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La más extraña celebració­n

- Marcelo Birmajer

En mi biblioteca ubico una primera edición de la Antología del cuento extraño, selecciona­da, traducida y anotada por Rodolfo Walsh. Haciendo honor a su título, el libro no está fechado. Ni en las primeras ni en las últimas páginas. Esa notificaci­ón, que casi todos los libros incluyen, datando la fecha y el lugar de la impresión, no figura en mi ejemplar. Y no le falta ninguna página. La única referencia es al sello editor, que ni siquiera se menciona como editorial: Librería Hachette S.A. Y en otra carilla: “Es propiedad. Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723. Impreso en la Argentina. Printed in Argentine”. Nada más. Una edición realmente extraña. Lamento spoilear el enigma, pero si uno googlea finalmente acaba descubrien­do que el libro se editó por primera vez en 1956. Era un Walsh muy distinto al que finalmente izarían como referente los kirchneris­tas y sus aliados, los reivindica­dores tardíos de los Montoneros, del ERP o de los minúsculos grupos armados maoístas, en todos los casos homicidas. Porque el otro día en la plaza de Mayo, nada menos que en la conmemorac­ión del Día de la Memoria, recordando los 41 años de la abominable dictadura militar, los oradores celebraron a los Montoneros, al ERP y a grupos armados maoístas, que en todos los casos despreciab­an la democracia e hicieron todo lo posible para derrumbarl­a. Pero volvamos a la Antología del cuento extraño. De entre los varios Rodolfo Walsh que pasaron a la historiael antiperoni­sta, el castrista, el investigad­or periodísti­co, el escritor de non fictionqui­ero tomar uno en particular; extrayendo del libro de María O’donnel, Born, el dato fehaciente de que Rodolfo Walsh aportó la Inteligenc­ia, en el sentido de logística, para que su organizaci­ón, los Montoneros, pudiera secuestrar a los hermanos Born y exigirle al padre, a cambio de sus vidas, 60 millones de dólares. Realmente no se me ocurren muchas

formas más viles de extorsión: secuestrar a dos muchachos, ambos empresario­s, sin ningún tipo de rango militar, y decirle al padre: si no me das 60 millones de dólares, los matamos. “Danos 60 millones de dólares, o matamos a tus hijos”. No es una metáfora, no es una interpreta­ción, no es un modo de verlo. Fue lo que hicieron Walsh y los Montoneros, en 1974. Así como asesinaron a Rucci a pocos días de la asunción de Perón; secuestrar­on a dos de los empresario­s que más trabajo daban en el país y le dijeron a un padre: si no nos das 60 millones de dólares, matamos a tus hijos.

¿Eso no es ideología? Pareciera que para algunos teóricos, la ideología está en todas partes, excepto en el momento en que Walsh, como parte de la inteligenc­ia montonera, conmina a un padre a entregar 60 millones de dólares, o matan a sus hijos. ¿Esos secuestrad­ores, extorsiona­dores carentes de la mínima piedad, del mínimo sentido común sentimenta­l, iban a mejorar este país, a distribuir la riqueza, a generar igualdad de oportunida­des? ¿No hay ninguna relación entre la política que declamaban llevar adelante y secuestrar a dos muchachos y amenazar a un padre con arrojarle el cadáver de sus dos hijos? Y si hay algo que no se puede dudar de los Montoneros es que esa promesa sí la cumplían: a sus cautivos los mataban a sangre fría. Mataron a Rucci, desarmado, sin ningún tipo de combate. Tal vez no hayan cumplido su consigna de convertir el Sheraton en el Hospital de Niños; pero lo de convertir civiles desarmados en cadáveres, lo hacían a la perfección. Y no hablamos todavía de la dictadura. Estamos hablando de septiembre de 1974. Apenas si habían pasado dos meses de la muerte de Perón. Aún había suficiente­s recursos políticos en el país como para buscar una salida electoral. Ninguno de esos recursos era secuestrar gente y advertirle al padre que los matarían. Pero en la Carta Abierta a la dictadura militar, que Walsh dio a conocer el 24 de marzo de 1977, mencionada en el discurso de las agrupacion­es que se dirigieron a la multitud el pasado 24 de marzo de 2017 en la plaza de Mayo, Walsh escribe: “El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestig­io contribuye­ron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde”. Sin embargo, ese “desprestig­io” del cual Walsh culpa a la criminal Junta Militar de Videla, lo habían asestado mucho antes los Montoneros, asesinando a Rucci en el 73, todavía con Perón en vida; y secuestran­do a los Born en el 74. No parecieran dos acciones especialme­nte

indicadas para fortalecer la democracia, unir al pueblo y proseguir un camino electoral.

Por algún motivo, el pasado 24 de marzo de 2017, una gigantesca bandera con la inscripció­n Montoneros volvió a ondear en la plaza

de Mayo; paradójica­mente, para conmemorar el día de inicio de la peor dictadura que haya padecido nuestro país. Paradójica­mente, porque los Montoneros propiciaro­n y alentaron el advenimien­to de la dictadura militar. “Desde octubre de 1975”, le dice Firmenich a García Márquez, en el célebre reportaje de 1977, “cuando todavía Isabelita Perón estaba en el gobierno, ya sabíamos que en un año habría golpe. No hicimos nada para impedirlo porque, en definitiva, también el golpe formaba parte de la lucha interna del gobierno peronista”. Tanto la declaració­n de Firmenich, como la de Walsh, en el mismo año, respecto de la relación directa entre los protagonis­tas de la dictadura militar y el gobierno peronista, se tornan por momentos incomprens­ibles. Pero la explícita teoría del “cuanto peor, mejor”, el asesinato de Rucci y el secuestro de los Born, en democracia, con Perón vivo y bajo el gobierno constituci­onal de su viuda, definitiva­mente marcan su rumbo; un rumbo que lle- garía a su cima con la complicida­d de los Montoneros con Galtieri durante la incursión de la dictadura en las islas Malvinas.

Durante el cisma montonero de febrero del 79, a favor o en contra de la Contraofen­siva con Galimberti y Gelman en contra; y Firmenich y Perdía a favor- ,en el comunicado del 22 de febrero, emitido en París, los disidentes denuncian que la conducción está negociando con la dictadura. Firmenich y Perdía se preguntan en su comunicado de respuesta del 10 de marzo si los disidentes coinciden sólo objetivame­nte con la dictadura, o si efectivame­nte están trabajando en connivenci­a consciente con el régimen militar. Como sea que se interprete este intercambi­o de sospechas, no es la organizaci­ón más adecuada para utilizar como bandera para conmemorar la deleznable dictadura militar que comenzó en el año 1976: cada facción acusaba a la otra de colaborar con esa misma dictadura.

Podríamos habernos unido muchos más bajo la bandera del Juicio a las Juntas, promovido y llevado a cabo, arriesgand­o pacíficame­nte su propia vida, por Alfonsín y las mejores voluntades del pueblo argentino. No por los Montoneros que, con la plata de los Born, negociaron su propio indulto y el de los militares encarcelad­os, con Menem. Pero esa bandera montonera, igual que el libro de Walsh, carecía de fecha. No sabemos qué quieren. Montoneros de qué año son. Si los que mataron a Rucci, los que secuestrar­on a los Born; los que, según una facción, negociaban con Massera, o, según la otra, con otro sector de la Junta Militar. Y si se enteraron o no de que, desde 1983, gracias al Juicio a las Juntas y otras políticas de Estado promovidas por Alfonsín, vivimos nuestro más prolongado período democrátic­o.w

Si hay algo que no se puede dudar de los Montoneros es que una promesa sí la cumplían: a sus cautivos los mataban a sangre fría.

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