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“Soy de tirarme a las cosas nuevas sin red”

- Silvina Lamazares slamazares@clarin.com

Figura clave de América hasta el año pasado, desde mañana conducirá “¿Quién quiere ser millonario”, por Telefe. Iba a ir los domingos, pero con la idea de reanimar el prime time del canal lo ponen de lunes a viernes. Habla de su éxito en la radio, de sus hijas y de su capacidad de adaptarse a los cambios.

El libro de pases se agitó a fines del año pasado cuando se supo que una de las figuras más fuertes de América se iba del canal. Atrás quedaban 10 años de corrido. Y en la mira estaba Telefe. Así, Santiago del Moro pasó del tercer puesto a la cima del podio de las pantallas de aire, desde donde mañana conducirá ¿Quién quiere ser

millonario?, la estrella de los programas de formato, con versiones en más de 120 países. Su desembarco se iba a dar en cuentagota­s semanales, pero por caprichos del rating -El Trece viene ganando la pulseada diaria del prime time- de un soplido pasó a estar de lunes a viernes a las

21.15, en una suerte de sobredosis sorpresiva. Entonces, de la grilla sale el Minuto para ganar de Marley y entra el programa de preguntas y respuestas de Del Moro, que competirá mano a mano -en una especie de batalla del entretenim­iento- con la Otra noche familiar de Guido Kaczka (El Trece). Pero no será ése el único duelo que deberá librar en materia de rating, ya que por momentos irá a la misma hora de Intratable­s (América), su niña bonita en términos de currículum televisivo.

Disciplina­do -y ocupado- como pocos en este medio, tiene ordenado su día a día de manera tal que las chances de encontrar un espacio para la entrevista son pocas: “Me levanto a las 5 con la alarma del celu, llego a la radio (La 100) a las 5.50, hago el programa hasta las 10 (conduce El club del Moro, el más escuchado

de las FM), vuelvo a casa, entreno 40 minutos junto a mi mujer, almuerzo, duermo la siesta y me voy al canal (en Martínez) a grabar. Llego a casa cerca de las 21 y comemos en familia... ¿Sabés la cantidad de tiempo que no cenábamos todos juntos un día de semana?”.

En medio de una hoja de ruta ajustada -que tiene como apagón de luz la medianoche “o un poquito más tarde”-, el feriado de esta semana permitió aflojar el virtual nudo de corbata. Con gorrita de béisbol, camperita y un ritmo muy suyo -hilvana conceptos a velocidad de atleta-, invita a charlar en el hall de Radio Mitre. Del otro lado del ventanal lo esperan los pedidos de selfies. -¿El pase de canal se dio con la misma rapidez con la que se conoció o hubo mucho detrás de escena? -Cuando salió la noticia ya estaba todo resuelto. Fue una salida consensuad­a, hablada con tiempo y con tranquilid­ad. Las autoridade­s del canal entendiero­n que yo quería hacer otra cosa. No es que me fui porque tenía ya abrochado otro trabajo. Me fui porque quería un cambio. Obviamente que en los últimos años tuve propuestas, ofrecimien­tos, pero no era el momento. Y después de 10 años en América sentí que sí. Y me fui de la mejor manera. -O sea que no fue primero Telefe...

-No, para nada. Y cuando me reuní con Darío Turovelzky (el entonces director de contenidos globales de

Telefe) pasó algo increíble. El tiene una cabeza muy grossa y me preguntó qué tenía ganas de hacer y le dije que me gustaba mucho un formato de entretenim­iento, que era

¿Quién quiere ser millonario? Me escuchó, abrió el cajón, sacó una carpeta y me dijo: “Estaba entre las cosas que pensaba ofrecerte”. Y de hecho tenía mis iniciales: SDM. -¿Y por qué querías puntualmen­te eso?

-Porque me gusta por dónde lo podés llevar. Entrega hasta 2 millones de pesos, pero más allá del premio te permite ir por otras zonas. A mí me gusta el entretenim­iento en sí y, de acuerdo a cómo lo estamos llevando, me interesa lo que hay detrás de cada participan­te, sus historias, para qué quieren la guita, qué harían con eso, qué resolvería­n, si la casa, si el cuarto para un nuevo hijo, si el auto, si saldar una deuda. Y cada cantidad de dinero tiene un valor distinto, porque capaz 30 mil pueden no parecerme una fortuna, ponele, pero para el otro representa un alivio tremendo y una solución para muchas cosas. -¿Vos irías a un programa así?

-Sí, me anotaría de una.

-¿Y tratarías de llegar hasta los 2 millones?

-No, yo voy por lo que necesito. Siempre.

-¿Te hace ruido que, de alguna manera, vas a competir con “Intratable­s”? -Nosotros vamos a ir de 21.15 a 22. Y ellos arrancan 21.30. Será un rato, nomás. -¿En qué modo quedaste con el programa: añoranza, gratitud, lo ves, lo comentás...? -Gratitud total. A veces espío un poco, pero no lo sigo. Cuando termino algo, suelto. A veces me preguntan quién creés que debería ser el conductor y la verdad es que no lo sé. No es mi tema. Fue un programa clave para mí, pero no está en mis manos esa decisión, ni quiero comparar a un conductor con otro. -Hablando de comparar, tu versión de “¿Quién quiere...?” será parecida a la que condujo Julián Weich (2001, por el viejo Canal 13)? -Ni idea, no quise ver ningún video de Youtube... No hay peor cosa que imitar estilos. Quiero ser yo, con mi impronta, con mi ritmo. Yo soy de tirarme a las cosas nuevas sin red. -¿Y sin miedos?

-Sí, es que si me animo a dar el paso es porque confío. Me adapto fácil a los cambios. Pensá que empecé en este medio con la música, luego pasé al entretenim­iento, más tarde me probé en el chimento, después nos metimos de fondo en el mundo político con Intratable­s y ahora vuelvo al entretenim­iento. -¿Es un modo de cerrar el círculo?

-Sí, pero no se cierra. Esto sigue y uno no sabe qué le puede esperar.

-Antes de que se confirmara este programa de formato se decía que ibas a versionar “Jugate conmigo”. ¿Qué hubo de cierto? -Tuve lindas charlas con Cris (Morena), persona que adoro, y, quién te dice, hagamos algo en 2020. Jugate... fue mi programa favorito cuando era chico y con Cris tenemos una onda impresiona­nte. Me encantaría hacer algo con ella. -¿Sos de los que asumen que el rating importa? -Obvio. Los que trabajan en esto y dicen que el rating no les importa mienten. El rating es una de las herramient­as, pero ahora las medición es medio inabarcabl­e, porque hay otras vías, está la difusión por redes, la viralizaci­ón de las cosas. Algo que no tiene un buen número capaz se convierte en un fenómeno porque agarró otro camino. -¿La tele es sólo un trabajo para vos o verla también es un buen plan? -Es un planazo. Me encanta tirarme a mirar lo que sea y hacer zapping furioso. Amo la tele. No entiendo a esa gente del medio que habla con desinterés del mismo medio...

-Algunos actores dicen que ni siquiera tienen televisor.

-¿Pero eso ya no está como medio pasado de moda?

Nacido hace 41 años en Tres Algarrobos, provincia de Buenos Aires, Santiago del Moro supo de chico que “quería ir por acá. Quería ser conductor. Pisé una radio a los 11 años y me fascinó”. Ya en capital, a los 20 debutó en Muchmusic, tuvo un paso por la actuación, condujo programas de géneros varios, pegó el salto a la popularida­d con Infama (2008) y se consolidó en la conducción con Intratable­s (2013), que nació como un ciclo de verano y se convirtió en un periodísti­co al que los políticos piden ir.

Por su trabajo en TV cosechó varios premios Tato, Martín Fierro y hasta un Konex de Platino. La radio, con sus clásicos Mañanas campestres (iba por la Pop) y El club del Moro (va por La 100), también le valió un puñado de estatuilla­s, pero no parece ser ese tipo de figura al que los laureles lo marean. De hecho, en la nota ni los nombra.

A él lo enciende hablar del oficio, de los referentes como Cacho Fontana y Héctor Larrea, entre otros, de colegas que admira como Elizabeth Vernaci, Beto Casella y Bebe Sanzo, integrante de su programa radial.

Pero su rostro suma calidez cuando habla de su mujer y sus hijas, Catalina (de 8 años) y Amanda (de 5): “La más grande me pregunta por las religiones, cosas así. El otro día me preguntó por qué existen las guerras. Tiene una cabeza tremenda”.

-¿Y qué le contestast­e?

-Y, por el odio. Trato de explicarle con lo que está a mi alcance. La otra vez nos llamaron del colegio para hablarnos de su nivel de exigencia y entendimos que ella sentía que la escuela era como ir al trabajo. Me ve que soy tan responsabl­e y disciplina­do y naturalmen­te copia el estilo. Mi mujer es psicopedag­oga y la charla es clave en casa. -¿Sos un padre de contar cuentos?

-Sí, cada tanto. Hablo mucho con ellas, son dos divinas. Mirá (y muestra fotos de las nenas en el Lollapaloo­za). Como padre sale la mejor versión de mí. -¿Te ven en la tele?

-Sí, cada tanto. A mis hijas no les gusta cuando me enojaba o levantaba un poco la voz en Intratable­s. Ninguna de las dos tiene un cholulismo con mi trabajo, para nada. Sí se enganchan por el lado de “Papá, ¿podés conseguirm­e los auriculare­s

de Violetta?”, con esas cosas. Para ellas éste es un trabajo más, que de hecho lo es.

Dice que por ahora ni se le cruza meterse en la política, por más que alguien haya tirado alguna vez la idea: “He tenido mucho trato con los políticos en el programa. Aprendí un montón. Pero fuera de cámaras me debo haber cruzado con uno o dos en algún evento y nada más”. Y confiesa que su mejor herramient­a es saber escuchar. Un verbo clave para el que trabaja mañana y noche -literalmen­te- con su voz.

 ?? LUCIA MERLE ?? De la mañana a la noche. De 6 a 10, Santiago conduce “El club del Moro”, por la 100, el de mayor rating de las FM. Y de 21.15 a 22 se lo verá por Telefe.
LUCIA MERLE De la mañana a la noche. De 6 a 10, Santiago conduce “El club del Moro”, por la 100, el de mayor rating de las FM. Y de 21.15 a 22 se lo verá por Telefe.

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