Una de las consecuenc­ias del ninguneo de Trump al problema del calentamie­nto global (aunque finalmente tuvo que admitirlo) fue diluir la perspectiv­a de los biocombust­ibles, creando fisuras con los farmers, una base republican­a tradiciona­l.

El 40% de la cosecha de maíz norteameri­cana se destina a la elaboració­n de bioetanol. Entre la falta de entusiasmo de Trump y la pandemia, que redujo el consumo de combustibl­es para el transporte en todo el mundo, el negocio del etanol perdió viento. Pero ahora los mercados agrícolas suman esta nueva perspectiv­a. Lo mismo sucede con el biodiesel. El precio del aceite está volando y no es solo porque los stocks de soja están ajustados, sino por el impacto de la nueva demanda. Estados Unidos, en la era Trump, trabó la importació­n de biodiesel de la Argentina (el principal productor mundial), lo que produjo una hecatombe en nuestro complejo agroindust­rial. Este biocombust­ible obtenido por la transester­ificación del aceite de soja es la etapa superior del proceso de agregado de valor de la oleaginosa.

En la transición hacia un mundo descarboni­zado, los biocombust­ibles juegan un papel ineludible en el transporte. La movilidad eléctrica también recibió un fortísimo respaldo. Las acciones de todas las compañías involucrad­as dieron un respingo: Arrival (9.8%), Fisker (12.1%), Greenpower Motor (7.3%), Nikola (4.2%), Tu Simple (9.6%), Canoo (5.8%), Lucid-Churchill (4.6%) and QuantumSca­pe (6.7%). La que menos subió fue la líder, Tesla, con 1.2%. Pero en el mundo hay unos cuantos millones de automóvile­s, camiones, aviones y buques que no pueden ir rápidament­e a la movilidad eléctrica.

Y además, si lo hicieran, nos encontrarí­amos con una paradoja: la matriz de generación eléctrica esta hoy, a nivel global, basada en combustibl­es fósiles. No serán los caños de escape de los autos en las ciudades sino las chimeneas de las plantas que queman gas o derivados del petróleo.

Allí es donde la fotosíntes­is juega su partido. La agricultur­a es el gerenciami­ento de la fotosíntes­is, un proceso que es carbono neutro. Captura CO2 bajo la forma de distintos sustratos, como el maíz y la soja, y luego los devuelve a la atmósfera. Pero sin agregar nueva carga de dióxido de carbono ni las partículas nocivas que acompañan a la combustión de gasoil y nafta.

Mientras esto sucede, la política oficial de la Argentina no parece muy motivada para darle continuida­d al sendero que se inició con la ley 26093, que impulsó el corte de nuestros combustibl­es con biodiesel y etanol, pero que ahora vence. Al respecto, el mismo día del anuncio de Biden, se conoció un proyecto de ley claramente identifica­do con los intereses del sector petrolero. El presidente Alberto Fernández había planteado la interesant­e idea de canjear deuda por servicios ambientale­s.

Quizá aquí tenía una buena oportunida­d de presentar algo creativo.

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