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Se anima al podcast y a mostrar sus pinturas

Cuando su nieto, Iván Ferrigno, descubrió los cuentos de su abuela, le dijo de “subirlos a las redes”. Así nació “Norma en la nube”, delicioso espacio de Film&arts.

- Silvina Lamazares slamazares@clarin.com

Debutó en teatro a los 3 años, en una experienci­a que resultó traumática (reemplazó a otra nena y veía cómo el personaje de su madre se desmayaba en escena). Hija de actores, Norma Aleandro se crió entre bastidores, lleva casi 70 años de carrera sin pausa, integró el prestigios­o Clan

Stivel, trabajó en clásicos de dramaturgo­s como Arthur Miller, Tirso de Molina, Bertolt Brecht y Arthur Miller. Protagoniz­ó la primera película argentina en ganar un Oscar (La historia oficial). Hizo radio, cine, teatro, TV. Hizo de todo. O eso creía. Hasta que, hace unos meses, su nieto le dijo “Abuela, hagamos un podcast”. Lejos de contestar, ella repreguntó: “¿¡Un qué!?”

A los 84 años, Norma Aleandro, señores, es una chica tecno.

Y vuelve a estar estupenda frente a cámaras, esta vez en un formato que, más allá de la etiqueta moderna (se trata de una publicació­n digital en entregas, tipo capítulos de serie), le resulta muy familiar: lee cuentos, desde los sillones de su casa, en un ciclo que el lunes 22 estrenó el sitio web de Film & Arts y que cada día suma uno nuevo. Y no cualquier cuento. Sus cuentos.

Norma en la nube -así se llama el podcast que está disponible también en plataforma­s como Spotify o Youtube- consta de 40 episodios en los que conmueve y entretiene, de acuerdo al tenor de cada relato, con su magia. Detrás de esos anteojos y ese decir muy Aleandro, ahí están, sentadas una arriba de otra, la actriz, la escritora, la directora, la madre, la abuela cuentacuen­tos. Y la nieta de Pepita, la adorada mujer de sus recuerdos a la que jamás deja de rendirle tributo. La que les leía en la cama, a ella y a su hermana -la actriz María Vaner- los párrafos de Don Quijote de la Mancha.

-¿Cómo te llevás con la tecnología?

-Ahí vamos. Tengo ganas de saber, pero soy torpe. Como soy de la época del tren a carbón, más o menos, no tengo pudor en pedir una mano.

-Pero te mandé mensaje al celular y no hubo problema.

-Es que con el Whatsapp he llegado a entenderme.

Del otro lado de la línea telefónica, Norma Aleandro debe estar como siempre que da una nota: serena, cómoda, segurament­e con las piernas cruzadas. Sabe charlar sobre lo puntual y sobre bueyes perdidos, y se lleva muy bien con el humor. Si no está en el primero -que para mí lo está-, no debería bajar del segundo escalón del podio de las mejores actrices. Artistas, digámoslo. Porque a todos sus oficios conocidos, incluida la escritura, ahora se le puede correr el velo a su don para la pintura y el dibujo. Lo hace desde siempre, se anima a mostrarlo desde ahora. Todas perlitas que van surgiendo con el correr de la entrevista, que interrumpi­ó uno de sus dibujos, mientras su marido, el médico y analista Eduardo Le Poole, lee unos metros más allá, según describe la dueña de casa, en un cálido hogar de Belgrano.

-Cuando oíste la palabra “podcast”, ¿en qué pensaste?

-En tratar de entender de qué hablábamos. Todo esto es una idea de mi nieto, Iván Ferrigno, que es músico

puede rescatar.

-¿Con la escritura pasa lo mismo?

-Lo que escribo va quedando en mis cuadernito­s. Yo escribo a mano y tengo una amiga, Daniela Davidovich, que me pasa algunos a computador­a. Para mí el manuscrito es esencial.

-¿Te acordás de lo primero que escribiste?

-Sí, cómo olvidarlo. Fue una carta que les mandé a mis padres (los actores María Luisa Robledo y Pedro Aleandro), que estaban de gira en Chile. A mi hermana y a mí nos cuidaba la abuela, Pepita.

-¿Qué decía esa carta?

-Algo terrible, que te lo leo si me prometés que no lo publicás. Sí podés poner el título: Al alba quiero morir.

Como las promesas se deben cumplir, sólo queda decir que es un texto desgarrado­r de una nena de los 10 años que parece una mujer madura. “Mi abuela me lo hacía leer

¿Que cómo me llevo con la tecnología? Tengo ganas de saber, pero soy torpe. Pero no tengo problemas en pedir que alguien me de una mano”.

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