Tercer premio,
El origen. Su pasión nació en la infancia, y estuvo dada por herencia. Su padre joyero le marcó el camino desde un inicio, y le enseñó el oficio. Según cuenta, el taller era su segunda casa. Estudió Diseño Industrial, y al trabajar con artesanos de distintas regiones de Chile, se encontró con la técnica de tejido en crin, que la enamoró. Su trabajo es muy conceptual y cambiante, “como un estado de ánimo”, según describe. Hoy, además de diseñar, da clases.
La pieza. El broche pertenece a una de sus series, llamada Parasitismo Salvaje.
Trabajó con hilo de cobre, crin de caballo y plata. Esta idea representa un cambio de materialidades, porque en general se suele utilizar fibra vegetal en lugar del hilo de cobre. La artista decidió darle este giro para jugar con las texturas, los brillos del metal y las transparencias del pelo, que dan una sensación “casi como de plástico”, describe.
La joya tiene muchas horas de trabajo detrás, días de tejer y destejer el pelo. No hubo dibujo ni boceto, todo fue espontáneo, en base a lo que surgía en el momento. “Cuando empiezo, no sé cómo voy a terminarlo. Es un trabajo de creación muy libre y experimental. Cada pieza para mí es un hijo”, asegura.
Para realizar esta obra se inspiró en la vida cotidiana, en las “personas que te encontrás en la vida, que se transforman en tus parásitos”, dice.
El concurso. “Yo ya he participado mucho en otras exposiciones, eventos y muestras de joyería en el exterior. Y ésta me parece muy especial porque se ve un lenguaje muy distinto e interesante. Hay un tema de identidad que se puede observar en los colores, las propuestas, los materiales...”, reconoce. “Creo que a nivel latinoamericano es bastante incipiente el tema de la joyería contemporánea. El público y los propios joyeros recién están comenzando a animarse a explorar este mundo tan particular y único. Hay que tener en cuenta que se trata de un mercado muy diferente al tradicional, como puede ser el europeo o estadounidense”, agrega.