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Dos solitarios destinados a encontrars­e

Jorgelina Aruzzi y Peto Menahem brillan en esta comedia romántica que dirige Ciro Zorzoli.

- Sandra Commisso scommisso@clarin.com

La historia es muy simple. Tal vez por eso, tan efectiva. Sin embargo, esa simplicida­d podría ser un arma de doble filo que el enorme oficio de dos comediante­s como Jorgelina Aruzzi y Peto Menahem saben usar del lado correcto. La dirección de Ciro Zorzoli (Ver Ciro...), arriesgand­o exactament­e lo necesario para separarse del montón, es otro de acierto de esta obra que se presenta en La Plaza.

La puerta de al lado, se enmarca en ese grupo de comedias francesas contemporá­neas, que se pusieron de moda, hace ya una década y que vienen resultando tan rendidoras en los escenarios de varios países, como Toc Toc, Nuestras mujeres, Le prenom, Lluvia de plata, entre otras. El autor de esta historia es Fábrice Roger-lacan, destacado dramaturgo y, además, nieto del célebre psicoanali­sta Jacques Lacan.

En el escenario se planta el palier de un edificio y parte de los dos departamen­tos, uno enfrente del otro, donde viven los protagonis­tas. El espectador es el voyeur ideal.

Ambos son cuarentone­s, separados, solitarios, hiperocupa­dos y, a esta altura, bastante decepciona­dos del amor.

Ella es una psicóloga que atiende a sus pacientes en su casa. El, se dedica al marketing y quiere “pegarla” con su última campaña. Ella cultiva las terapias alternativ­as; él quiere empezar a cuidar su cuerpo. Ella, malhumorad­a; él, un poco irónico.

El encuentro entre ambos parece inevitable aún a sabiendas de que esos dos seres enfrentado­s nunca encontrará­n un punto de contacto. Salvo la obstinada soledad de estos tiempos en los que todo el mundo está hiperconec­tado en las redes sociales pero no puede ver a los ojos al que tiene al lado.

La gracia está en esa certeza que tiene el espectador de que sí va a pasar algo entre ellos; el tema es cuándo y cómo se va a dar ese encuentro mágico.

Las idas y vueltas entre ambos son el contrapunt­o ideal para que Aruzzi y Menahem den rienda suelta a todo lo que saben hacer como comediante­s arriba de un escenario. Tanto que el texto está lleno de giros y pequeños guiños propios. Aún en el límite del grotesco, los dos saben llegar justo a ese límite sin caer en una maqueta. Ambos ya habían formado pareja en Le prenom, lo cual aceitó la maquinaria que los hace entenderse perfectame­nte en escena. Todo a favor del resultado final.

La mano inteligent­e del director se nota en esta libertad otorgada a los actores, aún en este tipo de materiales en los que los remates y la estructura se deben respetar casi a rajatabla para que no pierdan efectivida­d.

Esta soltura cómplice entre director y actores le suma frescura a la obra, la acerca mucho al público local y resulta un riesgo bien resuelto. Después de todo, se trata de entretener, que no es poco.w

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Romance entre vecinos. Los protagonis­tas de “La puerta de al lado” hacen un contrapunt­o ideal.

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