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Gerónimo Rauch Una dulce venganza

A doce años del fin de Mambrú, se transformó en un prestigios­o artista de la comedia musical en Madrid y en Londres. De las burlas al halago internacio­nal.

- Marina Zucchi mzucchi@clarin.com

Algo se rompió para bien. En él y en el público. Interesant­e transición que lo llevó de adolescent­e pop impune a prestigios­o artista internacio­nal. De álbum de figuritas infantil a gigantogra­fía del West End de Londres. Cada vez que vuelve a la Argentina se topa con pequeños y reiterados “medidores de respeto”. Cuenta que Mario Pergolini, por ejemplo, le pidió disculpas. Como tantos otros cuyas viejas apreciacio­nes públicas sostenían que integrar Mambrú era prostituir­se como músico. O directamen­te no serlo.

A más de diez años de la disolución de ese producto masivo que se transformó en chicle y colonia corporal refrescant­e, Gerónimo Rauch está más cerca de un Lord inglés que de ese palermitan­o de estilo Backstreet Boys y pelos de puercoespí­n enderezado­s con gel. Señorito con clase, representa­do por Lino Patalano, que a los 39 años vive en Madrid, es padre y esposo, y ya cantó en el Colón, con localidade­s agotadas.

Mientras se prepara para repetir el espectácul­o en el Luna Park

(Songbook, el 9 de noviembre, acompañado por artistas invitados como Rock Of Ages y una orquesta de 20 músicos, dirigidos por Tomás Mayer), “Gero” invita a pasar a la casa de su madre, en Barrio Norte, su “hotel” cada vez que aterriza en Buenos Aires. “Ya no tengo propiedade­s en la Argentina y mi vida está en España, junto a mi mujer abrimos un centro de yoga”, explica. Una vocecita a diez mil kilómetros interrumpe la charla. Es Gael, su primogénit­o, que descubrió los audios de Whatsapp para no extrañarlo tanto.

Pariente “lejanísimo” de los Zorreguiet­a, Rauch porta sangre alemana por ambas ramas. El abuelo de su abuelo, el arquitecto José Enrique Teodoro Rauch, fue el primero en llegar al país. Gerónimo es hijo de un obstetra y una jefa de casting de Telefe que decidieron educaron en el St.brendans College de Belgrano. Tres hermanos, una casa en Palermo que “ya fue demolida” y el rugby como hobbie principal, en el club Belgrano Athletic. “Yo necesitaba romper ciertas reglas y el rugby me endurecía”, arranca el cuento con una corrección que nunca abandona.

“Venía de otra matriz, pero lo mío era la música y la actuación. Fui muy infeliz haciendo otras cosas, pero en aquel momento no me quedaba otra opción. Se me dio un regalo, un don. Tenía dos caminos: ignorarlo o aceptarlo”. En ese tramo de dudas, estudió Medicina, fue cadete de un contador, telemarket­er y empleado administra­tivo de una obra social. “También vendí quesos a domicilio”, agrega gracioso. El cambio de carrera al rubro Publicidad tampoco resultó, por lo que prefirió dedicar la energía a las audiciones de Los Miserables, el musical de sus sueños.

“Ese fue el principio del futuro. Mi miedo era pensar eso de que los artistas somos eternos desemplead­os. Pero el cambio de vida valió la pena. Después llegó Grease y, otra vez, desocupado. Hasta que quedé en Los miserables me bajé y no versión viajé, por mexicana, Popstars pero (el reality). en el prestigio. En ese momento Llegar iba no pensaba a llegar igual. Tal vez el camino hubiera sido desde México a Broadway y no de Mambrú a Londres. Pero el destino era el mismo”. -El ‘no’ a México fue porque para entonces te seducía primero la fama?

-Nunca busqué fama. Sí el trabajo. Tal vez dábamos arrogantes, pero yo estaba como en una nube. No me di cuenta de lo que generaba. -Además de ganar en prestigio, ¿ahora ganaste en paz?

-Estoy en paz, pero la paz te la da la edad. Y ser padre. Eso puso todo en su lugar. ¿Sabés la tranquilid­ad que significa dejar de hacer todo por mí y hacerlo todo por él? -¿Hubo algún costado nocivo de Mambrú que no contaste? Habrá sido una aventura económicam­ente rentable, pero perversa en algún punto... -No fue nocivo. Nociva fue la velocidad. Fue meteórico. De un casting televisado a mudarnos todos a un petit hotel. Mis padres dejaron que sucediera, porque yo ya era mayor y estábamos bien protegidos. -Pero mencionast­e varias veces la palabra “recuperaci­ón” cuando hablabas del adiós de Mambrú. ¿Qué implicó la “recuperaci­ón”? -Era verme desde afuera y hacer un proceso de reconexión con Gero. Estaba en la lona, porque lo que había logrado económicam­ente, se terminaba a dos años de no trabajar. No quería volver a dedicarme a otra cosa que no fuera ésto, pero íntimament­e lo estaba empezando a pensar. Fue allí cuando un amigo me llamó para

Jesucristo Superstar, en el Bristol de

Martínez, tres funciones. Él hizo un video al que ven luego los productore­s de Madrid que se habían quedado sin el cantante, Miguel Fernández. Fue una locura. -¿Por qué?

-Me dijeron que si aceptaba y audicionab­a, me tenía que mudar en una semana. Me compraron el pasaje, llegué a las cuatro de la mañana de un 11 de diciembre de 2007, dejé las cosas en el hotel, y de ahí a la audición. Yo en el avión de ida ya sabía que el papel era mío, pero no por soberbia, sino por presentir que estaba escrito. A las horas volví a la Argentina, hice dos valijas y me fui. Estaba de novio, pero al tiempo me separé. Y conocí a mi mujer. Me enamoré de Madrid, de ella, de la vida. Madrid me abrazó y fue instantáne­o. -Después de tanta intensidad y ante una oferta millonaria, ¿volverías un rato a Mambrú, como lo hicieron las chicas de Bandana? -Eso no va a pasar nunca.

-Así empezaron pensando ellas...

-Es que ninguno de nosotros quiere. Te juro. Nos juntamos la semana pasada. Cada uno está feliz, estable, y viviendo de su música. -Pero hay millones en juego...

-Dejame que el millón lo voy a ganar yo solito.

-¿Sería tirar una década de reconocimi­ento por la borda? ¿Cómo es llegar a tu país y sentir el cambio de mirada? -Me gusta el respeto y ahora sí me siento respetado. Con Mambrú no nos respetaba ni el medio, ni los colegas, sobre todo del rock, ni el periodismo. La gente sentía que no nos merecíamos el éxito. Yo no me creo nada, sigo siendo inseguro, no le doy tanta importanci­a al halago, pero antes me movía como pidiendo disculpas. -¿Disculpas?

-Como si no mereciera ese presente. El tiempo es sabio y puso todo en su lugar. Y lo curioso es que muchos de mis fans actuales son parte de una generación que me seguía en Mambrú. De eso jamás me voy a avergonzar.

Sigo siendo inseguro, pero antes me movía como pidiendo disculpas. Como si no mereciera ese presente”.

Ninguno (de los ex Mambrú) queremos volver. Nos juntamos la semana pasada. Cada uno es feliz viviendo de su música”.

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GERMÁN GARCÍA ADRASTI El rugbier que prefirió cambiar de rumbo. Jugaba en el club Belgrano Athletic, pero eligió despegarse del deporte. Triunfa en Londres y en Madrid.
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