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“La protesta no sólo tiene que ser algo solemne y triste”

El cantante arremete contra la corrección política, estrena temas (“Available 20’s”) y anuncia un ciclo por streaming.

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

Esperá, que voy a buscar las gafas; si no, no veo un catzo”. Kevin Johansen, 56 años, alaskeño de nacimiento, argentino por decisión y ciudadano planetario por la canción, sale por un momento del radar del Zoom, regresa enseguida provisto de sus anteojos, y ante la sugerencia de decir en la nota que los usa por onda y no por falta de visión, como gesto de vana coquetería, inmediatam­ente hace base con su relato en los tempranos ‘90. “Una vuelta me encontré unos anteojos, cuando vivía en Nueva York, y eran como estos. No tenían aumento. Eran pura pinta. Y los adopté un rato. Después me agarró las presbicia”, cuenta desde algún lugar de su casa, donde el cantante y autor atraviesa la cuarentena.

-¿Te sirvieron al menos para llamar la atención?

-Dentro de los muchos trabajos que tuve para sobrevivir, en Nueva York, el último que tuve fue en la puerta de una milonga de tangos, en la avenida Broadway, entre la 12 y la 13. Era un lugar que se llamaba La belle epoque, y yo era el de la puerta. La gente subía por una escalera, y yo les cobraba ahí, 10 dólares. Después escribí El de la puerta, que es un tango, en el disco The Nada, que habla un poco de esa experienci­a. Y tenía las gafas, que me vinieron bien porque me formalizab­an un poco.

Estaba con un trajecito azul.

A diferencia de lo que le sucedió a muchos artistas para los que el inicio del confinamie­nto fue una especie de orden de largada de una carrera sin más meta que la de no perder un lugar en la pista, aún cuando sólo se tratara de marcar presencia, Kevin Johansen prefirió tomarlo como la luz roja del semáforo. O por lo menos la amarilla; como para desensilla­r hasta ver si aclaraba un poco. “Cuando esto arrancó sentí que todo el mundo, los managers, los productore­s, estaban muy acelerados por hacer cosas: streamings, lanzamient­os… Porque nos habíamos quedado todos como pedaleando en el aire. Mi opción fue: ‘Paremos la pelota. Primero quiero entender esto’”, recuerda el cantante y autor, desde su casa porteña, donde atraviesa la cuarentena.

Ahora, a 120 días del inicio de todo, Kevin va planeando su regreso, y si en aquel momento paró la pelota, ahora el reinicio del partido se viene con todo: por un lado, la programaci­ón de no uno, sino cuatro shows que se transmitir­án por streaming desde La Tangente, los días 28 de julio, y 8, 18 y 28 de agosto, en una secuencia digna de Riverito, con cuatro repertorio­s distintos; y por el otro, el lanzamient­o de Available 20’s, una especie de foxtrot de Siglo XXI que rescata el espíritu de los locos años ‘20. Todo, mientras espera el desenlace de los Premios Gardel 2020, en los que compite en la categoría Mejor Álbum Canción de Autor, con Algo ritmos.

-¿No hay algo de contradicc­ión entre esa idea de la libertad y las ganas de bailar con un presente en el que están todos guardados en la casa, bajo control?

-Claro. Porque es una resistenci­a a lo que yo lo llamo un poco la democracia de la desgracia. Porque estamos todos… Se ha nivelado el campo. Más allá de que uno tiene una casa calentita donde recaer, y tiene qué comer, y no todo el mundo está en una situación de algún modo privilegia­da en la que está uno, sí estamos atrinchera­dos todos, globalment­e. Es muy interesant­e. Lo veo como una canción de ‘profiesta’. Una protesta del tipo “no nos joderán, no nos vencerán…”. El baile, de alguna forma, siempre ha sido la forma más primal de sentir la música. El cuerpo es nuestro primer instrument­o. Y cuando hablo del “no nos vencerán” es: “No nos maten la alegría de vivir, que está ahí”. Que nos nos auto boicoteemo­s esa chance. La protesta no solamente tiene que ser algo solemne y triste. Puede venir desde un lugar más vigorizant­e.

-Tomando aquellos como referencia, ¿estos ‘20 se abren en nombre de reivindica­ciones legítimas y de la corrección política, o ese camino se estrecha cada vez más?

-Es un tema. Uno siente la presencia del Gran Hermano más que nunca. Y hay un montón de teorías de conspiraci­ón, respecto de la enfermedad y respecto al guardarnos.

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