Cuando el gran diseñador francés cambió aguja e hilo por el delantal
shows. Se sigue fumando.
-Sos población de riesgo.
-Por la edad y el EPOC, sí. No le tengo miedo al coronavirus porque me cuido. La última vez que salí de casa fue el 7 de marzo. Estoy en cuarentena mucho antes de que sea obligatorio. Había visto en CNN que se estaba hablando de la pandemia y que el virus se expandía. Me guardé.
-¿Ricardo Soulé te llama para tus cumpleaños?
-No.
-Parecen dos muy buenos tipos, ¿de dónde viene el problema entre ustedes?
-¡Se fue tres veces de Vox Dei! Me dolió eso. Si se hubiera quedado ahora estaríamos tocando en Suecia. La banda unida fue muy grosa.
-¿El primer disco que te compraste?
-Ufff, uno de Facundo Cabral cantando twist. El empezó buscando su camino por ahí. Después llegaron Los Beatles y fue sacar las canciones por fonética y armar un grupo, Topos, para tocar sus temas mientras trabajaba en la panadería de mi papá.
-Vos lo conocés desde el comienzo. ¿Es machista el rock nacional?
-Es machista. El tango también lo era. El argentino es machista por naturaleza. Pienso en Claudia Puyó, en Celeste Carballo. El asunto es que cantar bien los temas de otro… no sé. Yo quería cantar como John Lennon hasta que me di cuenta de que podía cantar bien con mi propia voz.
-¿Qué aprendiste en todos estos años?
-Que el que aprende de chico, aprende toda su vida.
-¿Hiciste plata?
-Viví bien, pero podría haber hecho mucho más si las compañías de discos no me hubieran robado tanto. Les pasó a los fundadores de este movimiento, y yo soy uno. Las bandas que vinieron después la tuvieron más clara porque el negocio se fue aceitando.
-¿Vox Dei sigue existiendo?
-El nombre se lo puse en 1969, cuando grabamos en Mandioca, y como buen tarado no lo registré. En 2005 va y lo registra Ricardo (Soulé). Igual puedo usar “Willy Quiroga Vox Dei”.
-¿Un amigo rockero?
-Alejandro Medina, ex Manal. Gady Pampillón. Juan Rodríguez.
-¿”La Balsa”, “Muchacha” o “Presente”?
-Presente.
-¿Spinetta o Charly?
-Son dos cosas distintas. Spinetta era muy volado. Charly se desnuda en cada tema, muestra su alma.
-¿Escuchabas Soda Stereo?
-Sí, lo escuchaba. A la MTV llegamos con la versión de Génesis que hicieron en el Unplugged. Una súper versión. No lo conocí a Gustavo Cerati, fue una gran sorpresa escucharlo haciendo nuestro tema.
-¿Estuvo bueno ser pionero?
-Sí, porque no había nadie adelante y teníamos un campo abierto todo para nosotros solos.
-¿Por qué elegiste tocar el bajo?
-Me gusta el ritmo y lo grave. El bajo está al lado de la batería. Encadena los acordes y va moviendo a la banda. Mientras suenen bien el bajo y la batería, el guitarrista se puede lucir.
-¿Un libro?
- El hombre mediocre, de José Ingenieros.
-¿El mejor recital que viste en tu vida?
-Los Gatos, Almendra y Manal en el Luna Park, año ‘69. Lo recuerdo porque además tocamos nosotros y Alfredo Toth me prestó su campera de cuero para actuar. Debutamos ahí, la mayoría no nos conocía, pero tocamos Presente y la gente estalló.
-¿Las groupies de Vox Dei eran católicas?
-No tengo la menor idea. Nunca me lo pregunté.
-¿De qué te arrepentís?
-De no haber estudiado un poco más. Hice hasta tercer año del Nacional.w
pero su planeta preferido es Marte: no solo por Rad Bradbury y sus Crónicas marcianas. La explicación es cuestión de resistencia. Estudioso obsesivo de esa ciencia del cielo jura que “cuando el sol colapse se va a llevar puesto a Mercurio, a Venus y a la Tierra. A Marte, no. Se cree que allí podría trasladarse la humanidad antes de los 4.500 millones de años que va a ser el tiempo de duración del sol”.
La cuarentena tiene al secretario de la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes conteniendo los abrazos, extrañando a hijos y nietos, mientras se consuela espiando las estrellas con el telescopio que plantó en el fondo de su casa. El coronavirus cambió sus planes. Había viajado a España junto a Jorge Marrale por cuestiones burocráticas de la entidad y aterrizó el 6 de marzo. Casi 80 días de aislamiento.
-¿El encierro te sensibiliza o te anestesia?
-Me sensibiliza. Soy bastante casero y este tiempo es de una reflexión enorme. Releo El Quijote. La muerte, que es un tema central en todo ser humano, se hace más presente, evidente. Prima la incertidumbre. La actividad actoral está detenida y no hago más que pedir colaboración para que los canales pasen ficción local y así repartimos el derecho de interpretación entre actores. Y pedimos al Gobierno intervención con el tema de las plataformas. Porque el actor es también autor. Pone su historia personal, su transpiración en el texto de otro. De ahí que La Chilindrina, por ejemplo, le ganara un juicio a Gómez Bolaños.
-¿Tu situación económica cómo es?
-Tengo la posibilidad de sobrevivir, no tengo que mantener hijos ya, estoy jubilado. Pero pienso en los actores con familia. Desde SAGAI estamos ayudando a muchos. A veces la gente no entiende. Ponen en redes: “Vayan a laburar”. Siento que esta profesión no está del todo entendida. Acá no se entiende que la mayoría de los actores no lleva una vida fácil, no toman champagne: el ejemplo, la gran Beatriz Bonnet, cuyo ataúd termino solo. No pudo administrar bien lo que había ganado.
-¿Cómo es esa cruzada de llevar alimentos a actores más vulnerables?
-Hicimos un relevamiento. Compañeros llamaron a colegas para ver qué necesidades tenían. Sobre todo a muchos mayores que están solos. A muchos les da vergüenza decir “me está pasando esto”. Armamos un bolsón básico de alimentos no perecederos, tocamos timbres, hay gente que ofreció sus vehículos para el reparto. Sé bien de qué se trata esto.
-Empeñar anillos un día, comprar oro otro.
-Tengo una anécdota que grafica esto. 1987. En un momento de gran necesidad, en la calle Guardia Vieja, la casa de un director, él me dice: “Estoy esperando al tipo que me tiene que pintar el baño y no viene”. Le dije: “Después del ensayo te lo pinto yo y me gano unos pesos”. Ensayábamos El molino rojo, la vida de Jacobo Fijman. En ese marco, Juan Bautista Stagnaro me ofrece coprotagonizar una película en Yugoslavia, Camino Sur. Me fui 50 días. Cuando volví pagué deudas. Esa es la vida del actor.
Deja para el final la mejor anécdota del derrotero de un actor. La suelta al pasar, tal vez sin tomar magnitud. Cuenta que revisando en terapia descubrió hace poco la semilla de todo. La vocación brotando en medio del día más triste de su vida.
Tenía 16 cuando una mañana en su barrio de entonces, Lomas del Mirador, vio un accidente: un camión con acoplado había arrollado a un motociclista. El chico que no sobrevivió era su mejor amigo, “El Negro” Mota. El velatorio fue en el patio de su casa. “En un momento yo empecé a barrer y a improvisar. Me puse a recordar a ‘El Negro’ Antonio, que había sido jugador de Vélez. Yo lo evocaba como en un monólogo, y ésa fue como mi primera actuación. Todos se reían a pesar del dolor”, dice como metiéndose en ese recuerdo. “Descubrí que el teatro es eso: detener la angustia de la muerte. Actuar es retener un instante”.