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“La pieza de Franz”: un gran cierre del Cervantes

La obra, que parte de la Sonata en Si menor de Franz Liszt, es una perfomance que cruza, música, cine y teatro.

- Sandra Commisso scommisso@clarin.com

El cierre de temporada 2018 del Teatro Cervantes será de gran altura. A la inauguraci­ón de la fachada restaurada, luego de doce años, se le sumará una función muy especial con la presentaci­ón de La pieza de Franz. La obra es una performanc­e que cruza música, teatro y cine. Como punto de partida medular está la Sonata en Si menor para piano de Franz Liszt con insercione­s de Vivaldi, Chopin, Beethoven, Brahms, Debussy, Schöenberg, Ravel, Satie, Scriabin, Cage, Berg, Mussorgsky, Cowell, Piazzolla y el propio Liszt. A ello se le suman acciones teatrales y otras cuestiones difíciles de describir. Todo el material quedó registrado en una película realizada por Alberto Fischerman, el director fallecido en 1995. Fischerman junto a los pianistas Jorge Zulueta y Margarita Fernández formaron el Grupo de Acción Instrument­al, que presentó la pieza en junio de 1973, en el Coliseo. A ellos tres luego se les sumó la coreógrafa Ana María Stekelman. “Es una manera de explorar una obra musical desde otra perspectiv­a”, dice Margarita. “Escuchando lo que sonaba, sentís que la sonata se excede de ella misma, que va a otro lado. Como un imán, atrae lo demás”.

Cuarenta y cinco años después, la obra sigue siendo de vanguardia.

Una partitura que se gestó con insercione­s musicales de épocas previas, contemporá­neas y posteriore­s a la Sonata de Liszt. “Los ’70 fueron una época de grandes convulsion­es. El estreno tuvo una sola crítica en un diario alemán bonaerense que realizó un crítico muy tradiciona­l y fue demoledor. Habló de sacrilegio”,

El cruce posterior con lo teatral y lo cinematogr­áfico resulta sinestésic­o. “Exploramos ese espacio que lleva a una tierra de nadie”. Lo que se verá hoy en el Cervantes, con entrada gratuita, son las dos etapas sucesivas: la presentaci­ón de la Sonata con las insercione­s ,y luego la película de Fischerman, que resultó sin ninguna duda el gran registro histórico del hecho cultural. La obra antes de llamarse La pieza de Liszt tenía un nombre un más rebuscado: se llamaba Autodeterm­inemos nuestras hipotecas.

“En la performanc­e de 1973, Zulueta tocaba el piano, y en un momento se levantaba embriagado por el paroxismo sonoro que él mismo había engendrado. Entonces, luego se sacaba el frac, bajaba del escenario, iba por el pasillo directo hacia los cortinados de atrás mientras se sacaba la camisa. Y finalmente desaparecí­a. Y volvía a entrar, con el torso desnudo, en jeans y con una faja donde se leía AMERIKAFKA”, relata Margarita. Hoy, la sonata, según cuenta Fernández, está muy limpia de acciones, pero sigue habitada por el imaginario original.

La función de hoy podría resumirse como un rescate, un revival y un homenaje. Dice Margarita: “Es parte de una marea que nos trae todo lo recordado y se lleva lo olvidado en un constante movimiento, porque el recuerdo y el olvido son los tópicos subyacente­s en el grupo. Como ocurre todo en la vida”.w

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La pieza... Para los artistas, la puesta es “un modo de explorar una obra musical desde otra perspectiv­a”.

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