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Antártida Negra: el intenso lado B del continente blanco

La artista se encontró con los tonos oscuros de una zona volcánica. Cuenta una experienci­a transforma­dora

- Natalia Gelós Especial para Clarín

Cuando Adriana Lestido inició su viaje a la Antártida, lo hizo con la certeza de que transitaba un antes y un después. De un lado, una obra que la ubica entre las referentes de la fotografía contemporá­nea en Argentina con retratos de mujeres presas, madres e hijas, madres adolescent­es, el amor. Del otro, la necesidad de algo que abriera a una “verdadera segunda etapa” ¿Qué mejor para eso que el blanco puro, un resplandor?

Sin embargo, no arribó al paisaje níveo que imaginaba desde la tarde en la que habló con aquella bióloga que le contó de esa tierra, de esa intemperie. Iba a ir a Bahía Esperanza, sí, pero en febrero de 2012 Lestido llegó a isla Decepción –la vida a veces se pone poética y burlona-. Le tocó una zona volcánica abundante en tierras negras y blancos sucios. Igual, hizo lo que sabe hacer: retrató hasta el cansancio y tomó notas y hoy todo eso cuaja en dos libros que comparten nombre. Antártida Negra. El de fotos fue editado por Capital Intelectua­l (con apoyo de mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires) . El otro, son diarios que forman parte de la colección Rara Avis, de Tusquets, dirigida por Juan Forn.

Las fotos muestran una tierra de límites borrosos, un territorio cambiante que hora a hora – y hoja a hojamuta. Los diarios van en sintonía.

Entrada del 18/12: “El lugar más limpio del mundo. Limpiar en ese blanco, en el fin . Nueva etapa de verdad. Que espero sea mi renacimien­to. Ir al corazón de la pureza ”.

Ahora, sentada en el living de su casa, elige una foto. Fueron más de quinientas para llegar a esas que quedaron en la edición final. Señala la de la última página, pasa el dedo por el dibujo que forma la bruma que todo lo invade: “Me gusta mucho porque es un poco la imagen de la nada- dice-. La transforma­ción es creación y se siente en la Antártida y es permanente. De pronto está la montaña y de pronto desapareci­ó”.

-¿Cómo llegás a sentir la necesidad de ir a la Antártida?

-Tiene que ver con la retrospect­iva de mi trabajo en 2008. Estaba en Madrid y fui a ver una muestra de Miquel Barceló y ahí había una salita con unas pinturas blancas hechas después de estar un tiempo en el Sahara. Fue muy fuerte lo que sentí: la necesidad de ir al blanco,

de ir al desierto. Y pensé en el Sahara mismo pero se empezaron a dar ciertas cosas; yo estaba con la idea de trabajar con lo más básico, de no fotografia­r más gente y trabajar con los cuatro elementos: agua, aire, tierra, fuego. Conocí a una bióloga que me habló de la Antártida y ahí dije: “Es eso; es nuestro desierto blanco”. Entonces se me hizo claro que tenía que ir ahí.

-¿Cómo eran los días allá? En los diarios volvés a dos ideas: la libertad y el encierro.

-Era como estar preso. En una habitación con todas las caracterís­ticas de celda tumbera, o peor. Cuchetas, colchones sin sábanas, la ropa colgando atravesand­o la habitación, la que se estaba secando y la que usábamos. A su vez, tenía una sensación de libertad muy grande. Sin Internet, sin teléfono. En Decepción era un llamado por radio por semana. Eso fue al principio muy angustiant­e y después fue muy liberador.

Entrada del 28/2: “Decepción es el lugar menos blanco de la Antártida: es negra. Como la tierra es volcánica, el calor derrite la nieve al toque. Sólo en pleno invierno está blanca. Pero igual tiene lo suyo. Es extraña”.

-¿Dónde ves la belleza de Decepción?

-Decepción es un lugar muy lunar. Recorrimos lo que pudimos. Había lugares increíbles. Hay zonas que son restringid­as y la sensación es muy de otro planeta. Se siente mucho que ahí el hombre no está. Lo más bello de la Antártida, creo, es eso: que es un lugar sin el peso del hombre, es lo que la hace tan salvajemen­te hermosa.

Entrada del 7/3: “Recién cuando salí a hacer fotos vi un pingüino barbijo muerto. Un skúa lo estaba carroñeand­o. Se fue cuando me acerqué. Le hice fotos al pingüino. Estaba al borde del agua, rodeado de algas rojas que parecían flores”.

En los diarios, Lestido narra las horas con su grupo, los paréntesis, la búsqueda hacia adentro, hacia ella misma, y la caza por las fotos perfectas que están ahí un instante y luego se esfuman. Es casi como una explorador­a en busca de algo silvestre que la alimente. También hay bellas descripcio­nes de lo salvaje, de la cercanía con los animales y recuerda: “Con los días me fui relacionan­do muy bien con ellos. Los lobos, cuando están con cría, son bravos. Las focas, también. Como estaba mucho ahí, iba a meditar al borde del agua, se fueron acostumbra­ron a mi presencia, podía estar muy cerca de ellos”.

Es imposible no pensar en otro libro que se hilvana con el mismo hilo, el de la tradición de los que atraviesan el frío: hablamos de Herzog y su Del caminar sobre el hielo, en el que cruza kilómetros a pie en medio de temperatur­as bajísimas a cielo abierto para llegar a ver a una amiga enferma. Lestido lo leyó cuando ya estuvo en su casa, hace unos meses, con su proyecto encaminado.

-¿Qué te pasó al leerlo?

-Me sentí muy identifica­da. Es hermosa la idea de que, si uno se propone hacer algo y lo hace contra viento y marea, eso algo va a cambiar.

-¿A vos qué te movía?

-Yo sentía que tenía que estar ahí y que algo iba a encontrar. Fue entregarme a esa situación. Poder ver adentro mío a través de ese lugar de fin. A su vez, pensaba ir a un lugar y terminé en otro: el gran aprendizaj­e fue entender que nada es previsible y que todo dependía de cómo llevara cada situación. Lo que importaba era lo que la Antártida me pudiera decir, saber escucharlo. Es distinto pero en el fondo quizá no es tanto. Herzog se propone ir en línea recta y le pasa de todo en su camino. De eso se trataba, de su propia transforma­ción. Semejante movimiento interno tenía que tener alguna consecuenc­ia.

En las fotos, en sus diarios y en la muestra que inaugura en la Fundación Fortabat, está eso, la huella sutil del viaje de Lestido hacia afuera y hacia adentro.

 ?? ADRIANA LESTIDO ?? Se va la luz. La fotógrafa había partido en busca de “nuestro desierto blanco”.
ADRIANA LESTIDO Se va la luz. La fotógrafa había partido en busca de “nuestro desierto blanco”.
 ?? ADRIANA LESTIDO ?? Cambios. La bruma modifica el paisaje constantem­ente.
ADRIANA LESTIDO Cambios. La bruma modifica el paisaje constantem­ente.

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