Desde la carne en carro a exportar en todo el mundo
La familia Borrell cumple este domingo 100 años de trayectoria; cuatro generaciones en constante evolución.
Este domingo se cumplen 100 años desde que Jaime Borrell comenzó sus ventas de carne a domicilio. Del inicial reparto con carros tirados por caballos, a la marca propia reconocida en los países más desarrollados, pasaron muchas cosas. Desde un inmigrante español que arrancó de cero, al liderazgo exportador en el producto más emblemático de la Argentina.
La evolución estuvo marcada por los contextos de época. Poco tienen que ver, en las apariencias, el “delivery modelo 1921”, que entregaba carne caliente, faenada pocas horas antes a la sombra de los árboles, con las actuales certificaciones internacionales sobre los procesos frigoríficos de calidad e inocuidad alimentaria.
El escenario fundacional fueron las múltiples chacras que le daban vida a los alrededores de Arrecifes, en el norte bonaerense. La base actual está cerca, en Pérez Millán, partido de Ramallo, donde Arrebeef tiene su planta industrial de 26.200 metros cuadrados. Allí trabajan 1.000 personas para proveer de cortes bovinos a Europa, China, Estados Unidos, Egipto y Chile, entre otros destinos.
La trama de esta historia ya incluye a 4 generaciones de la familia, que no estuvo exenta de grandes dolores, en especial por las muertes jóvenes de quienes lideraban algunas etapas, pero también por impactos económicos que obligaron a achicar la empresa.
Con todo, en la trayectoria de los Borrell luce un hilo conductor: la voluntad de trabajo intenso y el coraje para ir y venir sin que los océanos sean un obstáculo para el crecimiento.
Todo empezó cuando Jaime desembarcó en Buenos Aires y fue en busca de Rosa, su “recomendada” para casarse, que estaba en San Pedro. Se radicaron en Arrecifes y criaron dos hijos, Santiago y Angel.
El hombre de la casa despostaba la hacienda a cuchillo y salía a vender la carne con una balanza chica de mano. Sus jornadas empezaban a las 3 de la mañana, “con la fresca”, de modo que para el mediodía se pudiera terminar el reparto.
La segunda generación instaló el negocio en el Mercado Municipal de Arrecifes y modernizó la comercialización. Todo marchaba viento en popa hasta que en 1963, Santiago, a los 51 años, perdió la vida a partir de un reposo no cumplido.
Aunque Angel siguió trabajando, esa temprana muerte obligó al hijo mayor del fallecido, (homónimo de su padre) a abandonar sus incipientes estudios de Veterinaria. Tenía 18 años y tomó la posta en representación de su madre Adelaida y sus hermanos Osvaldo y Hugo.
La tragedia volvió a enlutar a la familia poco tiempo después: el 1° de mayo de 1967, Santiago, el heredero a cargo, murió en un accidente automovilístico.
En ese momento ingresó a la empresa el actual presidente, Hugo, hoy de 73 años, que por entonces había empezado a estudiar Contaduría en Buenos Aires. Su tío Angel, le dijo: “Para poder mandar hay que saber del oficio, acá tenés una chaira (para afilar) y un cuchillo”. Hasta hoy se lo agradece, “porque me enseñó algo que muchos industriales de la carne no saben y eso me dio una ventaja”.
Hugo tomó la posta de la carnicería pero con el tiempo le fue quedando chica. Entre sus 25 y 45 años trabajó de lunes a sábado a partir de las 4 AM, en jornadas que solían terminar pasadas las 10:30 PM. Las ventas propias se fueron complementando con un reparto para otros comerciantes de la zona, a partir de una faena creciente, tras comprar ganado en múltiples ferias de la zona. Contrataba el servicio en frigoríficos cercanos para faenar en total unos 500 animales por día.
A fines de los ’80, con Angel ya retirado del negocio, Hugo y Osvaldo vieron una oportunidad de crecimiento con la compra del frigorífico de Salto, a lo que le sumaron el alquiler de un establecimiento similar en San Antonio de Areco. Ya fuertes en el consumo interno, empezaron a probar con algunos negocios de exportación.
En esa época se incorporó un actor clave, Antonio Restovich, encargado del frigorífco, que le permitió a los dueños tener más tiempo para optimizar las comprar de hacienda, entre otras claves del negocio.
Luego, en 1994, surgió otra oportunidad de expansión, con la compra del frigorífico Ramallo (hoy sede central de Arrebeef). Tras ese paso se sumó otro empleado fundamental para la inserción internacional, Charly Fagman, un experto en comercio exterior de carnes, con contactos en todo el mundo, que coordinó el posicionamiento mundial de Arrebeef en sólo 2 años.
El camino no fue siempre de avances. En el 2000, cuando Arrebeef tenía navegando por el Atlántico 200 contenedores de carne especialmente preparada para la comunidad judía de Estados Unidos, el brote de fiebre aftosa detectado en nuestro país obligó a destruir la mercadería. Por ello, tuvieron desprenderse del frigorífico de Salto, pero siguieron adelante, ya volcados a las exportaciones, en base a la premisa de brindar un buen servicio a largo plazo. “Captamos clientes en todo el mundo, a partir de la seriedad y el cumplimiento de los negocios”, se enorgullece Hugo.
En el medio hubo otro golpe fuerte. Osvaldo murió en 2004, a los 51 años, en otro accidente automovilístico. Desde entonces, Hugo fue incorporando en la empresa a sus dos hijos, Angeles (administradora de empresas) y Hugo (licenciado en Comercio Exterior) y a sus dos sobrinos (hijos de Osvaldo),
Alejandro (ingeniero agrónomo) y Santiago (contador público).
En los últimos años siguió el crecimiento: entre 2015 y 2016, Arrebeef lideró el ranking de exportadores argentinos de carne vacuna.
Sin embargo, en la última curva de la carrera hacia los 100 años, la empresa entró en boxes. Un conflicto gremial motivó que Hugo se cansara y, megáfono en mano, en el playón de ingreso anunció en febrero pasado que cerraba la empresa.
Entre la huelga, la toma de la planta y el acuerdo posterior por intermediación de la Federación de la Carne, luego de 2 meses de parate se volvió a la normalidad, con una faena diaria superior a los 1.000 vacunos.
Esa producción se articula con otras plantas en Escobar y Bernal, en un trabajo conjunto con otros frigoríficos que también están asociados al Consorcio ABC de exportadores de carne.
Así, Arrebeef se proyecta hacia el futuro, una vez más con adaptaciones que impone el contexto. Entre las certificaciones internacionales que habilitan mercados, son cada vez más importantes los tratamientos de los desechos que deja la producción.
En ese sentido, en el predio de Pérez Millán se inaugurará, en las próximas semanas, una planta de biogás que producirá fertilizantes orgánicos y generará 7.200 megavatios (MWh) anuales de energía eléctrica.
Con esta adelanto tecnológico, Arrebeef será el primer frigorífico de Argentina en dar este paso, en línea con la sustentabilidad ambiental y las energías renovables, y con la semilla emprendedora que plantó Jaime Borrell hace 100 años.w