Un arma cargada de futuro
Dedicamos esta edición de Clarín Rural a recoger lo que ocurrió en el Congreso de Maizar, celebrado en el Golden Center de Buenos Aires. La necesidad de un cambio en la política para el sector estuvo en el centro del tablero desde el arranque, con la presencia de figuras clave en la ya lanzada contienda electoral. Hacía falta.
Pero también hacía falta meterse a fondo en la agenda específica del maíz, que es mucho más que un cultivo esencial en las rotaciones. Se ha convertido en el paradigma de un modelo país que encuentra en él todos los atributos de la modernidad: ciencia, tecnología, inteligencia humana y artificial. Y, sobre todo, ambiente.
En el arranque, el presidente de Maizar, Pedro Vigneau, puso la vara bien alta. Rompió el fuego quitándose los zapatos frente a una abigarrada audiencia, para ponerse unas zapatillas cuya suela era de un plástico obtenido a partir del maíz. Enseguida recordé que hace unos quince años, cuando ni se hablaba de movilidad eléctrica, y no había estímulo alguno, encontré a Pedro (que en ese momento era presidente de Aapresid) bajando de un Toyota Prius. “Este es un tipo coherente”, pensé. No solo proclamaba la sustentabilidad desde la gran entidad promotora de la siembra directa. La ejercía en su vida privada.
En yunta con el inefable Fernando Vilella, un gran promotor de la bioeconomía, armaron un congreso espectacular, en el que el telón de fondo fue la cuestión de la huella de carbono. Impregnó todos los paneles e incluso los stands de las empresas que acompañaron el evento. Pero quedó mucha tela para cortar. Y contar. Veamos.
El tema del etanol fue uno de los ejes centrales. No solo es valor agregado para una “materia prima” que aprendimos a producir