Un polizonte argentino en el pabellón lituano en Venecia
Esta historia cuenta las bambalinas de la muy notable Sun & Sea (Sol y mar), la ópera-performance del pabellón de Lituania, ganadora del León de Oro de la Bienal de Venecia 2019. Trata también de cómo el argentino Hernán Chinaski, músico y performer, vinculado a los artistas de la galería Azur, se infiltró en el elenco de la pieza practicando la mejor versión del famoseo, el papel del figureti anónimo.
“Agotamiento, agotamiento… me gusta decirlo como si fuera una broma/ es como un mamut/ una criatura inexistente, extinguida/ los hay en las enciclopedias/ pero en la vida real/ no creo que llegue a conocerlos en vida”, así canta el coro de veraneantes de Sun & Sea, echados en la arena. Todo transcurre en el pabellón de la Marina de Celestia, en un recodo veneciano entre los Giardini y el Arsenal, y es adecuado que esta ópera, que trata sobre el cambio climático, tenga su puesta en la ciudad opulenta condenada a hundirse.
Tras un promedio de dos horas de espera -de pie, bajo el sol o la lluvia- , el espectador accede a un primer piso sin butacas; la disposición recuerda un reñidero de gallos. La pasarela cenital tiene vista a la puesta, a ras del suelo –todo transcurre abajo, en una playa artificial que podría haber armado un intendente porteño. Luz casi solar y el añorado calor de trópico para un ocio que sueña Lituania, una república báltica. En sus lonitas de rayas, solos, en pareja o en grupete de amigos, una docena de veraneantes invoca las cosas más cotidianas y triviales, el merecido descanso, el tacto oleoso del bronceador en la espalda, mientras recuerdan los mares en que nadaron.
Con dirección de Rugil Barzdžiukait , libreto de Vaiva Grainyt y música de Lina Lapelyt - bajo la curaduría de Lucia Pietroiusti-, la obra tiene el antecedente de Have a Good day!, Ópera para 10 cajeras, sonidos de supermercado y piano, de 2017, en la que el mismo trío compuso una elegía por el aplastante régimen laboral de esa legión de empleadas. La puesta del pabellón lituano fue la gran sorpresa, coronada con el premio mayor de la Bienal. Pero aún así, la obra no estuvo a salvo de las dramáticas dificultades de financiamiento que suelen quejar a la producción artística. En mayo sus organizadores anunciaron que no podían costear las funciones más que en los fines de semana. Antes de la apertura, el trio lanzó un proyecto cooperativo y una campaña de crowdfunding. “La ópera cuesta 3 dólares por minuto de función”, advirtieron. Y dura tres horas, con dos funciones diarias. Sun & Sea fue salvada por el León.
Fue así que el performer Hernán Chinaski terminó recalando en esas costas la semana pasada... “La única directiva de vestuario recibida fue que no llevara nada llamativo y solo me vistiera en tonos claros. Podía hacer mi aporte personal; así que caí con un snorkel y antiparras de buceo, lo que causó sensación...”, cuenta Chinaski. “Me sentí un animalito de zoológico ahí abajo, porque no te contemplan los observadores sino sus cientos de cámaras de fotos. Cometí todos los errores típicos de una playa: le pisé la mano a uno y derribé una sombrilla jugando al tejo, pero nunca dejé de cantar”. Y concluye subrayando “lo tétrico de ese espacio donde antes solían guardarse las municiones del arsenal”, invisible desde arriba.