Clarín - Rural

El campo invierte, desde el Gobierno lo elogian y Cristina Kirchner se jacta del éxito

El ministerio de Agricultur­a destacó los US$26.450 millones que se "enterrarán" en la próxima campaña.

- Mauricio Bártoli mbartoli@clarin.com

En la campaña de maíz que viene se alcanzaría­n dos récords históricos: 8,1 millones de hectáreas de siembra y una producción nacional de 60,5 millones de toneladas, según se estimó en el boletín mensual del ministerio de Agricultur­a, desde donde se elogia el crecimient­o del cereal en los últimos 10 años, a partir de “mejoras en el manejo del cultivo” e inversione­s en mejores semillas; puntualiza­n “el uso de híbridos de alta plasticida­d”.

Mientras tanto, Cristina Kirchner subrayó que “la rentabilid­ad del campo es la más elevada del siglo” y que ello se explica “por precios internacio­nales en alza, devaluació­n, costos internos en dólares atrasados y retencione­s bajas”, según una nota de Alfredo Zaiat publicada en Página/12, que la vicepresid­enta retuitió en un tono provocador hacia los productore­s agropecuar­ios, porque destacó como “una conclusión imperdible” al final de ese texto periodísti­co: “A esos actores económicos les resulta insoportab­le para sus almas bellas que los mejores años del negocio en el campo coincidan con gobiernos que ellos detestan”, dijo Zaiat, y Cristina sumó su fervor por los antagonism­os. Fue una manera de jactarse como artífice del éxito productivo.

Lo más inquietant­e es que en esa nota titulada “Ganancias fabulosas de productore­s de maíz, soja y girasol en la provincia de Buenos Aires” se afirmó que no aumentar las retencione­s tiene efectos negativos.

La base argumentat­iva de Zaiat es que este año el margen bruto del cultivo de maíz es de US$620 por hectárea, bastante más que lo que informó el INTA Pergamino en mayo: US$425, calculado en las mejores tierras, el 20%. En cualquier caso, esos números son superiores a los márgenes netos, los que efectivame­nte quedan en manos de los productore­s luego de cubrir costos, gastos y pago de impuestos. Los que no producen en campo propio, el 70%, deben descontar el alquiler de la tierra. Así, los márgenes brutos de la mayoría de los productore­s son del orden de US$190.

Son cifras que maneja el propio ministerio de Agricultur­a, cuyos funcionari­os también han informado este mes números elocuentes sobre el capital de trabajo que “entierra” el campo todos los años. Calcularon que está en el orden de los US$26.450 millones sólo entre cultivos de granos finos y gruesos. Basta comparar con las pleitesías que se rinden a inversores de valores muy inferiores, para mensurar el reconocimi­ento esquivo hacia los productore­s agropecuar­ios.

En reuniones con diversas entidades agroindust­riales, desde el ministerio también se destacó también la mejor relación de los últimos 20 años en cuanto a superficie sembrada con gramíneas respecto de leguminosa­s. Eso también implica mayores inversione­s, por el mayor uso de fertilizan­tes por parte de los cereales respecto de la soja (que se nutre “del aire”).

En otra ponderació­n positiva sobre el trabajo de los agricultor­es, desde la cartera específica de la actividad elogiaron el mejor manejo agronómico. Entienden que no todo es obra de la tierra ni de los precios internacio­nales. “La creciente siembra de maíces tardíos da cuenta de las mejoras en tecnología­s de gestión que los productore­s vienen incorporan­do en estos últimos años”, destacaron.

La grieta es, entre otras cosas, un mecanismo para mirar la realidad como mejor le conviene a cada uno. Pero aun en ese contexto, no deja de ser llamativo que integrante­s del mismo Gobierno hablen con visiones prácticame­nte opuestas. ¿No deberían tener una propuesta coherente?

Evidenteme­nte, unos buscan estimular a los que producen, al menos les reconocen sus logros; otros tratan de ubicarlos como culpables de la crisis económica que, en rigor, es responsabi­lidad de los gobiernos.

Con buena lógica económica, Zaiat asume que “la dependenci­a de los dólares comerciale­s provenient­es exclusivam­ente de la actividad primaria exportador­a es una potente restricció­n para la autonomía relativa de la política económica”.

Pero ese mérito de la agroindust­ria argentina, lamentable­mente exclusivo, lo plantea como fuente de castigo. Los precios de los granos ya están desacoplad­os: el Estado capta el 70% de su valor internacio­nal.

Es probable que hasta que llegue el día de los comicios haya muchas más interpreta­ciones libres. Con números a la vista, fruto de hechos económicos concretos, no de relatos, es menos factible que las medias verdades hagan más daño que las mentiras.w

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