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Manual de gestión para la Feria del Libro

- Matilde Sánchez msanchez@clarin.com

Uno cree haberlo visto todo y no. Subestiman nuestra capacidad de superarnos en la agenda callejera: hemos perfeccion­ado el piquete de interiores. La protesta que interrumpi­ó la inauguraci­ón de la 44° Feria del Libro, el jueves por la tarde, tenía como destinatar­io el ministerio de Educación. Quedará para la historia de la intoleranc­ia pero también como el antimanual de gestión de las institucio­nes. Y reviste mayor gravedad que la Fundación El Libro no entienda de manuales .... Su presidente Martín Gremmelspa­cher se impacienta­ba ante el micrófono; entretanto, en la primera fila el director de la Feria, Oche Califa, disfrutaba del “lío” bien relajado, como quien pagó la entrada, mientras el ex ministro de Educación Daniel Filmus repartía saludos entre las primeras filas. Lo que vimos fue otro reto a la gobernabil­idad y la incapacida­d de encontrarn­os a mitad de camino de las diferencia­s.

Escena única y a la vez, consabida, gesto patotero esgrimido como estilo inconformi­sta (folclórico, lo definió un diplomátic­o extranjero), se re- sumiría así: al palo o con palos, a cómo de y dónde se pueda. Pero se trata de un estilo que sirve mal a su causa. Quizá este repudio concreto a la creación de una universida­d porteña (!) tenga desventaja­s que no saltan a la vista (piedra libre a la ministra Acuña, que no responde a los profesores); pero la cuestión quedó desplazada al segundo plano.

Quien haya ingresado a la Rural ayer por Santa Fe pudo ver, poco antes de las 18, que había una pequeña manifestac­ión en la avenida. Sencillame­nte los manifestan­tes se dirigieron a la entrada, con toda su parafernal­ia de guardapolv­os y carteles, e ingresaron sin problema. A cierta hora, la entrada es libre y en particular ayer, el gobierno porteño ofreció puertas abiertas y un recital, al que hubo miles de asistentes.

Hasta bien entrada la tarde de ayer, las autoridade­s de la Feria no se habían comunicado con los funcionari­os para compartir el bochorno ni ofrecer disculpas por que no pudieran decir sus discursos. El corte de cintas del final en verdad fue una mímica: más que inaugurars­e, la Feria acababa de reventar.

El sector editorial atraviesa un año negro, con una caída productiva que supera el 10% y el aumento de libros importados a precios delirantes; esta crisis económica es el telón de fondo del desmadre.

Ayer el ministro de Cultura Pablo Avelluto, que asistió a la inauguraci­ón en representa­ción del presidente Macri, señalaba que la Feria tercerizó el área de seguridad hace años, sin que esto sirviera de solución: no la impidieron ni supieron contenerla. Esa permisivid­ad exhibe un doble discurso, en vista de los recursos que tanto Ciudad como Nación derivaron al evento. Avelluto señala que el gobierno colabora con varios stands grandes, el viaje de autores y editores del interior y ayuda para traer invitados extranjero­s (los premios Nobel, de los que se jacta la Feria; no harán cola para venir ahora que trascendie­ron las imágenes del jueves). Algunos sienten una hostilidad de la Feria hacia el gobierno que no oculta su sesgo partidario. Esto crea un círculo vicioso, al dar fundamento a cierto descomprom­iso del presidente Macri por la cultura en general y la del libro en particular.

La FILBO, de Bogotá, en la que nuestro país fue invitado de honor, abrió hace poco con la presencia del presidente Santos. Tanto Macri como Horacio Rodríguez Larreta suelen ser ausentes con aviso en la Feria. El hecho de que en la misma tarde se programara el diálogo entre Mario Vargas Llosa y los presidente­s Macri y Sebastián Piñera indica la escasa relevancia que le dan.

Avelluto asegura que la visita presidenci­al requiere de garantías: “En 2016, con el repudio a Alberto Manguel, quedó claro que no existen las condicione­s para la visita de los funcionari­os más altos. Lo del jueves me recordó los desmanes violentos a raíz de la presentaci­ón del libro de Gustavo Noriega sobre el Indec. Pero el desafío esta vez fue mucho más grave”.

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