“El mundo del arte solo reconoce la innovación de los varones”
Hace días, la también ensayista criticó la ausencia de catálogos de grandes creadoras en el Bellas Artes.
César Paternosto, Julio Le Parc, Pedro Figari, Carlos Alonso, Guillermo Roux, Lucio Fontana, Luis Felipé Noé, Xul Solar, Ernesto de la Cárcova, Gyula Kosice. Por el coronavirus, la pandemia, la cuarentena y el #Quedateencasa, el Museo de Bellas Artes liberó la descarga digital de los catálogos de las muestras que realizó en los últimos años. En los tiempos que corren, de movimientos de mujeres que luchan por la igualdad de derechos con respecto a los hombres, de reivindicaciones para la mujer y de feminismo, (casi) no hay catálogos dedicados a artistas mujeres. Los nombres mencionados son todos grandes maestros, sí. Pero ¿y las grandes maestras? ¿Dónde están? El detalle no se le pasó desapercibido a la destacada investigadora y curadora argentina Andrea Giunta, que pescó el dato y se preguntó en una de sus redes sociales: “Salvo algunas pocas en ‘Formas de la desmesura’ o en ‘Ninfas, serpientes, constelaciones’, el resto ‘all boys’. ¿Por qué no ha habido “grandes maestras del arte argentino”? ¿O sí y no tenemos la posibilidad de conocerlas?”.
En esta entrevista por mail con Clarín, Giunta, cuyo libro Feminismo y arte latinoamericano, publicado en 2018, va por su quinta edición (Siglo XXI, $910) y viene de publicar poco antes de iniciar la cuarentena
Contra el canon (Siglo XXI, $790), aborda el lugar de las mujeres en el arte y reflexiona sobre la tarea de “rescate” que se debe hacer.
Como una de las impulsoras de la Asamblea Permanente de Trabajadoras del Arte que a través de Nosotras Proponemos (np) promovió el “Compromiso de práctica artística feminista” de 37 puntos, Giunta piensa que se puede aprovechar esta inédita coyuntura para estudiar reservas museográficas, critica el
mansplaining que lleva a que a las mujeres artistas se les explique cómo hacer arte (“existe un paternalismo extremo, mientras los hombres artistas se aplauden entre ellos”) y habla de la posibilidad del cupo femenino en las muestras de los museos como “una estrategia” para “abrir los ojos ante lo que nunca vimos”: “A las artistas mujeres no se las toma en serio. La sensación es que nunca son suficientemente inteligentes”.
–Una afirmación habitual cuando se habla de mujeres en el arte dice que “hay pocas artistas mujeres”. ¿Es así: hay pocas artistas mujeres?
–Hay pocas conocidas y reconocidas, pero las mujeres siempre han hecho arte. Sus producciones no tienen el reconocimiento que tienen las de los artistas varones. Este no es un problema argentino, es un problema del mundo del arte que es, en su estructura, patriarcal y restrictivo: reconoce a los artistas varones como protagonistas casi excluyentes de la innovación, la vanguardia, el gran arte, la carrera sostenida, las periodizaciones o etapas en la obra artística. Los gestos innovadores, de vanguardia, cuando provienen de una artista mujer, no son considerados.
Si el mismo gesto lo repite un varón entonces son artistas geniales, de vanguardia, fogosos, disruptivos, heroicos. Hoy sabemos por estudios recientes que Duchamp arrebató la autoría del mingitorio a la Baronesa Elsa Von Freytag-loringhoven,o que Jackson Pollock copió el dripping, los chorreados, de la pintura a Janet Sobel. ¿El mingitorio sería para la crítica la obra de arte más importante del siglo XX si lo hubiese hecho una mujer?
–El Museo de Bellas Artes liberó gran parte de sus catálogos y remarcaste la ausencia de “grandes maestras del arte argentino”, ¿a qué lo atribuís?
–La visión de los catálogos, todos juntos, todos varones, encendió de nuevo esa pregunta. Sin duda hay “grandes maestras”, pero no se hacen exposiciones de ellas en las salas principales de exposición, con catálogos exhaustivos. Diana Dowek se expuso en el Museo, pero no en el Pabellón, y al parecer no se le hizo un catálogo; en 2018 se hizo una exposición con obra del patrimonio de artistas mujeres deslumbrante, pero no en el Pabellón y al parecer tampoco se hizo catálogo. Y el problema se registra en gran parte de las instituciones. El Museo de Arte Moderno ha hecho muchas exposiciones con catálogos con investigación, con exposiciones deslumbrantes, de artistas argentinas de generación intermedia. Vienen a mi mente los nombres Liliana Maresca, Marina de Caro, Ana Gallardo, Flavia Da Rin, Ad Minoliti, Delia Cancela, Graciela Hasper, además de Marta Minujín, claro, en la categoría de “maestra”. Pero habría que analizar la paridad.
–¿Cuáles son los principales estereotipos que enfrentan las mujeres en el arte y cómo luchar contra ellos?
–He escuchado tantos estereotipos. Si un artista varón experimenta es genial, si lo hace una mujer está confundida, no entiende bien. Existe una forma de mansplaining en el mundo del arte que lleva a que a las artistas mujeres se les explique, como si no entendieran. A una joven pintora, en una feria de arteba de hace tres años le explicaban cómo tenía que pintar; a Margarita Paksa, que tiene experiencias increíbles en el Di Tella con el departamento de música, los compositores experimentales no la tomaban en serio. A las artistas mujeres no se las toma en serio. La sensación es que nunca son suficientemente inteligentes: si son desafiantes, entran en el campo de la locura. Existe un paternalismo extremo. Los artistas varones, que son los que más venden, más exponen, más cotizan, se aplauden entre ellos. No todos. En el estado actual del debate sobre el feminismo, cuando los artistas varones se preguntan cómo ser parte de este momento, pienso que una vía es negarse a participar de premios y salones en los que no existan criterios de paridad. En 2019, los cinco artistas varones nominados para el Premio de Arte en Bélgica renunciaron a la nominación después de la carta abierta que firmaron 768 artistas por el carácter excluyente de las mujeres en la selección. Lo interesante sería que hubiesen renunciado antes de la carta abierta.
–¿Existe un lenguaje “femenino” y otro “masculino” en el arte?
–Marcas de género femenino y masculino, sí. Arte de mujeres y de varones, no. ¿Marcia Schvartz es una artista femenina, si se entiende por femenino lo delicado? No. Ella es la artista viva más cercana a Antonio Berni, aunque no es una relación genealógica. Ella tiene la misma furia implacable y el goce por los materiales, por la pintura, que vemos en Berni. Pero ella introduce otros problemas. Su visión implacable, crítica o amorosa de distintos sujetos sociales es radical.
–¿Debería haber una cuota de género o de cupo femenino a la hora de planificar y mostrar exhibiciones en los museos? Si existiera un cupo femenino, ¿pensás que podría funcionar en contra de la mujer artista en el sentido de “llegó por ser mujer” o “la exponen para cumplir con el cupo” o prejuicios de ese estilo?
–El cupo no es un objetivo, es una estrategia. Permite que veamos aquello que no se muestra, que permanece oculto. Lleva a abrir los ojos ante lo que nunca vimos. Tiene un objetivo preciso. Y no afecta la supuesta “calidad” que el mundo del arte invoca pero que no puede definir ni demostrar. Cuando tengamos la posibilidad de conocer artistas que la censura sistémica del mundo del arte no nos permite ver, cuando contemos con exposiciones, libros, estudios, entonces no precisaremos más del cupo. Hago mía una frase célebre de Cristina Schiavi: “El día que vea tantas obras malas de artistas mujeres como las obras malas que hoy veo de artistas varones dejaré de luchar por el cupo”.
–¿Cómo imaginás el mundo del arte pospandemia?
–No me gustaría volver a lo que dejamos: a ese mundo enloquecido de subastas, bienales “que hay que ver”, exposiciones internacionales que involucran costros y procedimientos exorbitantes. La experiencia de proponer la bienal online me está permitiendo indagar nuevos formatos. Nada sustituye la presentación de obras en el espacio, pero tenemos que aprender de las opciones del presente.
A las artistas no se las toma en serio. Nunca son suficientemente inteligentes: si son desafiantes, entran en el campo de la locura. Paternalismo extremo”.
El cupo femenino no es un objetivo, es una estrategia. Permite que veamos aquello que no se muestra, que permanece oculto. Lleva a abrir los ojos”.