Gabby, o cómo superar la adversidad
De un rutinario trabajo como empleada administrativa saltó a la fama y a una profesión que, en rigor, jamás había apetecido. Antes de convertirse en la protagonista de Precious, la película que generó sensación y premios, Gabourey Sidibe quería ser psicóloga, y eso había empezado a estudiar: “no quería salvar el mundo -dijopero sí conocer la mente humana”. Con algunos de sus misterios, o no tanto, Gabby -nacida en Brooklyn, Nueva York- aprendió a lidiar desde muy temprano; por alguna razón decidió presentarse, esa mañana de 2007, a la audición que imprimiría un vuelco total a su vida. Varios años antes, regalo de su madre, había leído Push, de Sapphire, el libro sobre el cual se basaría el filme para el que iba a probarse. Lo que los productores buscaban era una joven negra y obesa para encarnar el rol de la chica maltratada por su madre, abusada por su padre, con dos hijos fruto de esas violaciones que, a pesar de todo, no bajaba los brazos y estaba dispuesta a pelear por su dignidad y por su futuro. A esa primera prueba siguió una segunda, apenas al día siguiente, tan entusiasmados estaban con lo que Gabby había logrado. En menos de veinticuatro horas, el papel era suyo.
Contrariamente a lo que podría pensarse, no fueron tanto las semejanzas cuanto las diferencias entre Gabourey y Precious, el personaje de la película, lo que más incidió en la decisión de contratarla, según dijo la autora del libro a El País: “Había actrices con historias personales duras que cumplían los requisitos físicos, pero se desmoronaban con el guión. Gabby tiene muy poco que ver con el personaje: no está deprimida ni tiene dificultad para hablar, no es hostil ni introvertida”. Es esto, precisamente, lo que para la gran mayoría llama la atención. Y es esto, precisamente, lo que enfurece a Gabby, tal como lo expresó en su impactante discurso de agradecimiento en la entrega de los premios Gloria que la Fundación Ms. para las Mujeres organizó, tres años atrás, en Nueva York. Ya habían pasado las nominaciones al Oscar y al Globo de Oro como Mejor actriz, el Premio Independent Spirit en la misma categoría, el del Sindicato de Actores y otra serie de reconocimientos por esa, su primera película cuando, firme y decidida, lanzó casi un manifiesto:“una de las primeras cosas que generalmente la gente me pregunta es, ‘¿Gabourey, cómo sos tan segura?’. Odio que lo hagan. Siempre me digo si será eso lo primero que le pregunten a Rihanna. Sé que no. Pero a mí, con la misma incrédula desconfianza, me lo preguntan una y otra vez. La verdad, no es fácil. Es duro vestirse para cada alfombra roja sabiendo que habrá burlas por mi peso, imaginando las bromas feroces en Twitter, preguntando si el último terremoto se produjo porque salí corriendo detrás de un carrito de panchos. Cada vez que me entrevista una periodista de moda, veo en sus ojos la pregunta: ‘¿Cómo hace para lidiar con ese cuerpo?’”. Frente a un auditorio profundamente conmovido, Gabby explicó entonces cómo lo hacía. “Creo tanto en mí - dijo- porque nunca nadie más lo hizo”. Contó cómo su padre recriminaba a su hermano por no poder hacer solo la tarea como sí lo hacía Gabby, pero sin felicitarla a ella jamás por eso, enfatizando en cambio cuan orgulloso se sentiría él si ella lograra adelgazar. Y contó también cómo su madre, obesa ella misma en la adolescencia, que sí la comprendía-, estaba tan aterrada por lo que le aguardaba a su hija con su peso que lo único que hacía era retarla por ello. Incomprendida en el colegio, sin encontrar en su casa la confianza que tanto necesitaba, Gabby entendió muy temprano que sólo contaba consigo misma para salir adelante. Hoy, con varios kilos menos y éxito en la vocación que descubrió por casualidad, agradece a todos aquellos que tantas veces le dijeron que era horrible: de no haber sido por eso, jamás hubiera buscado su propia belleza.w
“Suelen preguntarme por qué soy tan segura: creo tanto en mí porque nunca nadie más lo hizo”.