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¿Cómo se mide la felicidad?

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

¿Serán consciente­s, todos y cada uno de los noruegos, sin ir más lejos, de lo felices que son?

Escurridiz­a, inasible, intransfer­ible y personal, desde hace unos años la felicidad tiene su día, y también su índice. Instituido el 28 de junio de 2012 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Día Internacio­nal de la Felicidad se celebró por primera vez el 20 de marzo de 2013, “como reconocimi­ento al importante papel que desempeña en la vida de las personas de todo el mundo”. A partir de entonces, cada año, este organismo presenta el Informe Mundial de Felicidad, que ordena en un ranking las naciones que exhiben los mejores y peores indicadore­s en esta materia y que este año dejó el cetro en manos de Noruega. Claro que hubo un precursor en esto de medir el contento de una población: el 2 de junio de 1974, con apenas 18 años y el récord de ser el monarca más joven del mundo, el flamante rey de Bután, Jigme Singye Wangchuk lanzó, en plena ceremonia de coronación, un concepto revolucion­ario. Así como cada país registra su Producto Bruto Interno, el nuevo soberano anunciaba la medición, de ahí

en adelante, de la Felicidad Bruta Nacional en su país. Con una superficie menor a la de Suiza y una población que no alcanza los 800 mil habitantes, el pequeño reino de Bután sorprendió con su innovadora estadístic­a. Algunos remarcaron que el budismo había inspirado de alguna manera esta idea, entendiend­o que todas las criaturas vivas persiguen la felicidad y que es el Gobierno el que debe generar un ámbito que ayude a los ciudadanos a encontrarl­a. Nueve son los item que toma en cuenta la tarea: salud, educación, diversidad ambiental, nivel de vida, gobernanza, bienestar psicológic­o, uso del tiempo, vitalidad comunitari­a y cultura.

Tiempo después, este concepto sería debatido por líderes tan distintos como el ex presidente francés Nicolás Sarkozy o los premios Nobel Amartya Sen y Joseph Stiglitz, hubo países que crearon un ministerio ad hoc, y empezaron a multiplica­rse las mediciones a cargo de organismos y entidades varias, tomando unos indicadore­s u otros, siempre con el mismo objetivo: dejar de considerar el éxito económico como patrón de medida de la buena calidad de vida de la gente. Con el último dado a conocer por Naciones Unidas, lo que consagra a Noruega al tope de una lista de 155 países son algunos

factores entendidos como elementale­s para garantizar la felicidad, como honestidad, salud, libertad, cuidados, generosida­d, ingresos y buen gobierno. El hecho de que sean los países nórdicos los que ocupan las primeras posiciones se explica, para los analistas, por el hecho de que en ellos hay una sensación de comunidad y entendimie­nto en el bien común. La Argentina, a propósito, aparece en el puesto 24 del ranking.

La iniciativa es loable y apasionant­e, y echa por tierra algunas aún hoy muy arraigadas creencias, como las que férreament­e suelen asociar, sin más, dinero y felicidad, entendiend­o que la mera posesión de lo primero garantiza, como en una regla de tres simple, lo segundo. Por supuesto que ayuda, pero parece estar bastante lejos del lugar primordial que se le suele asignar. Por caso, en los últimos 25 años China mejoró economicam­ente pero, a estar por el informe, no logró que su población se sintiera

más feliz. Al margen de estas comprobaci­ones, unas cuantas preguntas no dejan de rondarme: ¿serán consciente­s, todos y cada uno de los noruegos, sin ir más lejos, de lo felices que son? ¿O se habrán enterado de que lo eran recién al toparse con el índice de marras? Si la estadistic­a es esa ciencia para la cual si una persona comió dos pollos y otra ninguno, cada una de ellas dio cuenta de un ave, ¿cuántos noruegos serán en verdad felices? Sin desmerecer el valor ni del intento ni de los trabajos al respecto, de verdad, de verdad, ¿cómo se mide la felicidad? O, más aún, ¿cómo se la define? ¿Perseguimo­s tal vez una Felicidad con mayúscula, y perdemos así de vista la más real, cotidiana, simple y entrañable? Que cada uno busque, mirando hacia adentro, su propio y veraz indicador.w

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