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“Nunca pensé que podía ser un ejemplo del machismo”

En la era de #Niunamenos se arrepiente del brusco modelo varonil de sus novelas. Pocos saben que es locutor. O que grabó un disco que anda perdido.

- Arnaldo André Marina Zucchi mzucchi@clarin.com

Se recompensa­rá a quien encuentre un long play de Arnaldo André, grabado en Venezuela. Copyright 1979. La primera vez que se había dignado a grabar un disco, perdió la voz y la oportunida­d. En el segundo intento, convocado por la RCA venezolana, recuperó la voz y puso garganta a una balada brasileña. El álbum anda perdido como documento del futuro que no fue. Lo mismo que aquel camino a medio andar, como locutor recibido en Paraguay. Trabajó en tres emisoras a la vez. Revalidó el título en el Iser, pero nunca volvió a ejercer. Aún sueña con un programa radial propio, mientras se anima a entonar guaranias en la intimidad.

El Arnaldo pre-éxito es la suma de mil postales poéticas: la mandioca, el mango, los potreros de San Bernardino, el lago Ypacaraí, las gallinas, la casita con techo de paja, los cinco sobres diarios que repartía como cartero, el puerto de Asunción, el chico que partió en el barco y “la manchita negra” que aquel día se achicaba (su madre, viuda, vestida de luto para siempre).

Más de un galán usó (y usa) secretamen­te sus videos como “tutorial”. Arnaldo Andrés Pacuá -su verdadera apellido- “educó” y hasta contribuyó a consumar relaciones. ¿Pero quién es, pasados los 70, ese hombre cuyo nombre significa “fuerte como las águilas”? ¿Qué siente, con la gloria en blanco y negro, ese ex besador serial? “Yo avanzo y avanzo. Nunca recurro al pasado”, jura. “Ni siquiera vuelvo a leer los mismos libros. Sólo cuando un jacarandá forma alfombras de flores en el piso, mi mente rebobina hasta Paraguay”.

El efecto Arnaldo rozó la demencia y la enajenació­n femenina. Tanto que todavía le rozan las esquirlas. Una señora vestida de luto lo visitaba en Canal 9, sólo para escucharle la voz “igualita” a la de su hijo muerto. Otra le enviaba cartas con “lágrimas secas”, suplicándo­le que si no la quería ver morir, dejara de besar así a “La Marilina” (Ross). “Con una mujer viví un calvario de cuatro años que llegó a la justicia. Pero no puedo revelar más, porque ese capítulo formará parte de mi autobiogra­fía”.

Mago a la hora de manejar las dosis de misterio. Un dato apenas y nos deja con las ganas. Bajo esa ley de atracción construyó su carrera y delineó su figura pública. Logró lo que pocos: que nunca le tomaran una foto infraganti. No hay imágenes suyas a los besos (fuera de las imágenes de telenovela). No posa en la Isla de Caras. Ni en la intimidad de su casa. Jugador de otra era, lo suyo no es el muro de Facebook, sino la muralla. -Estoy orgulloso de mi conducta. Mi estrategia fue exitosa. Nadie conoce mi vida privada. -¿Por qué?

-A los 14 yo colecciona­ba Antena y Radiolandi­a. Veía a los actores aparecer cada 15 días y no me gustaba. ¿Qué necesidad? Entonces me prometí: “Cuando sea actor voy a tratar de aparecer lo menos posible”. Yo nunca busqué a los perio-

distas para promociona­rme y por eso no les debo nada. Porque cuando vos los llamás, después eso tenés que pagarlo y bancártelo. Yo no transo. -Pero a la vez disfrutás de ese juego de construcci­ón de misterio...

-Es que si creás intriga, generás más interés. Tampoco es que viva en una caja de cristal. Pero fijate el caso Sandro. Ojo, no estoy comparándo­me con él. A él sólo pueden unirme “Las nenas” que hoy me siguen. -¿Te hubiera gustado tener un hijo?

-Me hubiera gustado, pero tal vez fui un poco egoísta. Pensé ‘Estoy bien así, para qué enfrentar esa gran preocupaci­ón’. No tuve vocación de padre.

En ese juego de ascendenci­a y descendenc­ia, arrastra una intriga desde hace décadas. Esa pata alemana de la familia que no pudo reconstrui­r: su abuelo paterno no reconoció al padre de Arnaldo, por lo que el rompecabez­as está incompleto. Eliodoro, el abuelo hachero; Dolores, la abuela con constante dolor de huesos; Bernardina, la otra abuela, que fue madre soltera y a la que André apodaba “abuelita lejos”, porque vivía a 20 cuadras. “La infancia se me cortó cuando mi padre murió, por lo que tuve que salir a trabajar. No quiero ser injusto con los mayores que me rodearon, pero nadie me dijo ‘Andá por acá’. Me hice solo. A mi madre no le hizo gracia mi partida, por eso la miré y se lo juré: ‘En un año ustedes van a estar conmigo’. Así fue”.

Siempre que camina por la zona del viejo Canal 9 (Castex al 3300) se ríe: se recuerda llorando en la puerta del “monstruo” para que lo dejaran pasar. “Lo bueno era que ese muchacho tenía una fe inquebrant­able. Yo sabía que iba a lograr ser profesiona­l en lo mío y ser feliz. Lo maravillos­o de la juventud es que la puerta está abierta, sólo hay que empujarla un poquito”.

Habla perfecto inglés y sueña con recorrer Asia. Sus invitados elogian el perfeccion­ismo a la hora de su especialid­ad culinaria (strogonoff, carne cortada en bastones, con salsa de tomate, cognac y crema). Es un abonado feliz a Netflix. Ya procesó Mad men, How to Get Away

with Murder y Homeland. Prepara un guión cinematogr­áfico (Los deudos), inspirado en “los que no sueltan a sus muertos”. Dice tener el sí difícil: a menudo, los productore­s reciben de su boca esta advertenci­a: “Prefiero no trabajar a hacer lo que no quiero”.

Escorpiano (y cabra en el horóscopo chino), lo vimos, vía Twitter, abrazado a José Luis Chilavert. No hay amistad, sino apenas un “respeto de compatriot­as y una admiración de conducta”. Aunque André y el luqueño comparten algo más: un pasado de arquero. “Yo iba al arco para no correr ”, se ríe, recién salido del gimnasio, inmaculado.

#Niunamenos y la construcci­ón de modelos machistas le resuenan en la cabeza. Bofetada iba, beso venía, mientras enamoraba en cueros fue salpicando la psiquis colectiva con lo varonil mal entendido y la posesión llevada al extremo. “Yo también fui víctima del desconocim­iento. Nunca pensé que podía ser un ejemplo, colaborar con esa idea. Si todos hubiéramos sido consciente­s en esa época, seguro no lo hubiéramos hecho. Yo tengo mis dudas sobre si hoy cambió la conducta del hombre”. -¿De qué dudás?

-No sé si cambió la conducta o si la sociedad y los medios ahora se ocupan de hacernos saber lo que antes también ocurría. Dudo que sea un brote temporario. Las mujeres mantenían el secreto. Fue bueno haber abierto los ojos. Me costó pensar como pienso. No hay que olvidar que vengo de una sociedad, la paraguaya, hipermachi­sta.

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RUBEN DIGILIO Galán acosado. André respondía cada carta que le llegaba al canal, pero con una fan alienada la historia terminó mal.

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