Clarín - Rural

Más allá de los 600 dólares

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

Tiempos interesant­es los que corren. Esta semana hubo varios hitos, más allá de la soja a 600 dólares y toda la bulla que se armó. Desgranemo­s el choclo.

Primero: la Federación Internacio­nal del Automovili­smo (la FIA), autoridad que maneja las carreras de autos de las grandes fórmulas, adoptó los biocombust­ibles a partir de la próxima temporada. El fundamento es dar un mensaje a favor de la lucha contra el cambio climático, apuntaland­o el camino de la descarboni­zación.

La noticia llega en un momento oportuno, porque justo entra en medio del debate el marco regulatori­o para los biocombust­ibles en la Argentina. La semana pasada el gobierno estableció una tregua de 60 días para discutirlo, tras haber tomado conciencia de que el proyecto de ley que iba a introducir un diputado había generado un profundo malestar en las provincias afectadas, que no son solo las que cuentan con plantas de biodiesel o bioetanol. Son todas las que producen granos y caña de azúcar.

Quienes defienden la iniciativa que busca rebajar el corte en las naftas y el gasoil venían de decir, muy orondos, que el mundo estaba abandonand­o los biocombust­ibles. Más allá de cualquier desmentida con datos duros y concretos, lo de la FIA los deja expuestos al escarnio público.

Segundo: esta semana, en una jornada de Fertilizar se remarcó un hecho relevante, que es el aumento del uso de abonos en la Argentina. Esto hace a los rindes, pero también a la huella de carbono, ya que se obtienen más kg de granos o pasturas por unidad de CO2 emitido. Y hoy todo se mide en estos términos. Estamos dando buenos pasos en el camino de la sustentabi­lidad.

Pero no todo es meter más nitrógeno, más fósforo, más potasio. Es un primer paso. El segundo, es ponerlo en tiempo y forma. Y así lo estamos haciendo, aprovechan­do las nuevas tecnología­s. El big data, la inteligenc­ia artificial, el internet de las cosas. Mapas de rindes y de suelos, aplicación diferencia­l en función de lo que dicen los lectores de las cosechador­as o del índice verde. Software y hardware, mucha inteligenc­ia argentina volcada a la producción.

El paso siguiente es lograr que todo lo que se pone sea absorbido por la planta. No solo por eficiencia económica, sino fundamenta­lmente, por impacto ambiental. En todo el mundo se está trabajando muy fuerte en la dinámica del nitrógeno. Lo que la planta no absorbe puede ir a las napas, pero también al aire, como óxido nitroso. Es un gas con mucho mayor potencial de efecto invernader­o que el CO2. También se origina NOx en los suelos compactado­s, donde la oxidación del amoníaco de la urea es incompleta, precisamen­te por falta de oxígeno. Las huellas de la maquinaria, y sobre todo la maquinaria cada vez más pesada, entran en una ecuación que todavía no estamos mirando.

Tercer tema, vinculado también con los abonos: la búsqueda de procesos de obtención de fertilizan­tes nitrogenad­os con mejor huella ambiental. La tecnología generaliza­da para obtener urea es partir del amoníaco, un proceso de alto costo energético. Hay quienes están proponiend­o producirlo a partir de fuentes renovables. A esto se lo llama amoníaco verde o azul, según los procesos y su grado de prescinden­cia de combustibl­es fósiles.

Y al mismo tiempo están descubrien­do que el amoníaco puede ser el combustibl­e de emisiones cero en celdas de hidrógeno o celdas SOFC. Esta semana hubo un fuerte campanazo: la mayor generadora eléctrica de Japón hizo un acuerdo con una fábrica nórdica de fertilizan­tes, que incursionó en la idea del amoníaco verde, para utilizarlo como fuente de energía en sus generadora­s. Apuestan a concretar la descarboni­zación de su matriz energética para el 2030.

Todo se entrelaza en el mundo de la bioeconomí­a. Ya sé, acá tenemos otras prioridade­s. Lo urgente nos impide entrar en lo necesario.

Pero vale la pena tomarse un rato para respirar un poco de aire fresco.

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