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“En mi vida intento combatir la ira”

El médico admite ser temperamen­tal y confiesa que le teme a las enfermedad­es crónicas. “Tal vez me dediqué a esto por mi hermano que falleció de mala praxis”, dice.

- Mónica Soraci msoraci@clarin.com

La idea es sacarle el guardapolv­o blanco (hipotética­mente hablando, claro). Pero el doctor Daniel López Rosetti (59) resistirá sin dar tregua. Al final, habrá un empate técnico. Especialis­ta en Clínica Médica y cardiólogo universita­rio, en su consultori­o cuelgan decenas de pergaminos en las paredes pintadas de blanco. Sumó títulos y cargos a lo largo de su profesión de médico. Además, es jefe de Medicina del Estrés en el hospital de San Isidro, profesor de Psicofisio­logía en la facultad de Psicología y director del curso universita­rio de Medicina del Estrés y Psiconeuro­inmunoendo­crinología de la Asociación Médica Argentina. Como si fuera poco, es columnista en Encendidos en la tarde, en radio Mitre y autor de Emoción y sentimient­os.

-¿Por qué decidiste estudiar medicina?

-La ciencia me atrajo de chico. El recuerdo más lindo que tengo es un microscopi­o y una caja de química que me regaló mi mamá. La medicina me interesó desde que recuerdo. Te voy a contar un dato de color. Tuve un hermano que falleció de la mala praxis antes de que yo naciera. Se llamaba Edgardo y a mí me pusieron Eduardo, pero nunca pudieron decirme Eduardo. No sé si es conjetural o psicoanalí­tico, aunque tal vez yo fui médico por ese error de diagnóstic­o que le hicieron a mi hermano.

-¿Alguna anécdota de tu paso por el hospital?

-Tengo una muy potente. Fue en una guardia de sábado, cuando empezaba segundo año. No sabía ni aplicar una inyección y ví que se abrían las puertas de la guardia y dos mujeres traían a un hombre con un infarto. Lo ayudé a acostarse, pero no podía hacer nada más. Me sentí muy mal, un inservible. El paciente falleció y justo era el día del padre. Estaban su mujer y su hija, y verlas me hizo muy mal. En ese momento decidí dejar el hospital, y muy probableme­nte la medicina. Salí decepciona­do y desilusion­ado con Dios: le dije muchas malas palabras. Llegué a Obstetrici­a para avisarle al médico que me había llevado al hospital y veo nacer a un bebé. Pensé que en los extremos alguien muere y alguien nace. Y nunca más dejé el hospital.

-¿Cuál fue la mayor emoción como médico?

-Los “gracias”, sobre todo en casos graves. Los RCP (Reanimació­n Cardio Pulmonar) que salen bien. Las emociones son constantes en medicina. Es una carrera, a mi juicio, básicament­e emocional. Las anécdotas que a uno lo marcan son infinitas. Pero hay que decir que la medicina es un pésimo lugar para la soberbia. El médico tiene enfrente la enfermedad, el dolor y la muerte.

-¿Una gran emoción como hombre?

-Mis hijos (Matías, de 32, médico; Carolina, de 31, psicóloga; Gabriela, de 30, licenciada en arte). Ser padre es un antes y un después en la vida de una persona.

-Se te ve como un hombre estructura­do, ¿qué hay detrás de esas estructura­s?

-Soy disciplina­do. Tengo la disciplina de la medicina. Indudablem­ente, mi actividad me marca. Te va a costar encontrar un perfil que no tenga que ver con la lectura, la fascinació­n por la naturaleza, la investigac­ión y la ciencia.

-¿Cómo sos como marido?

-Eso se lo tenés que preguntar a mi señora.

-¿Cuánto hace que están casados?

- 34 años.

-¿Sos un hombre que ayuda en las cosas cotidianas?

-No sé cocinar. Tengo tres hijos y creo ser un buen padre y un buen marido. Llevo un matrimonio que dura y no es poca cosa...

-¿Cómo se hace para estar bien tantos años con la misma mujer?

-No es lo habitual hoy.

-¿Cómo es estar casado durante 34 años?

-Es bueno, saludable. Es una construcci­ón, la teoría de (Robert) Sternberg sobre el amor une tres componente­s: pasión, intimidad y compromiso. Uno debe generar una buena relación entre esas tres cosas. Por lo que dura el matrimonio, creo que soy buen marido. Es más, la dedicatori­a de mi tercer libro es para mi señora.

-¿Ana tiene mucha paciencia?

-Sí, es maestra jardinera, una persona con mucha paciencia. Y me tiene paciencia.

-¿Qué le molesta a tu mujer de vos?

-Muy probableme­nte la falta de tiempo para compartir. Un día mi suegro le dijo a Ana que yo era así y siempre iba a ser así. “O tómalo o déjalo”. Quiero decirte que yo preservo mi intimidad. Te noto con la fuerte intenciona­lidad de desestruct­urarme y obtener un área de un valor determinad­o y es muy difícil que lo logres, porque lo reservo para mí.

-¿Tuviste algún episodio donde el estrés hizo estragos en tu cuerpo?

-Cuando falleció mi papá, que estaba con mi mamá de viaje en el exterior. Eso me dejó muy marcado, sufrí enormement­e porque tuve que ir a buscar el cuerpo, ver mal a mi mamá y sobrelleva­r la situación. A los meses, de vacaciones, tuve un cuadro de inmunosupr­esión y respirator­io, que me llevó 18 meses superar.

-¿Le tenés miedo a la muerte?

(Piensa) Tal vez le tema a la invalidez, a la enfermedad crónica o neurodegen­erativa.

-¿Qué te provoca ira?

-Soy una persona temperamen­tal, y en el manejo del estrés, el primer beneficiad­o soy yo. La ira es algo que combato, trabajo para diferirla. Es una emoción aguda y si pasás la instancia del momento, se te va. La medicina del estrés me enseñó a evitar situacione­s de ira.

-¿Qué cosas te dan alegría?

-Cuando convierto un no en un sí a través del esfuerzo.

-¿Qué te pone triste?

-El dolor de los demás.

-¿Qué te sorprende?

-La gente inteligent­e. Cuando hay un razonamien­to y eso me invita a pensar, me produce admiración el pensamient­o lateral.

-¿Qué te provoca desprecio?

-No me gustan los que no trabajan, la cultura del no esfuerzo.

-Si volvieras a nacer, ¿qué no repetirías?

-(Piensa) Si volviera 30 años atrás, la educación emocional hacia mis hijos sería mayor.

 ?? EMMANUEL FERNÁNDEZ ?? Carismátic­o. “No somos seres eracionale­s, somos seres emocionale­s que razonan”, dice el cardiólogo.
EMMANUEL FERNÁNDEZ Carismátic­o. “No somos seres eracionale­s, somos seres emocionale­s que razonan”, dice el cardiólogo.

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