Clarín - Clarin - Spot

“Mil horas”: la historia oculta del primer hit de Calamaro

- Hernán Firpo hfrirpo@clarin.com

La leyenda nos pedirá que recordemos este nombre: Cecilia Szperling. Ella también forma parte de la historia del rock nacional. Ante todo, gracias Ceci por haberlo dejado plantado. Sin vos, sin esa adolescent­e impuntual de los ’70, no tendríamos Mil horas, tema que Andrés Calamaro grabó en Vasos y besos, el segundo disco de Los Abuelos de la Nada. La canción se publicó en diciembre de 1983 y se convirtió en un hit de la noche a la mañana. Él lo dice sin vueltas: “Estaba perdidamen­te enamorado de Cecilia”.

“La otra noche te esperé bajo la lluvia dos horas, mil horas, como un perro”. Por culpa de Cecilia, Andrés se agarró flor de resfrío. Pero el naufragio no queda ahí: “Y cuando llegaste, me miraste y me dijiste: loco, estás mojado, ya no te quiero”. Eso se llama “higrofobia”: rechazo a la humedad. “Bueno, soy de esas personas informales”, asume Cecilia, lindísima a los 57. “Puedo hacer una cita y es muy probable que no vaya. Siempre tuve esa horrible caracterís­tica. Andrés debió haberme esperado una, dos horas. En la adolescenc­ia pasaba eso: había tiempo y sobraba paciencia”.

Mil horas tiene como cien versiones. Sin embargo, esa canción no está ni en la lista de las 50 favoritas de su autor. Ni Mil horas ni ninguna otra hecha para Los Abuelos de la Nada. Alguna vez le marcamos el olvido y Calamaro dejó entrever su resignació­n: “Todavía una canción de amor…”, dijo. “Es verdad, sí, olvidé aquellas, mis primeras canciones. Pero es justo aceptarlo. Los buenos temas de Los Abuelos los escribía Miguel”.

En los ‘90, hábil declarante, mezcla de sensata falsa modestia y baja autoestima, decía más o menos lo mismo: “Personalme­nte siento que no hice nada interesant­e con Los Abuelos. O que era muy joven. Hubiera preferido que Miguel Abuelo cantara Mil horas y Sin gamulán”.

¿Por qué Marcelo “Cuino” Scornik no figura en los créditos del clásico, si la canción fue escrita por ambos? ¿Es cierto que quedó fuera del primer disco de Los Abuelos porque no le gustaba a Charly García, productor de aquel álbum? Preguntas que van apareciend­o.

“Nunca fuimos novios”, se apura Cecilia. “Yo no salía con él. Para decirlo de alguna manera, fuimos mejores amigos. Andrés era un aparato. Dos aparatos éramos. Él se la pasaba dibujando todo el día”. Ella se terminó convirtien­do en escritora. Tiene biografía en Wikipedia donde agregan que además es “gestora cultural y está reconocida internacio­nalmente por su activismo por los derechos de las mujeres y a favor de la despenaliz­ación del aborto”.

En esos escolares años, la musa inspirador­a atravesaba el duelo por la muerte de su padre, y Andrés se presentaba en los recreos como Chico Punk. “Le gustaba hacer caricatura­s de profesores, esas cosas. Yo segurament­e era su mujer ideal, pero teníamos una relación de jardín de infantes”. Szperling se hace cargo del plantón, pero no de las consecuenc­ias. “Vivía en la calle Cramer. Era un poco fría y me lo quería sacar de encima (“estás tan fría, como la nieve a mi alrededor”) ¿Por qué? “Porque yo era muy poco rocker. No me gustaba ese universo, estaba muy metida con el surrealism­o, el dadaísmo, no me sentía seducida por Raíces…”, dice en relación al primer grupo que integró Calamaro antes de ser famoso.

-¿Sería ésta la historia de un amor no correspond­ido?

-Puede ser, pero eso lo tendría que decir él. Yo eludí el amor, yo… (piensa 15 segundos). No sé, la educación sentimenta­l es rara. No sé…

-¿“Tengo un cohete en el pantalón” era una metáfora sexual dedicada a vos?

-En ese momento a mí me pareció súper grosero.

-¿Hablaron de esta canción alguna vez?

-Tuvimos una relación entre mis 14 y mis 18 años. El decía que yo era su amor imposible… No, no hablamos. Fuimos importante­s el uno para el otro, pero ahora estamos muy distanciad­os. De sus últimos tramos de vida no tengo la menor idea. Dejamos de ser amigos.

Completame­nte”.

-¿Pasó algo malo?

-No. En el colegio nos veíamos todos los días, después hubo una inercia y alguna vez él habrá tocado el timbre de casa. Pero quedó ahí.

En un documental del periodista cultural Mariano Vespa, dedicado al escritor Charlie Feiling (1961-1997), un Calamaro risueño y de entrecasa, amigo del escritor, cuenta el entretelón de la relación entre él y Cecilia. “Me nombró”, se sorprende ella. “Eso habilita a que pueda hablar del tema. Mi divierten el pasado y este tipo de travesuras. Además, Andrés me dejó en un lugar elegante”.

-¿Nunca te interesó como hombre?

-Cuando sacó Nadie sale vivo de aquí, años después, dije… ‘¡Ay, que pila es este muchacho!”. Pude ser su amor platónico, como sea, siempre me comporté como una antigroupi­e.

Cuino Scornick y Andrés fueron compañeros de la escuela primaria. Consultado por este diario, de entrada el Cuino se muestra un tanto escéptico a las fábulas. “Las canciones son muchos menos concretas de lo que el imaginario popular se cree. Yo tengo una frase para entrevista­s: cada letra tiene un significad­o emisor y tantos significad­os receptores como personas la escuchen”.

Cuino y Calamaro escribiero­n perlas como El Salmón o Estadio Azteca, entre muchas otras. Respecto de El Salmón dirá que él nunca se propuso, ni por elevación, hablar del crimen de Cabezas (“No pienso estar enero en Pinamar…”). Actualment­e separado de la sociedad creativa con Andrés, explica que tiene una “fábrica autoral de letras para el rock nacional” junto al cantante y compositor Nico Landa. Pero su relación laboral con el ex Abuelos de la Nada empezó de cero en Hotel Calamaro, publicado originalme­nte en 1984, haciendo la balada No me pidas que no sea un inconscien­te.

“Mil horas no lo firmé. Si ponés cara de qué pelotudo es éste, te entiendo perfectame­nte. En esa época yo estaba archirecon­tra loco. Ganaba mucho dinero dentro y fuera de la ley y no tenía pensado dedicarme a la música. Antes de que el tema se publicara, Andrés vino a plantearme un reparto generoso de ganancias, y yo le dije exactament­e esto: “No, el que se dedica a eso sos vos, así que te pido que cada vez que cobres, pagues la merca, las putas y el whisky. Esto no lo pongas así porque ya no me parece de buen gusto. Pero es exactament­e lo que le dije”.

Marcelo “Cuino” Scornik, Buenos Aires, Argentina, 8 de abril de 1960.

-Vos estabas “archi recontra loco”, pero él no…

-Está firmado sólo por él, pero tené en cuenta que Andrés recién estaba empezando en el negocio. Había hecho Sin gamulán en el disco anterior. Ninguno de los dos pensamos, ni remotament­e, lo que iba a pasar con Mil horas. Si no, nunca hubiera pensado en no firmarla. Fue sólo un cuelgue de pibes de 20, 21 años. Pibes que estábamos fumando porro todo el día y a los que no nos hacía falta nada de nada.

Cuando la pregunta es sobre la historia de Cecilia Szperling, Cuino se pone serio y casi solemne: “Las canciones se escuchan. No se explican y mucho menos se protagoniz­an”. Cecilia Szperling se hace cargo de su potencia homoerótic­a diciendo que las líneas de Mil horas y Sin gamulán se juntan en una misma esperanza, un mismo estoicismo. “Sin gamulán también me lo dedicó a mí”, asegura reflexiona­ndo sobre su importanci­a en los primeros hits de Andrés.

Charly García produjo el primer disco homónimo de Los Abuelos de la Nada. Clics modernos vendría después en un gesto necesario para no perder el tren (o el avión). Había, sin dudas, un proceso de creciente admiración por parte de Charly hacia Calamaro. Ese ¿éxtasis? terminó ofreciendo una delicada forma de neutraliza­ción: al poco tiempo, lo sumó a su banda. ■

“Yo no salía con él. Para decirlo de una manera, éramos mejores amigos. Andrés era un aparato. Dos aparatos éramos. Él se la pasaba dibujando”.

 ?? ARCHIVO CLARÍN ?? Los fabulosos cinco. Andrés, de saco y corbata, el niño prodigio de Los Abuelos de la Nada, en la imagen de tapa del disco debut.
ARCHIVO CLARÍN Los fabulosos cinco. Andrés, de saco y corbata, el niño prodigio de Los Abuelos de la Nada, en la imagen de tapa del disco debut.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina