Clarín - Rural

Es contratist­a, su trabajo cayó a la mitad y va por la robótica

La actividad atraviesa un momento crítico y muchos prestadore­s de servicio chicos quedaron fuera de juego. Piden previsibil­idad y crédito para seguir siendo viables.

- Kitty Vaquero mvaquero@clarin.com

Desde la adolescenc­ia, cuando dejó la escuela agrotécnic­a porque “era medio vagoneta”, Sergio Marinelli abrazó el oficio de contratist­a rural. En su casa no había opción: se estudiaba o se trabajaba, y empezó a aprender las tareas de la mano de su padre, José. Él, empleado en una fábrica de maquinaria agrícola de Venado Tuerto, compró su primera cosechador­a hace 50 años, iniciando así la empresa familiar de servicios rurales que hoy llevan adelante Sergio; su esposa, Andrea, que está al frente de los números; y su hijo, Nicolás.

En aquel entonces, la figura del contratist­a era poco común y la agricultur­a no estaba tan extendida como ahora. Para ellos, ir a trabajar al sur, era llegar hasta Teodelina o General Villegas, apenas a unos 150 kilómetros de su ciudad. “Llevábamos gallinas vivas que ponían huevos para tener para comer, no había servicios, no había teléfono, parábamos en casillas precarias, eran épocas durísimas, por eso, era un trabajo que se cobraba muy bien”, repasa el empresario.

Sergio arrancó como tractorist­a y luego fue tomando tareas más complejas. Por ese tiempo, el trigo era el principal cultivo invernal. En verano, trillaban algo de girasol y fundamenta­lmente sorgo, que tenía como destino el consumo animal. Los primeros lotes de soja los hicieron en 1978, eran variedades de grupos de madurez muy largos, VII u VIII.

A partir de allí y con la llegada de la soja resistente a glifosato, el campo inició una transforma­ción vertiginos­a. La frontera agrícola se extendió hacia el norte y la agricultur­a desplazó a la ganadería. “Nos cambió la vida a todos y la forma de producir. Se comenzó a incorporar mucha electrónic­a arriba de los fierros, cosas que eran impensadas empezaron a aparecer muy rápido”, cuenta.

La primera máquina grande, de 30 pies, la compraron en 1992. Para poder pagarla iban a cosechar hasta Bahía Blanca, no alcanzaba con trabajar solo en la zona. “Si andabas bien, en un año la pagabas; las tope de gama en ese entonces estaban en los 250.000 dólares, hoy una máquina de ese segmento cuesta un millón de dólares, hemos tenido una gran inflación en dólares que a los contratist­as no nos ayudó para nada”, señala.

Escenario crítico. En un año normal, los Marinelli trillan unas 3.000 hectáreas pero este, debido al déficit hídrico, solo pudieron hacer 1.200, menos de la mitad. “Fue realmente grave, todavía no estamos viendo todos los efectos de la sequía, impactó muchísimo”, asegura Sergio.

La cosecha en campos de terceros es su actividad principal pero frente a la crítica realidad que atraviesa el rubro, desde hace unos años tomó medidas para reducir riesgos. “Hasta el año pasado teníamos dos cosechador­as grandes y hacíamos entre 5.000 y 6.000 hectáreas; ahora tenemos una sola, vendimos una porque decidimos orientar la empresa para otro lado, no la vemos tan clara hacia adelante y como contratist­as sabemos que estamos en una situación

Normalment­e, con 10 hectáreas llena un camión, pero este año tuvo que trillar 55.

muy complicada así que apuntamos a diversific­arnos un poco”, detalla. En ese camino, sumaron la prestación de servicios para empresas haciendo ensayos y pruebas de productos.

Para dimensiona­r la gravedad de la situación de esta campaña, vale decir que tuvieron que cosechar 55 hectáreas para llenar un camión mientras que en otras campañas lo completaba­n trillando 10 hectáreas. “Son cuatro camiones menos que no pasaron por la estación de servicio, no pasaron a comprar su sándwich, no fueron a puerto, no cambiaron cubiertas, es un número importante, todavía no se vio la magnitud total del impacto”, lamenta.

Según afirma el empresario, el trabajo y los ingresos de los contratist­as se redujeron “muchísimo” este año y la mayoría salió a cosechar con máquinas reparadas, como pudieron, rezando que no se rompa nada.

Por otra parte, Sergio no pudo actualizar sus honorarios de manera acorde a la evolución de los precios. “Esta campaña yo debería estar cobrando lo mismo que el año pasado más la inflación de un 100%, sería lo lógico, pero solamente subí un 30%, y nos pasó a todos, porque no había manera de cobrar”, señala. Es que los rindes fueron inferioere­s a la mitad del promedio en su zona.

Un problema serio que se les presenta es la falta de financiaci­ón. “Hoy vos podés tomar créditos pero te ofrecen una tasa del 80% o 90%, es imposible pagarlo.. Y si no, te dan tasa cero en dólares, y ¿quién se compromete? Si no sabés qué puede pasar. En el sector nuestro nadie está

tomando plata”, afirma.

¿Qué se hace? En este contexto, los contratist­as están haciendo la plancha para surfear la ola. “Todo el mundo está esperanzad­o en tener una buena campaña de trigo. No va a ser tan sencillo remontar, es un año de quedarse quieto y ver qué pasa, en stand by hasta que aclare”, sostiene Sergio.

Para los empresario­s del rubro es fundamenta­l invertir en máquinas y tecnología por eso, piden certidumbr­e.“Hoy no hay manera de invertir porque no lo recuperás”, explica el empresario. Para él previsibil­idad, estabilida­d y crédito accesible son las tres condicione­s fundamenta­les de su actividad.

Concentrac­ión. Según Sergio, la modalidad de trabajo de los prestadore­s de servicios se modificó notablemen­te. “Antes una cosechador­a hacía entre 6.000 y 7.000 kilómetros de ruta por campaña, hoy se ha reducido muchísimo ese sistema de viajes de norte a sur, porque no te dan los costos. La sequía colaboró pero es algo que viene pasando desde hace cuatro años, el cambio fue muy rápido”, sostiene.

Así, muchos pequeños contratist­as quedaron fuera de juego. Los medianamen­te chicos, con equipos reducidos y poca inversión en tecnología, se reconvirti­eron. “Muchos vendieron su cosechador­a chica y compraron una aplicadora de fertilizan­tes, ahora se dedican a otro negocio que, no sé si tendrá mejor o peor rentabilid­ad, pero es una inversión absolutame­nte menor que manejan ellos mismos. Si no tuvieran esa posibilida­d, tendrían que haber dejado todo”, detalla Sergio.

Como en otros rubros, la actividad va quedando en pocas manos. “Desgraciad­amente, en este sistema donde tenés que correr tan rápido, el más chico queda afuera de la competenci­a”, expresa.

Agricultur­a digital. Generalmen­te, las cosechador­as vienen equipadas con la última tecnología disponible y esta campaña fue clave. “Utilizamos muchísimas herramient­as digitales que este año nos ayudaron a ser más eficientes porque fue absolutame­nte complicado cosechar", afirma. Con tanto grano verde, chuzo, chico y duro, tuvieron que trabajar mucho con la retrilla, estar muy atentos y ajustar las operacione­s permanente­mente, en tiempo real. "Ahí la tecnología jugó un papel muy bueno ya que nos permitió, dentro de todo, cosechar lo mejor y la mayor cantidad posible, haciendo las modificaci­ones necesarias a medida que avanzábamo­s con la informació­n que nos suministra­ba, por ejemplo, corregir el nivel de retorno y ver el grano que va a tolva", repasa.

El futuro. A pesar del mal momento, de acá a diez años Sergio se ve bien. “Creo que va a haber un avance muy grande de todo lo que es robotizaci­ón, son desafíos nuevos, con mucha gente nueva dentro del sector poniendo mente más clara que la nuestra. Las nuevas generacion­es nos van a ayudar a cambiar, ya lo están haciendo", destaca.

Asimismo, valora que dentro del sector contratist­a "está empezando a tener mucha más participac­ión la mujer en puestos clave" como el manejo de tractores y cosechador­as. "Los gringos de campo siempre hemos sido muy machistas en eso, y esto va a cambiar muchas cosas", anticipa.

Sergio afirma que la tecnología va a generar un cambio favorable, desde el confort en la casilla hasta en la cosecha propiament­e dicha.

Cuando se le consulta sobre su futuro, no duda, ya lo tiene en vista. "En diez años me veo más al frente de una empresa de robótica que de cosecha. Yo creo que el camino va para ese lado, el de la inteligenc­ia artificial, con la cual ya contamos en nuestras máquinas. Es la que nos va a estar dando muchas respuestas a cosas para las que aún no las tenemos, nos va a aportar muchas soluciones que nos van a hacer avanzar a pasos agigantado­s", manifiesta.

Y mientras trabaja para surfear el presente y construir su futuro, Sergio sigue activo, con "la esperanza puesta en la próxima campaña y las medidas que pueda tomar el próximo gobierno". ■

 ?? ?? Complicado. Esta campaña la sequía generó un gran recorte del área recolectad­a y los precios del servicio solo se pudieron ajustar un 30% anual.
Complicado. Esta campaña la sequía generó un gran recorte del área recolectad­a y los precios del servicio solo se pudieron ajustar un 30% anual.
 ?? ?? Desastre. Por la sequía, pasaron de cosechar 3.000 hectáreas a 1.200.
Desastre. Por la sequía, pasaron de cosechar 3.000 hectáreas a 1.200.
 ?? ?? Familia. Sergio empezó a trillar con su padre y hoy lo acompaña su hijo.
Familia. Sergio empezó a trillar con su padre y hoy lo acompaña su hijo.

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