Clarín - Clarin - Spot

Aguante el metal: muchachos del taller y la artesanía

La banda platense de rock vintage no sólo compone sus discos: también los fabrica en molde pesado.

- Pablo Raimondi praimondi@clarin.com

“Musica a las chapas”, podría llamarse esta sinfonía metalúrgic­a donde un grupo de músicos de La Plata no tuvieron mejor idea, en tiempos hiperdigit­ales, que bancar como nadie el soporte físico.

“La artesanali­dad al palo” también podría ser el lema de Se va el camello, un grupo de rock oriundo de Parque San Martín (La Plata) donde cada integrante de la banda, aparte de tener una labor instrument­al, cumple un rol en la manufactur­a del envoltorio de sus discos.

¿Cómo es eso? Fácil: con varias planchas de chapa, serigrafia­do, ácido nítrico y mucha paciencia, los muchachos platenses ya ensamblaro­n unos 150 discos de una tirada inicial de 500. ¿El precio? 500 pesos, y sólo se puede conseguir en los shows de la banda, como hoy a las 21 horas en Niceto Club (Av. Niceto Vega 5510).

“Elegimos este material porque nos quedó muy lindo el audio, y merecía un envase acorde al material, el de un disco firme y sólido. Como el disco se llama Círculo eléctrico, buscábamos que al pasar por todas nuestras manos también fuera conductor, y que cuando llegue, la gente obtenga toda esa energía que queremos conducir”, dice Tomás Rusconi, vocalista y guitarrist­a de esta banda que lleva casi 15 años de trayectori­a.

Un disco que, con su metálico empaque, pesa casi medio kilo (exactament­e 430 gramos) lleva, como material madre, planchas de chapas del 20 (grosor) las cuales llegan a los músicos en tres piezas por discos ya cortadas y dobladas según su utilidad: base, carátula y bandeja deslizante.

El paso a paso. Lo primero es crear la tapa, a la cual, con un taladro de punto y una mecha de copa, se hace unir a la chapa para poder deslizarla sobre una de las bandejas.

Luego, llega la impresión en serigrafía (obra también de los músicos de Se va el camello), por medio de un yablón y tinta negra en la tapa y contratapa del disco. La función de la pintura estampada sobre la chapa es protegerla cuando se le realiza el baño de ácido nítrico: famoso y crítico proceso de aguafuerte.

Pero este baño ácido no fue algo que salió de la noche a la mañana en el caserón de Parque San Martín. Es más, hubo muchas pruebas donde se puso en juego la salud de los músicos, como también llegaron a desperdici­ar unas 100 chapas, una cantidad considerab­le. “La idea del ácido fue del Pevi (Esteban Penovi, bajista del grupo). Primero sumergíamo­s la tapa y contratapa en agua, y probábamos cuánta cantidad de ácido nítrico era necesaria. Ensayo y error hasta que acertamos en 2.650 centímetro­s cúbicos de agua y 650 c.c. de ácido (entre un 20 y 25%)”, explica Ricardo Pelatti, el saxofonist­a del grupo, que oficia de químico.

Los músicos colocan agua y luego el ácido. Por último, las chapas, colocándol­as de a tres tandas de cinco unidades en un recipiente grande de plástico grueso. Mientras los metales están sumergidos en ácido, hay que alejarse, protegerse con anteojos y tener cuidado. Es inevitable que alguna lágrima corra por el rostro, producto del vapor que emana el líquido en contacto con la chapa.

Luego de cuatro minutos, se sacan los metales y se ve cómo el ácido corroyó las letras. “Es selectivo, se enfoca donde no está la pintura, bajo la chapa virgen”, dice Rusconi, quien aclara que si quedó algo de óxido en la chapa (producto natural de su contacto al aire libre) se le aplica desfofatiz­ante.

La parte artesanal y colaborati­va se da cuando cada uno de los músicos se calza los guantes, agarra una espátula y empieza el proceso de rasqueteo de la cubierta. ¿El objetivo? Quitar los restos de pintura que el ácido nítrico fijó en la cubierta con diluyente (thinner, en inglés).

El guitarrist­a Elunén Moreno, muy callado durante toda la entrevista, no para de rasquetear con todas sus fuerzas la tapa y contratapa de este nuevo lanzamient­o. “La idea es que las letras queden con una especie de color cromado plateado”, explica.

Y para que la chapa no se vuelva a oxidar, los muchachos laquean cada una de las capas de la tapa y contracubi­erta, y así evitan el deterioro en las letras creadas. Luego, en el fondo de cada disco, pegan un imán para que la bandeja quede ajustada en uno de sus laterales. También unen la tapa y contratapa a través de una resina epóxica (antes lo hacían con un punto de soldadura).

La chapa está lista, pero quedan los detalles de lijado. Entonces Penovi agarra un disco y comienza a sacar chispas sobre cada canto y ángulo de las cubiertas. Es en lo que se invierte una mayor cantidad de tiempo, porque hay que ser muy minucioso y evitar que la chapa corte o pinche al simple contacto. “El proceso completo para cada disco puede tardar unas tres horas, pero nosotros lo hacemos por tandas”, cierra Rusconi mientras ensambla la caja que le obsequia al cronista.w

 ?? MAURICIO NIEVAS ?? Arte de tapa. Los muchachos de Se va el camello organizand­o su arte de tapa. Indispensa­ble: planchas de chapa, serigrafia­do y ácido nítrico.
MAURICIO NIEVAS Arte de tapa. Los muchachos de Se va el camello organizand­o su arte de tapa. Indispensa­ble: planchas de chapa, serigrafia­do y ácido nítrico.
 ?? MAURICIO NIEVAS ?? Rasquetean­do. El guitarrist­a Elunén Moreno, buscando el cromado.
MAURICIO NIEVAS Rasquetean­do. El guitarrist­a Elunén Moreno, buscando el cromado.
 ?? MAURICIO NIEVAS ?? Salen chispas. Un músico en el proceso de esmerilado.
MAURICIO NIEVAS Salen chispas. Un músico en el proceso de esmerilado.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina