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“Este es el nuevo Gran Hermano”

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“Vamos minuto a minuto porque tenemos que ver qué es lo que nos va a permitir el protocolo. Antes de que se restringie­ra de nuevo la cuarentena, habíamos pensado hacerlo con dos músicos, en formato de trío. Un día será el repertorio en castellano, otro día va a ser más en inglés; otro va a ser una mixtura de covers, que a mí me gusta mucho, con alguna rareza propia metida ahí; y el cuarto sería más dedicado a la canción

Como decía Murphy, un pesimista es un optimista con experienci­a. Uno ya no puede ser un ingenuo, pero tampoco dejar que te gane el desgano de que está todo controlado. Yo creo que de ésta van a salir cosas muy creativas. Ya se están generando muchos hechos creativos, y creo que van a ser de gran libertad. Porque, a la vez, no hay una presión sobre los artistas, más allá de la propia. Que es un desafío muy grande. Después, entiendo a lo que vas. La corrección política puede ser una presión extra, en algunos aspectos, pero nunca fue muy amiga del arte. La corrección política y la libertad artística no van. Porque si estás atado a ser políticame­nte correcto desde el arte, no hay morbo. Y a la gente le gusta el morbo. Una vez, en los Estados Unidos, tuve el privilegio de hablar con Harold Prince, el que dirigió Cabaret. Paisano, el tipo decía: “A la gente le gusta saber que los nazis eran unos degenerado­s. Y Cabaret es el morbo de lo que les gustaba vivir la vida a los nazis. A los malos.”

-Pero, ¿qué pasa cuando alguien te viene a decir no podés ver “Lo que el viento se llevó”, o lo que sea, como una versión actualizad­a del “Señor Tijeras” de Charly García?

-Hace un tiempo leí que querían prohibir la obra de Gauguin, porque había ido a la Polinesia y era un pederasta, un abusador… Y entonces, ¿vas a prohibir su obra? Pero esa corrección política, un poco tipo lista negra, no tiene mucha vida. Tiene latinoamer­icana, más del folclore y lo que mamé de niño, desde la casita de Alaska a esta parte. Es una forma de probar, a ver qué pasa”, adelanta Johansen sobre su ciclo de recitales desde La Tangente, los días 28 de julio, y el 8, 18 y 28 de agosto, siempre a las 19 horas, con entradas a $660, por Tickethoy.

-¿Qué te pasa como artista, al no tener al público ahí presente? -Bueno, como pasa con el fútbol, yo pensé en poner algunos cartones en patitas cortas. Son cosas cíclicas, que pasan. Lo que es muy interesant­e es esto que sucede en los Estados Unidos. Encima de la cuarentena, estalla el tema racial de vuelta. Acá lo vemos más cerquita en Brasil. Pero desde la canción, como soy de la generación post a la de nuestros padres, que fue la más diezmada, que por escribir una canción se tenía que exiliar, disfrutamo­s de la mieles de cantar sobre lo que se nos cante. Y hay un momento en el que te cae la ficha de cuál es tu compromiso con y desde la canción. Querés evitar la demagogia. No querés ser Bono y ponerte la camiseta del país al que vas. Querés tratar de ser un tipo sensible, abierto y sincero, pero a la vez comprometi­do. Si yo cantara canciones sobre la libertad como las que cantaba un Víctor Heredia, Serrat, Silvio Rodríguez o León Gieco hace 40 años, yo sería, como diría el Negro Rada, un cansautor. Sería un demagogo. Yo hablo de nuevas libertades a las sillas: Frida Kahlo con Diego Rivera, a Yoko y John Lennon... Y después, que el sonidista suba unos aplausos. Me parecía divertido. Como si fuera un sitcom tipo Seinfeld, que pone la risa enlatada. Ya hice varios vivos, y es lindo porque vas viendo que la gente te escribe, pone corazones... Pero a la vez es extraño, porque estás en el living de tu casa, transpiran­do, y no sabes qué hay del otro lado. Este és el nuevo Gran Hermano. conseguir, en todo caso. Puedo retratar eso, pero no me gusta el panfleto, desde la canción. Y para nada el pedestal, el dar cátedra. Me aburre muchísimo. Me gusta mucho más la empatía y el igual ya igual. Y hay un público que busca eso.

-Pero, ¿no resulta inevitable escribir sobre lo que está pasando?

-Siempre es tentador, porque sale un tema y enseguida uno quiere escribir: sobre la raza, la libertad, el feminismo… Cuando se anunció la primera cuarentena, me desvelé y me salió una. Y no tiene nada que ver, creo, con la coyuntura. Le puse La balada de los seres perdidos. O sea que algo hay, pero no es la intención. Surgió. Pero después, estoy componiend­o en el mismo ritmo de siempre, que es tener una idea, tararear algo, ver un título que me gusta, ir anotando para un uso futuro, hasta que en un momento cae todo el material, y decís: vamos a hacer ésta. Es un momento muy creepy. Creo que el secreto real es escucharse. Porque este silencio, hasta de menos autos, menos aviones, nos puede nutrir. La Pachamama parece estar diciendo “gracias”, ¿no? Hay menos monóxido de carbono dando vueltas, algo bueno debe estar pasando. Ese silencio es el que hay que escuchar en uno, y alrededor. Por eso van a surgir obras de mucha creativida­d. Es el momento para no tener ningún tipo de tapujo ni de miedo a la mirada: ni del otro y, mucho menos, la de uno.w

Si estás atado a ser políticame­nte correcto desde el arte, no hay morbo. Y a la gente le gusta el morbo”.

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Todavía vivo. Ofrecerá cuatro recitales desde el living de su casa. Estrenos, versiones y humor, promete.

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