La historia de la bodega argentina que hizo vinos para Papas y santos
Cabrini es una empresa familiar con más de 100 años en Mendoza. Desde 1939 elaboran el tinto para la misa.
Cuando bajó de un barco en el puerto de Buenos Aires en 1896, Leandro Cabrini no tenía idea de que un día sus vinos de misa cruzarían el océano igual que él, pero en el sentido opuesto, de la Argentina a Italia, desde Mendoza hasta el Vaticano.
En Poviglio, su pequeño pueblo natal, había sido agricultor, pero no fue hasta varios años después, cuando se instaló en la provincia cuyana, que comenzó a aprender sobre el cultivo de la vid. Junto a su esposa, Virginia Fava -también inmigrante italianaplantó su primer viñedo con uvas Malbec en 1918 en terrenos de Perdriel. Dos años antes, uno de sus hijos, Guillermo, había sido ordenado sacerdote salesiano.
Fue Guillermo quien tomó la iniciativa de que la bodega comience en 1939 a elaborar el vino licoroso que se utiliza en la celebración de la misa católica, algo que los Cabrini siguen haciendo hasta hoy, con una producción de 70 mil litros al año.
“Usamos uvas Malbec, pero también Sangiovese, Lambrusco y Bonarda en diferentes proporciones”, cuenta a Clarín Hugo Cabrini, bisnieto del fundador, quien hoy se ocupa de la administración de la empresa familiar. Aclara que, contra lo que muchos creen, el vino de misa no es la llamada mistela sino un vino fortificado o generoso, o sea, uno al que se le agrega alcohol en la fermentación. “La mistela es una mezcla de mosto y alcohol, no llega a fermentar, por lo que no puede considerarse vino. Y la Iglesia exige que sea un vino genuino”, explica.
Aunque los Cabrini no son los únicos que producen este tipo de vino en la Argentina, la suya es una de las etiquetas más reconocidas, con 81 años de trayectoria y el aval del Arzobizpado de Mendoza, que les extiende certificados periódicos para autorizarlos.
Si bien el Derecho Canónico sólo establece que el vino de misa debe ser “natural, fruto de la vid y no corrompido”, Hugo agrega que el hecho de que tenga una alta graduación alcohólica (16.5%) permite que se conserve en buenas condiciones por más tiempo aún después del descorche. De esta forma, los sacerdotes pueden dosificarlo para usarlo en pequeñas dosis a lo largo de varias celebraciones sin que se eche a perder.
La cuarta generación de la familia Cabrini está conformada, además de Hugo, por sus hermanos Fernando y Mauricio y una sobrina, Victoria, quienes completan el equipo enológico. Están a cargo de 60 hectáreas de viñedos en Luján de Cuyo y Valle de Uco, de donde no sólo sale el licoroso sino también Malbec, Cabernet Sauvignon y Oporto Tempranillo. ■