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Sexting: claves para no fallar en el intento

El intercambi­o de texto e imágenes eróticas tiene sus reglas tácitas. Cuándo, cómo y con quién practicarl­o para disfrutarl­o sin sorpresas o resultados desagradab­les.

- Inés Pizzo Especial para Clarín

“Me gusta mandar fotos hot mías, me divierte”, confiesa Paloma (28). Las formas de seducción se modifican y se reconfigur­an todo el tiempo. En la actualidad, una tendencia es el sexting. Esta palabra inglesa, contracció­n de sex y texting, describe a una práctica que se da entre dos personas que se envían mensajes, fotografía­s o videos con contenido sexual, protagoniz­ados por ellos mismos, a través de sus celulares.

“En tiempos en que un smartphone es parte de la vida cotidiana, el sexo no podía quedarse afuera. A eso se le suma que la gente está un poco más abierta”, analiza la sexóloga y coach sexual Celia Laniado.

El intercambi­o de mensajes y fotos de alto voltaje se da en parejas que recién inician o en el momento del conocimien­to previo, aunque también en las afianzadas que quieren mantener la pasión. “La tecnología ha logrado borrar los límites de lo púro blico y lo privado en todas las áreas, incluida la sexual. El sexting es en un ejemplo de este cambio. Enviar fotos insinuante­s o con carga erótica es parte de la conquista y de las relaciones amorosas. Además ayudan a ‘caldear’ los cuerpos preparándo­se para el encuentro sexual”, explica el psiquiatra y sexólogo Walter Ghedin.

Para que una conversaci­ón con contenido triple X logre su objetivo requiere de ciertas habilidade­s y códigos. Lo más recomendab­le es saber quién es está del otro lado. “No necesariam­ente se tiene que dar con una pareja estable, pero tengo que tener confianza con la persona a quien se lo envío, no es que lo hago con cualquiera”, explica Yanina (30). Cuando se busca “sextear”, hay que estar seguro de que la otra persona se encuentra en la misma sintonía. Como en cualquier juego o relación sexual, para el sexting es estrictame­nte necesario que quienes participan estén de acuerdo. “Se tiene que dar la situación, después de alguna charla. No se puede mandar una imagen de la nada, sería muy desubicado”, cuenta Yanina. También hay que tener en cuenta en qué lugar está la otra persona. A pesar de que abundan las herramient­as para estar hipercomun­icados, no se sabe dónde está ni qué está haciendo el otro. “Me pasó de estar en una reunión de trabajo y que me llegue una foto. Claramente no era el contexto adecuado”, reconoce Alejando (34). Y si la otra persona no tiene ganas, no hay que insistir.

Para el psicólogo y sexólogo Patricio Gómez Di Leva es recomendab­le ir de menos a más. “Hay que enviar fotos en la medida que se van recibiendo. Es mejor empezar con fotos insinuante­s y siempre dejar algo librado a la imaginació­n”.

Si la otra parte está en sintonía, es válido comenzar una conversaci­ón plagada de erotismo, además de las imágenes. Aunque también hay detalles a tener en cuenta. “No hay nada menos sexy que un mensaje hot con faltas de ortografía. Es tan desagradab­le que me sacan las ganas de tener la conversaci­ón”, reconoce entre risas Luján (30). Y agrega: “La foto tiene que estar un poco cuidada. Una vez me mandaron una donde se veía una foto familiar de fondo. Son detalles que no suman, sino que más bien restan. No fue para nada sensual”.

Algo tan íntimo como la imagen personal con connotació­n sexual tiene que ser motivo de cuidado. Siempre hay que pensar bien qué es lo que se está mandando y qué consecuenc­ias puede tener en el futuro. “Nunca se tiene que ver la cara o alguno de mis tatuajes, esa es mi regla. La imagen se la mando a alguien con quien tengo cierto grado de confianza, pe- en realidad no sé qué puede pasar. Esa persona la puede mostrar, enviar por error, o cualquier otra situación en la que se llegue a alguien más. Prefiero cuidarme con eso”, reconoce Martín (27). Todo es cuestión de encuadre, aunque también hay aplicacion­es que permiten difuminar partes que se quieren ocultar, como el rostro o alguna marca particular.

“Esta es una práctica muy recomendab­le porque mejora la intimidad pero hay que saber que implica algunos riesgos ya que por diferentes razones esas fotos pueden terminar en manos de cualquier otra persona e incluso viralizars­e, por eso, para hacerlo hay que ser responsabl­e y saber a lo que uno se está exponiendo”, advierte Gómez Di Leva. ¿Qué pasa con todas esas imágenes? Una sesión de sexting puede ser muy gratifican­te, incluso como para conservar algún souvenir. “Sí, guardo las fotos por si quiero verlas en otro momento”, admite Paloma. Para otros lo que sucede en ese chat, queda y muere en ese chat. “Siempre borro todo. Además nunca se las muestro a nadie. Es algo íntimo”, aclara Yanina. Hay que saber que los sistemas de seguridad de los celulares son vulnerable­s, si bien hay algunos con un blindaje superior a otros. Además, por más que las imágenes o conversaci­ones se borren, pueden quedar almacenada­s en carpetas internas o en la nube de Google.

Los mensajes, videos o fotografía­s forman parte de la intimidad de quienes participan. Si alguno de ellos lo utiliza para intimidar o intentar extorsiona­r al otro, o que un tercero lo use con este fin, ya tiene que ver con la justicia y está penado con la ley.

No se puede mandar una foto hot de la nada, sería desubicado. Se tiene que dar la situación”. Yanina (30)

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