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De las máscaras del machismo a la violencia entre mujeres

Una investigad­ora embarazada persigue a los asesinos de otra, en el libro. Y enfrenta a mafias sindicales.

- Verónica Abdala vabdala@clarin.com

Cuando nosotras hablamos en las reuniones los hombres salen a mear o a fumar un pucho”, le dijo una amiga a la escritora María Inés Krimer, una tarde en que hablaban del lugar que ocupan las mujeres en el sindicalis­mo. Krimer tomó nota de la frase. Por ese entonces, el movimiento Ni Una Menos estaba en su apogeo y empezaba con fuerza el reclamo por la legalizaci­ón del aborto. Esos fueron los dos disparador­es de un proyecto literario que hoy la tiene entre los finalistas del premio Dashiell Hammett de Novela Negra a la mejor ficción escrita en castellano, que se entrega en España y que se anunciará el 10 de julio. Es la segunda vez que resulta nominada.

Cupo (Revólver Editorial) es una novela cautivante en la que su protagonis­ta, Marcia Mayer -una periodista que se siente inspirada por Rodolfo Walsh y que en esta historia está embarazada-, se propondrá descubrir al asesino de otra mujer que también estaba embarazada y trabajaba en un sindicato corrupto y machista: a Sonia Valle la atropelló una camioneta en la 9 de Julio, durante una marcha de mujeres, y su cuerpo cayó junto a un tacho de basura. ¿Ese es el lugar que el sistema les reserva a las mujeres que se inmiscuyen donde nadie las invita? ¿Y hasta qué punto las mujeres, a su vez, pueden volverse violentas en el marco de la lucha por el poder?

La violencia de género y “la que define también a algunos ámbitos considerad­os progresist­as”, según explica la autora, sirven de marco a la historia de este asesinato, que tiene lugar en un tiempo atravesado por transforma­ciones profundas. Entre ellas, las que impulsa el movimiento feminista, pero también las que se registran en el plano de la sociedad y la política, donde la dinámica de las viejas mafias empieza a ser denunciada y resistida.

-El escenario sindical resultó interesant­e por un lado porque ya hay una tradición iniciada por Walsh en Quién mató a Rosendo, y además porque a mí me interesa siempre el juego entre la ficción y la verdad

–cuenta la escritora a Clarín-. Ese es un ambiente considerad­o progresist­a pero que también se define por la corrupción, la misoginia y la violencia.

-Escribiste esta novela mientras, en paralelo, el movimiento Ni una menos crecía en las calles. No es casual que la primera escena de la novela sea la de una marcha de mujeres.

-Son marchas de las que yo participo y se colaron en la novela. Me conmueve especialme­nte esto de marchar y cantar rodeada de mujeres que pelean por sus derechos. Me retrotrae a mi juventud y a otras luchas y eso activó mis ganas de contarlo, porque vida y ficción siempre van juntas. Me pareció también interesant­e reflexiona­r sobre la violencia entre mujeres, que es clave en esta novela, y en el machismo que adquiere formas no siempre evidentes, por ejemplo, cuando el sistema se apropia del discurso feminista y lo desactiva; cuando se dice una cosa pero se hace otra.

-En los sindicatos hay una ley de “cupo femenino”, que reserva un espacio a las mujeres, pero al parecer no se cumple; muy pocas ocupan puestos de jerarquía, y cuando esto ocurre, los hombres suelen verlo como una “concesión”.

-Exacto. Hay un discurso que no se correspond­e con la realidad de los gremios. En esta historia ese espacio tan acotado, además, es motivo de disputa entre ellas. Hay violencias que se cruzan…y un espacio sindical en el que la violencia se ejerce hacia afuera y también se proyecta hacia adentro.

-¿También una intención de ruptura de los estereotip­os que el policial les reservó históricam­ente a las mujeres? Empezando por esta investigad­ora embarazada e intrépida y de la

 ?? EFE ?? Lectura. “El auge del policial es síntoma del derrumbe capitalist­a”, señala la escritora.
EFE Lectura. “El auge del policial es síntoma del derrumbe capitalist­a”, señala la escritora.

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