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Un arpista sin fronteras

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

Edmar Castañeda nació en Colombia, hace 39 años. Inspirado por su padre, arpista y pianista, adoptó el primero de esos dos instrument­os como propio; pero no se quedó ahí. La decisión de mudarse a Nueva York, en 1994 lo puso en contacto directo con el jazz, y a partir de ese momento se encargó de correr los límites del arpa, en una búsqueda musical a la que el público argentino podrá acceder esta noche, cuando suba esta noche al escenario del teatro Opera (Corrientes 860) con la pianista japonesa Hiromi Uehara.

“En Nueva York estudié y me gradué como trompetist­a; pero sólo lo hice para entender el lenguaje del jazz y luego trasladarl­o a mi propio terreno. El arpa es un instrument­o muy limitado. Entonces, utilizo elementos del género para combinarlo­s con las influencia que me ofrece esa ciudad: jazz, funk, afro, Piazzolla, Stravinsky...”, explica Castañeda. - ¿Cuál es la mayor limitación del arpa?

- Es como tener sólo las teclas blan- cas del piano; es algo difícil salirse de ese corset armónico. De todos modos, hace un par de años conocí Camac Harpes, una compañía francesa con la que desarrolla­mos un modelo al que le agregamos unas palanquita­s que rápidament­e.ayudan a cambiar la tonalidad - ¿Fue una idea tuya?

- Siempre quise cambiar o adaptar cosas al arpa, para ampliar sus alcances. Comencé cambiando el orden de las cuerdas, agregándol­e algunas o dándole un look diferente. - ¿Esa vocación por el cambio se extiende a tu manera de tocar, que te requiere un gran despliegue físico? - Jaja. Es verdad que mis colegas tocan muy serios y quietos. Yo nunca he podido quedarme quieto. Es mi manera de establecer una conexión entre lo que estoy tocando, lo que estoy sintiendo y el arpa. - ¿Cómo manejan las intensidad­es con Hiromi, sobre el escenario? ¿Se ponen algún límite? - No, para nada. Cuando conoces a alguien y puedes hablar la misma lengua, es muy fácil crear música. Nunca hablamos nada de eso, sólo escuchamos y seguimos. Es muy simple y muy divertido. Es increíble lo que sucede. - ¿Cómo empezaron a trabajar juntos?

- Nos conocimos el año pasado en un festival, y a las dos semanas me llamó para ver si la acompañaba, en el Blue Note. Nos encontramo­s sin ensayar, y fue como si nos conociéram­os desde hacía muchos años. Había un lenguaje común. Eso es importante, porque el arpa y el piano son instrument­os difíciles de combinar. - ¿Por qué?

- Porque al tener el mismo rango, pueden chocar muy fácilmente. Pero con Hiromi no pasó nunca. Sabemos escucharno­s; hay una magia ahí. - En tus discos solistas incluiste piezas como “Libertango” y “Alfonsina y el mar”. ¿Cómo entraste en contacto con la música argentina? - En Colombia hay mucha conexión con esa música, igual que en Nueva York. Amo el tango, la música folclórica, la de Piazzolla... Es una música increíble, de enorme calidad, que tiene gran influencia en lo que hago. - ¿En lo rítmico, lo melódico o lo armónico?

- En todas las partes (risas). Es su espíritu. Es como que sale desde la tierra. Es una música real.w

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El hombre y su arpa. Edmar le dio un nuevo perfil al instrument­o.

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