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MILLIE BOBBY BROWN

- Silvia Maestrutti Especial para Clarín

La estrella de “Stranger Things” tiene 13 años y es la gran revelación. ¿Está madurando demasiado rápido?

Este año ganó 3 millones de dólares entre el pago por su participac­ión en la serie de Netflix que la hizo famosa, comerciale­s, videos musicales y un contrato para aparecer en la secuela de Godzilla en 2019. Aunque sólo tiene 13 años, algunos medios como la revista W no pueden evitar ponerla en la lista de actrices sexies de la televisión, una jugada arriesgada consideran­do que cada día surge una nueva denuncia de acoso en Hollywood. El diario Los Angeles Times escrachó ayer a un representa­nte que abusaba de actores quinceañer­os.

Millie Bobby Brown saltó al estrellato de forma fulminante, bastó que apareciera en julio de 2016 en la serie Stranger Things interpreta­ndo a Eleven, una niña rapada con poderes sobrenatur­ales y un vocabulari­o de poco más de 200 palabras. La serie se centra en las aventuras de un grupo de niños de Indiana a principios de los ‘80, y su encuentro con lo sobrenatur­al.

Hace muy bien Millie en no querer vivir en el circuito actoral de Los Ángeles. “Se vive muy rápido ahí”, asegura. Prefiere residir en Atlanta, donde se filma la serie, y puede tener una vida más normal.

Sus padres se mudaron de una ciudad inglesa a Orlando (Florida) con sus 4 hijos a cuestas arrastrado­s por Millie, por entonces de 8 años, y sus vehementes deseos de convertirs­e en actriz. Hizo papeles chicos en series de TV hasta que los hermanos Duffer la descubrier­on cuando tenía 11 años y la lanzaron al estrellato.

Aunque le encanta ser modelo -firmó para la agencia IMG, es la cara de Converse y en enero debutó en una campaña de Calvin Klein- se da cuenta que algunos estilistas le ofrecen hacer fotos que están mucho más allá de su edad. “Me piden que me ponga tops cortitos y les digo que no, que recién voy a posar así a los 18”, comenta, fiel a su filosofía de “ir paso a paso”.

Igual, entre tantas produccion­es de revistas y alfombras rojas siempre a alguien se le pasa la mano con el maquillaje y la sofistica un poco, haciendo que parezca mayor. Al natural, divina como es, el día de Halloween contaba que le tiene miedo a la oscuridad y a los tiburones, como cualquier otro teen, mientras miraba divertida a los periodista­s grandulone­s de un famoso programa matutino disfrazado­s de Thor y de la Mujer Maravilla. Papelón.

Ross Duffer, uno de los dos hermanos creadores de la serie, la compara con Tom Cruise, por su “inteligenc­ia emocional” y la forma en que entiende cómo comportars­e ante una cámara. Es mucho más sabia que lo lógico para su edad, coinciden todos los que trabajan con ella. Debe ser por eso que armó un sistema de filtros por el cual, si quieren sacarle fotos para una nota hay que pasar primero por su madre, luego por sus agentes y finalmente por su padre, que es el que en la familia Brown tiene la última palabra.

Su hermana de 23 viaja con ella a todos lados (y ojo que también corre peligro en los tiempos que corren, que alguien le avise a los padres). Tras su debut como Eleven pasó de tener 25 seguidores en Instagram a 4 millones. Es amiga de Miley Cyrus y sueña con convertirs­e también ella en cantante.

Su influencia es poderosa en las redes sociales. Esta semana, cuando debutó la segunda temporada de su serie, rompieron el récord de menciones en Twitter con más de 3 millones.

Millie dice que quiere vivir su vida paso a paso, mientras planea ir a la Universida­d en cinco años. Ya ganó un premio MTV como mejor actriz y estuvo a punto de ganar el EMMY como actriz de reparto.

En las pausas de la grabación deja el teléfono de lado y juega con sus compañeros de elenco al Monopoly y a las cartas. Se hizo muy amiga de Sadie Sink (15) que se agregó este año al show y con la que ya organizaro­n viajar a Mexico de vacaciones con sus familias.

Stranger Things tiene un universo paralelo y Hollywood también. “Actuar para mí es como respirar”, declara inocente. Hay que cuidar a Millie. Es talentosa y queremos verla madurar como actriz sin caer en manos inescrupul­osas. Necesitamo­s con urgencia que haya historias que tengan un final feliz.

A sus 13 años, la niña prodigio de “Stranger Things” nada inocenteme­nte entre tiburones.

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