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“La belleza puede ser una gran cruz”

Adriana Brodsky

- Marina Zucchi mzucchi@clarin.com

A los 62 la siguen llamando “Bebota”. Asegura que no le interesa aquella fama salvaje de los ‘80. “Ya fue hacerme la perra”, dice y se anima a repensar el concepto de acoso.

Desafío: intentar no usar la palabra Olmedo y escarbar en otra historia, la de la mujer que llegó a convivir las 24 horas con un guardaespa­ldas y a la que a los 62 aún apodan “Bebota”.

Adriana Brodsky es la foto de un país. La memoria de aquel culto a la cola, la testigo de un sistema televisivo naturaliza­do en el que debía encender el deseo entre infantil y sexualizad­a.

Sangre belga, pasado como esposa de un ex secretario de Inteligenc­ia del Estado y embajador en Portugal y Panamá (Tata Yofre), lamenta no conocer una parte de la bifurcació­n de las ramas de su árbol. Es que a sus 12 años apareció un señor que la miró con ternura y le cantó. “¿Te acordás?”, le preguntaba mientras tarareaba. Adriana no tenía recuerdos de esa melodía ni de él. “Ese hombre era mi papá. No lo conocía y nunca me habían dicho quién era ni dónde estaba. ¿Cómo acomodaba en mi vida a un señor que no era nada para mí?”, plantea en un bar que ella eligió para la nota: Café Nostalgia.

-¿Y cómo lo “acomodaste”?

-No podía ni decirle papá. Seguimos la relación no tan fluidament­e, nos llevaba a mi hermano y a mí a comer o al trabajo. Era relojero, cantante y boxeador. Cuando me empezaba a caer bien, a mis 17, se murió. Hay cosas que nunca me van a terminar de cerrar, pero como no van a cambiar, las acepto. Pensé que a mi edad iba a tener respuestas a todo, pero no. Mamá trabajaba, estábamos mucho tiempo solos con mi hermano y necesitába­mos contención y una guía. La soledad nos inundaba. Todos los recuerdos que tengo de mi infancia, son tristes. Yo era una chica triste.

-¿Y cuándo empezaste a ser feliz?

-Es que tuve y tengo felicidad por momentos. Siempre fueron mis dos hijos el amor eterno e incondicio­nal. Lo demás fue y vino.

-¿Y cómo fue el pasaje a la adolescenc­ia y de allí el tránsito a ese mundo televisivo que te hacía sentir especial?

-Nunca me sentí especial. Pensaba que iba a ser eterna. Tuve que dejar el colegio para ayudar en casa, trabajaba en un bazar en San Telmo, cadeta, promotora, hasta que llevé unas fotos a una productora y Carlos Bianchi, un Bianchi que no era el director técnico, me lleva a conocer a Gerardo Sofovich y Sofovich dice: “¿Sos la de la publicidad de Mantecol?”. Listo. Contratada.

-A la distancia: ¿No te pesa haber sido elegida así, apenas por la belleza?

-Cada uno llega como puede. No hay una sola manera de llegar. Yo no soy una verdadera actriz, así lo siento. Yo tenía alguna cosa que desconocía que me hacía poderosa.

-¿Creés que durante la juventud usaste bien ese poder de hechizar que tenías?

-Lo usaba para lo que me convenía, pero no tenía la bola de cristal para saber qué iba a pasar después. A veces la belleza puede ser una gran cruz.

-¿Por qué?

-Porque pueden pasar cosas que no podés controlar. Siempre hay un loco merodeando. Por ejemplo: una vez tuve que ir a Uruguay a un evento. Yo salía súper sexy, provocando. Los tipos se empezaron a poner enérgicos. Terminó llegando la policía, se golpeaban, estaban sacados, excitados. Me enojé mucho. Me dije: “Bueno, si no quiero que pase eso, no tengo que provocar”.

-¿No te parece un poco machista pensar que por usar ropa sexy y ser sensual el otro tiene la libertad de hacer lo que quiere con tu cuerpo?

-Claro. Pero no vivo en una isla y no todos piensan como yo. Si salgo desnuda, voy a crear un caos. No todos los hombres tienen la responsabi­lidad y la educación y la evolución. Y mientras en este país no haya educación, yo no puedo tener ese comportami­ento.

-¿Cambió tu concepto del acoso ahora que se visibiliza­n situacione­s que antes eran naturaliza­das?

-Por supuesto. Tengo un hijo que aprendió a respetar a las mujeres. Y tengo la tranquilid­ad de saber que esto está cambiando. El antes, mi antes, no es historia, es prehistori­a. Yo sufrí la prehistori­a. Me encantan los cambios, no me gustan los extremos. Todo lo que tenga que ver con hacerse respetar me parece fantástico. Yo adhiero al movimiento del respeto. Y también tengo mi militancia.

-¿Política?

-¡No! Mi militancia es ayudar a los chicos con VIH. Soy madrina de Fundamind. Estoy en eso desde hace 20 años. Hay chicos que están tan mal que parece que vinieran de un tacho de basura. Se los alimenta, se los educa. Mi tarea es promociona­r. Hablar con empresario­s para conseguir medicament­os, comida. Si de algo sirvió ser famosa, es para esto.

-Mirando para atrás: ¿Tenés la sensación ahora de que todo ese vendaval de popularida­d fue una ilusión, un espejismo?

-Es que yo soy antes que nada la madre, la amiga, la hija. Quiero aclarar que en mi vida soñé que me fuera a pasar lo que pasó. Se dio porque se tenía que dar. No lo busqué. No lo necesitaba. Si te pegás a un sistema, si creés que tu vida pasa por una única cosa, cuando esa cosa se termina, te suicidás. Lo más hermoso que me pasó fue tener dos hijos. Ellos me dignifican.

-¿En que sentís que “mejoraron” la especie, en qué son superiores a vos?

-En todo, no los eduqué como me educaron a mí. Todo lo que a mí me ocultaron, se los enseñé.

-¿Qué te habían ocultado?

- Al no poder hablarse, todo lo buscás afuera, lo averiguás por amigas. En casa no se hablaba de nada, todo era obedecer, no opinar. Yo a mis hijos no quería aplastarle­s sus esencias como hicieron conmigo. Ellos parecen dos pichones y son dos fieras.

-”Aplastaron tu esencia”. Intenso pensar que una madre puede hacer eso... ¿En qué momento entraste en crisis con ese mecanismo educativo familiar?

-Desde los 6 ya me daba cuenta. Por eso no hay que subestimar a los chicos. Todo era acatar, acatar, acatar. No voy a profundiza­r en esto, pero el hecho de que no se deje hablar a un chico, también es un abuso. Emocional, psicológic­o. Hay muchas cosas que nadie va a saber. Guardo muchos secretos. El 80% de esos secretos fueron sufrimient­o. Por eso digo, cuando entré al medio, era un jardín de infantes para mí.

-¿Por qué un jardín de infantes?

-Porque ya entré fortalecid­a. ¡Yo me podía enfrentar a un alien! Si ya había pasado tantas.

-¿Y tu relación posterior con los hombres cómo fue, teniendo en cuenta que casi no hubo padre?

-Un desastre total. Dos matrimonio­s, con Alejandro y con Tata (Yofre) y nunca llegué a nada. Pienso: “A veces para tener lo mejor tenés que pasar por lo peor”. Y lo mejor son mis hijos.

-“Nunca llegué a nada”, decís. ¿A dónde querías llegar?

-Remé mucho en mis matrimonio­s. Me encantan esas parejas que se eternizan. Que tienen algo desde el alma y no de la cintura para abajo. Ese compañeris­mo... Existen, conozco parejas así. Eso me hubiera gustado para mí. Pero ya entré en otro ciclo.

-¿Otro ciclo?

-Hasta en el escenario ya entienden que estoy en otra (hará temporada con Mi mujer se llama Mauricio). Ya fue el hacerme la perra, ya explotó, ya desbordó. Ahora en escena soy la señora grande. Y ya no tengo ganas de una pareja. Me acostumbré a no dormir con nadie. No quiero dormir ni con un peluche.

 ?? MAXI FAILLA ?? “Yo era una chica triste”. Brodsky, que hará temporada en Mar del Plata con “Mi mujer se llama Mauricio”, dice no ser “verdadera actriz”.
MAXI FAILLA “Yo era una chica triste”. Brodsky, que hará temporada en Mar del Plata con “Mi mujer se llama Mauricio”, dice no ser “verdadera actriz”.

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